rumiar la biblioteca: diciembre 2014

lunes, 29 de diciembre de 2014

Thomas Pynchon: El arco iris de la gravedad o cómo se documenta un escritor

Thomas Pynchon, El arco iris de la gravedad (1973), traducción de Antoni Pigrau, Barcelona, Tusquets (2009)
http://www.tusquetseditores.com/titulos/fabula-el-arco-iris-de-la-gravedad

Hay una escena en el café Odéon de Zúrich donde el protagonista Slothrop se encuentra con un espía argentino, un anarquista disidente del pujante poder peronista, que describe Argentina de la manera que sigue:


"En la época de los gauchos, mi país era un trozo de papel en blanco. Las pampas se extendían hasta donde llegara la imaginación de los hombres, inagotables, sin cercas. Hasta donde llegara el gaucho a caballo, el lugar le pertenecía. Pero Buenos Aires consiguió la hegemonía sobre las demás provincias. Todas las neurosis de propiedad cobraron fuerzas y comenzaron a infectar el campo. Se construyeron cercas y el gaucho fue menos libre. Es nuestra tragedia nacional. Nos obsesiona la construcción de laberintos donde antes solo había cielo y llanura abierta. Dibujamos modelos cada vez más complejos sobre la hoja en blanco. No podemos soportar esta apertura: nos aterroriza. Mira a Borges. Mira los suburbios de Buenos Aires. Rosas, el tirano, murió hace un siglo, pero su culto florece de nuevo. Debajo de las calles de la ciudad, las conejeras de habitaciones y pasillos, las cercas y las redes de caminos de acero... El corazón argentino, con toda su culpa y perversidad, anhela el retorno a aquella mera y tranquila serenidad: aquella unidad anárquica del cielo y las pampas."

No olvidemos que la colaboración del gobierno argentino durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial fue crucial, y definitiva al terminar la contienda, como refugio para empresas, personas y divisas. Tal vez pertenezca a la teoría conspiranoica, pero se dice que unos cuantos submarinos fueron avistados en las costas. Sin embargo lo que me divierte sobremanera es la irónica (¡y tan literaria!) transparencia con que el escritor deja plasmado cómo se ha documentado: leyendo a Borges, a Lugones, a Hernández. El gaucho es un anarquista: ¡Gaucho Bakunin, dice! 

Más arco iris en: Thomas Pynchon: El arco iris de la gravedad o el musical de la Segunda Guerra Mundial


lunes, 22 de diciembre de 2014

Iris Murdoch sabe nadar

Iris Murdoch, El mar, el mar (1978), traducción de Marta Gustavino, Barcelona, Debolsillo (2013)
http://www.megustaleer.com/ficha/P83649A/el-mar-el-mar

Pregúntense si el arte y la vida se parecen en algo:
"Se me acaba de ocurrir que en estas memorias podrían caber toda clase de delirios fantásticos sobre mi vida, ¡y la gente se los creería! Así es la credulidad humana, el poder de la palabra impresa y de cualquier 'nombre' conocido, o cualquier 'personalidad del mundo del espectáculo'. Aunque los lectores afirmen que 'se lo toman con cierto escepticismo', en realidad no es así. Están ávidos de creer, y creen, porque creer es más fácil que no creer, y porque cualquier cosa escrita tiende a ser 'verdadera en cierto modo'."

El protagonista de este diario, un director de teatro retirado, ha sacado la varita mágica cual Próspero para acomodar los elementos a su gusto pero aquí nadie le hace caso. Esto no es un escenario, parecen decirle los demás protagonistas. El prodigio, paranoico y divertidísimo, termina por desvanecerse a pesar del ahínco con que ha sido construido. El fracaso no solo sobreviene al personaje, también al lector, que al poco desconfía de todo.

"En realidad, todo esto se terminó hace mucho tiempo, y ahora lo estamos soñando."  
"Pero tú estás intentando obligarme a entrar en una trama que no es la trama de la situación. Lo que estás diciendo es todo colateral, es una especie de comentario abstracto. Eres tú quien está 'contando un cuento'. Yo estoy en el lugar donde suceden realmente las cosas."

¿Las cosas suceden realmente? Murdoch reflexiona sobre la ficción de la vida en relación con lo que convencionalmente entendemos por ficción y que solemos relegar al arte de la fabulación. Por lo visto se parecen en cierto punto: aquello del caos y la necesaria interpretación. Acaso tergiversada, acaso magnificada, pero siempre personal y maravillosa.


Qué necesaria esta experiencia marina, de prosa lúcida y rebosante de sentido del humor, con ese punto intermedio entre la inocencia y la ironía de los realmente talentosos.


lunes, 15 de diciembre de 2014

¿Acertó Maurice Blanchot?, o el arte de salir chamuscado

Maurice Blanchot, El libro por venir (1959), traducción de Cristina de Peretti y Emilio Velasco, Madrid, Trotta (2005)
http://www.trotta.es/pagina.php?cs_id_pagina=13&cs_id_contenido=1937

El libro que tenemos entre manos es un compendio de artículos publicados por Blanchot en la N.R.F. entre 1953 y 1959, y tratan sobre asuntos literarios. Lectura obligada y disfrutada allá por los años de universidad. Una segunda lectura ahora pone de manifiesto la relevancia del subrayado como autobigrafía, y al poco caigo en la cuenta de la necesidad de apuntar la fecha de los sucesivos subrayados en el supuesto caso de que algún día quisiéramos reconstruir una historia personal de la lectura de ciertos ejemplares. Podríamos servirnos de diferentes colores y alguna nota aclaratoria, por ejemplo. Aunque sé que, a pesar de mi obstinación por el orden y mis tics de memoriosa, reservo para el placer el arte de la despreocupación y la improvisación y la invención. Huelga decir que ni hice ni haré tal distinción. Pero sí copiaré aquí un subrayado de entonces que sigue inquietándome:


"¿Qué puede un hombre?, preguntaba Monsieur Teste. Eso es preguntarse acerca del hombre moderno. El lenguaje, en el mundo, es por excelencia poder. El que habla es el poderoso y el violento. Nombrar es esa violencia que separa lo que es nombrado para tenerlo bajo la forma cómoda de un nombre. Solamente nombrar convierte al hombre en esa extrañeza inquietante y perturbadora que debe trastornar a los demás seres vivos e incluso a los dioses solitarios que llamamos mudos."

Blanchot dice que hay zonas en toda biblioteca que se asemejan peligrosamente al infierno y que debemos eivtarlas si no queremos quemarnos. Lo mismo podría decirse de un libro, aunque todavía dudaba si este escondía un infierno. De modo que, temeraria, me paseé por aquí y por allá y me detuve a releer artículos enteros. Por ejemplo, aquellos dedicados a la literatura del futuro, sobre todo para comprobar si lo que apuntaba Blanchot, en conversación permanente con Barthes, ha llegado a manifestarse en terrenos literarios o si por el contrario señalaba entonces una trayectoria que aún no ha sido practicada. Atención, escritores:

"La novela es con frecuencia tildada de monstruosa, aunque salvo algunas excepciones es un monstruo bien educado y muy domesticado. [...] La predominancia de la novela, con sus aparentes libertades, sus audacias que no ponen el género en peligro, la seguridad discreta de sus convenciones, la riqueza de su contenido humanista, es, como antaño la predominancia de la poesía reglada, la expresión de esa necesidad que experimentamos de protegernos contra lo que hace a la literatura peligrosa: como si al mismo tiempo que el veneno, aquella se apresurara a segregar para nuestro uso el único antídoto que permite su tranquilo, su duradero consumo. Pero quizá la literatura muere por aquello que la hace inofensiva."
La literatura será peligrosa o no será.

"[...] la literatura nunca está ahí ya, siempre está por encontrar o por reinventar."
La literatura será búsqueda o no será; será la no-literatura durante el trayecto.


Advertencia: No lea a Maurice Blanchot si no está dispuesto a salir chamuscado.


 

lunes, 8 de diciembre de 2014

César Aira y el peligro de clonar

César Aira, El congreso de literatura (1997), Barcelona, Literatura Random House (2012)
No se diga que el delirio que tenemos entre manos no está lo suficientemente argumentado, explicado, teorizado:
"[...] creo que lo más conveniente será remontarme al comienzo. Pero no el comienzo de esta historia sino el anterior, el comienzo que hizo posible que hubiera una historia. Para lo cual es inevitable cambiar de nivel y empezar por la Fábula que constituye la lógica del relato. Después tendré que hacer la 'traducción', pero como hacerlo completamente me llevaría más páginas de las que me he impuesto como máximo para este libro, iré 'traduciendo' solo donde sea necesario; donde no sea así, quedarán fragmentos de Fábula en su lengua original; si bien me doy cuenta de que eso puede afectar al verosímil, creo que de todos modos es la solución preferible. Hago la advertencia suplementaria de que la Fábula a su vez toma la lógica de una Fábula anterior, en otro nivel más de discurso, del mismo modo que del otro lado la historia sirve de lógica inmanente de otra historia, y así hasta el infinito. Y (para terminar) que los contenidos con que he llenado estos esquemas no guardan entre sí más que una relación de equivalencias aproximativas, no de significados."
Dígase en cambio que, si de congreso de literatura hablamos, en el párrafo citado aparece tanta teoría literaria que enseguida sonreímos: allí Derrida y su huella y su diferencia, allí la metáfora nietzscheana, o aquí el estilo a la manera bartheana:

"La forma que toma en mí esa metáfora [vampirismo] es especial, como digo. Lo que le succiono al prójimo al que me prendo no es dinero, ni seguridad, ni admiración, ni, pasando al rubro profesional, temas o historias. Es el estilo."
¿Necesitamos conocer el argumento, la peripecia? Nos situemos, pues: Un escritor es invitado a un congreso de literatura en Venezuela con motivo de la representación de una de sus obras teatrales. Sin embargo, el protagonista elabora un plan alternativo: clonar a Carlos Fuentes, el gran Genio de las letras, que también ha sido invitado a participar. El resultado es un delirio descomunal, un despropósito de fuga perpetua, de irse por las ramas, con ciertos pespuntes teóricos, si se quiere, y la interpretación que a cada uno venga en gana. En mi caso: ¡ojo con clonar a escritores!, que generalmente nos quedamos con las pelusas de todo eso, aunque en las pelusas se esconda el estilo.

Divertido y fresco, al mejor estilo de Aira, como un abanico.