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"Para entonces la sala estaba repleta de gente y el ambiente del todo festivo, y al cruzar la puerta se topó con aquel saxofonista de Sevilla, otro mayorcito como él aunque con pinta de gorila de discoteca, con el bigote perfilado encima de unos enormes y carnosos labios, y qué tal Sasha, y hace tiempo que no te veo y ¿tocamos «Bebop»?, claro, respondió Sasha, de modo que nada más oír los aplausos el saxo alto se subió al escenario, Sasha lo siguió y recuperó el contrabajo mientras el pianista se acomodaba en la butaca, y enseguida el andaluz comenzó a soplar la intro a una velocidad tal que la sección rítmica apenas si pudo apoyar los últimos compases para comenzar a «caminar» con un swing tremendo en cuanto al sevillano se le dio por poner esas caras de estar disfrutando, de mira cómo esculpo la melodía, y de inmediato la empalmó con su solo y comenzó a despilfarrar notas, escala arriba, escala abajo, soleando un coro y otro coro y otro y otro más, y se oían los yeah!, ¡así se hace!, de sus colegas de instrumento, los jóvenes que todavía no se veían capaces de seguir coro a coro con el solo, y el andaluz y su ego encuadraron el final al mismo tiempo que explotaban los aplausos, y entonces el pianista comenzó a teclear con precisión y menos notas, dejando más espacios porque aquello iba muy rápido, al principio rodeando la melodía, desmontándola o deconstruyéndola, y su solo, más matemático y de apenas dos coros, recibió otra enorme tanda de vivas y bravos; de modo que llegó el turno de Sasha, de quien dudaban que se atreviera con semejante tempo vertiginoso, pero no se quedó corto, enseguida desenfundó el arco y atacó aquel trasto de madera que ya resonaba en toda la sala y citó una melodía de otro standard y se oyeron las risitas de los entendidos, los que la habían reconocido, y siguió improvisando un coro más hasta que levantó la vista porque el egocéntrico de Sevilla gritaba ¡sí, Sasha, eso es!, loco como estaba de volver a soplar y hacer dibujos con su bigote, pero en eso se oyó una trompeta desde el público y un aluvión de yeeeeaaahhh!, al tiempo que se volvían para identificar al que estaba soplando, el típico caso del trompetista que sorprende y frasea de lo lindo mientras trepa por las escaleras, solea con estridencia citando a Dizzy durante cuatro coros porque a qué viento no le apetecía explayarse en semejante tema, y para cuando estaba por terminar, el saxofonista le echó una miradita al baterista y este asintió, se veía que le apetecía dar manteca con los ochos, de modo que imitó rítmica y melódicamente a los solistas en el intercambio, loco como iba de provocar esas sonrisitas de sus compañeros de escenario, y porque su oído funcionaba de maravilla y también conocía la tradición, había escuchado a Max Roach y Philly Joe Jones tocando ese temazo, y para cuando la sala explotó en aplausos y hurras y vítores, ya daban comienzo a la melodía otra vez, y para entonces todos estaban contentos, contentos y borrachos, borrachos de euforia y de jazz."