Mario Levrero, El discurso vacío, Barcelona, Caballo de Troya (2007)
http://www.megustaleer.com/ficha/CT94128/el-discurso-vacio
El intento por no hablar de nada en concreto, como una especie de meditación, es decir, dejar que los pensamientos fluyan sin detenerse en ninguno y seguir atento a la respiración. Lo mismo hace Levrero en este diario: se propone evitar la narración para prestar atención únicamente a la letra, a cómo la letra se dibuja en la página, a la dificultad para dibujarla, a cómo la mano se apresura a terminar de llenar la hoja cuando queda poco para completarla, y eso no está bien, dice, porque al darse prisa se está adelantando a los acontecimientos, y de lo que se trata es de conseguir escribir con la mente en blanco: concentrarse únicamente en la caligrafía.
El discurso vacío es algo así como un diario cotidiano (en la línea que desarrollará más tarde en La novela luminosa) sobre cómo la caligrafía determina la temática y cómo se consigue, acostumbrado a narrar, luchar para dejar de hacerlo.
Comienza el diario con el siguiente planteamiento: si existen estudios caligráficos que ponen de manifiesto la personalidad de quien escribre, ¿qué pasaría si cambiamos la caligrafía, cambiaría nuestra personalidad?
¿La caligrafía determinará también el estilo? Por no narrar, Levrero acude a describir: así conocemos los movimientos del perro, que junto a la atención del dibujo de la letra, se transforma en el protagonista del libro. No escondo que enseguida sentí por él cierta simpatía, quizá por traerme a la memoria al que fuera mi propio perro, y también porque dicen que las mascotas, como la caligrafía, se parecen a sus dueños.
(Apunte: averiguar si existe algún estudio comparativo entre aquellos autores que por lo general narran sobre perros y los que suelen tirar hacia los gatos, y si además a alguien se le ha ocurrido detectar rasgos comunes entre los más sofisticados adoradores de mariposas, pájaros, peces, reptiles e incluso plantas de todo tipo. Servirse de antologías para la tarea. Yo imagino una antología sobre perros que siga esta línea: Cervantes, "El coloquio de los perros"; Kafka, "Investigaciones de un perro"; Bulgákov, Corazón de perro; Bioy Casares, De cara al sol; Auster, Tombuctú; Levrero, El discurso vacío o "Los carros de fuego", que empieza por gato y termina en perro; Askildsen, "Allí está enterrado el perro", "Los perros de Tesalónica", o cualquiera de Askildsen, porque todos se comportan como perros; etc. Seguramente me dejo un montón de perros, por olvido o desconocimiento; de todos modos ya es una colección algo larga para un solo tomo, larga y hasta quizá poco rentable, pero tonificante.)
"La gente suele incluso decirme: 'Ahí tiene un argumento para una de sus novelas', como si yo anduviera a la pesca de argumentos para novelas y no a la pesca de mí mismo. Si escribo es para recordar, para despertar el alma dormida, olvidar el seso y descubrir sus caminos secretos; mis narraciones son en su mayoría trozos de la memoria del alma, y no invenciones."
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lunes, 9 de diciembre de 2013
lunes, 13 de mayo de 2013
Mario Levrero y el onirismo
Mario Levrero, Nuestro iglú en el Ártico, Montevideo, Criatura Editora (2012)
http://www.criatura.com.uy/fondo-editorial/nuestro-iglu-en-el-artico-relatos-escogidos.html
Levrero el onírico: si uno se atreve a adentrarse en ese universo de lógica anti-vigilia, de un hilo que se ha tirado y estirado y al fin perdido o desflecado, si uno supera la culpa que trepa cuando lee La novela luminosa o El discurso vacío, ese cuasi-remordimiento de estar leyendo su diario como si fuera el de uno mismo, como si se estuviera perdiendo el tiempo con algo de lo que no somos capaces de salirnos por obsesivo-placentero, por inérsico, o dejarse seducir, con el mismo sentimiento de culpa, por la banalidad y las confesiones más vergonzosas de las que apenas si queremos acordarnos; si uno se sitúa por encima, o mejor, si uno está dispuesto a bifurcarse y estar encima y en medio y debajo de todo eso, y además apetece reírse a discreción y avergonzarse y cachondearse, si se está con ganas de entrar en paréntesis, o dejarse a la deriva con su exquisita prosa surrealista al principio, y más tarde realista y absurda, este libro es bastante aconsejable.
Una selección que propone un recorrido cronológico, un muestreo bastante completo, o al menos significativo, y que además culmina con una falsa entrevista de Levrero por Levrero mismo que podría definirse como su personal manifiesto de escritor, de sus recursos de hacedor-soñante, y que, por otra parte, funciona como manual de instrucciones para afrontar sus pasillos.
Y digo pasillos porque estos relatos se asemejan a corredores o laberintos que los personajes construyen sin premeditación, como rastros de un mapa que toma forma una vez que los pasillos han sido recorridos, como la brillosa baba de un caracol que va buscando algo indefenido y que termina transformándose en algo distinto.
http://www.criatura.com.uy/fondo-editorial/nuestro-iglu-en-el-artico-relatos-escogidos.html
Levrero el onírico: si uno se atreve a adentrarse en ese universo de lógica anti-vigilia, de un hilo que se ha tirado y estirado y al fin perdido o desflecado, si uno supera la culpa que trepa cuando lee La novela luminosa o El discurso vacío, ese cuasi-remordimiento de estar leyendo su diario como si fuera el de uno mismo, como si se estuviera perdiendo el tiempo con algo de lo que no somos capaces de salirnos por obsesivo-placentero, por inérsico, o dejarse seducir, con el mismo sentimiento de culpa, por la banalidad y las confesiones más vergonzosas de las que apenas si queremos acordarnos; si uno se sitúa por encima, o mejor, si uno está dispuesto a bifurcarse y estar encima y en medio y debajo de todo eso, y además apetece reírse a discreción y avergonzarse y cachondearse, si se está con ganas de entrar en paréntesis, o dejarse a la deriva con su exquisita prosa surrealista al principio, y más tarde realista y absurda, este libro es bastante aconsejable.
Una selección que propone un recorrido cronológico, un muestreo bastante completo, o al menos significativo, y que además culmina con una falsa entrevista de Levrero por Levrero mismo que podría definirse como su personal manifiesto de escritor, de sus recursos de hacedor-soñante, y que, por otra parte, funciona como manual de instrucciones para afrontar sus pasillos.
Y digo pasillos porque estos relatos se asemejan a corredores o laberintos que los personajes construyen sin premeditación, como rastros de un mapa que toma forma una vez que los pasillos han sido recorridos, como la brillosa baba de un caracol que va buscando algo indefenido y que termina transformándose en algo distinto.
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