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lunes, 8 de mayo de 2017

Alan Pauls y Stanislav Lem: el desamor es un cuento de fantasmas

Stanislav Lem, Solaris (1961),
traducción de Matilde Horne y
Francisco Abelenda, Barcelona,
Círculo de Lectores (2003)
Solaris y El pasado: Dos novelas que son cuentos de fantasmas. Dos novelas que hablan del pasado, de un amor terminado como aparición. 

*

Sabemos de sobra que Solaris es un planeta compuesto por un mar gigantesco de inteligencia superior. No hay allí individuos, sino un gran organismo de agua viva que ha tomado por objeto de experimentos a los humanos que están ahí para explorarlo. Lo que sucede es que esa inteligencia superior analiza la memoria de las personas y construye clones con sus recuerdos. Al protagonista le toca encontrarse de nuevo con la mujer que amó y que para entonces está muerta. El terror es absoluto: terror del doble, de lo inquietante (aquello que reconocemos y desconocemos al mismo tiempo), pero la necesidad de conservar a aquella criatura, tan parecida pero a la vez construida exclusivamente con sus recuerdos, lo lleva a plantearse el mantenerla con vida aunque se trate de una empresa ridícula. 
"¿Qué es un hombre normal? ¿Aquel que nunca cometió nada abominable? Bueno, pero ¿no tuvo nunca pensamientos desordenados? Quizá ni siquiera eso... Algo, un fantasma, pudo haber surgido en él alguna vez, hace diez o treinta años, algo que él rechazó, y que ha olvidado; algo que no temía, pues sabía que nunca permitiría que cobrara fuerzas, que se manifestara de algún modo. Imagínate ahora que de pronto, en pleno día, vuelve a encontrar ese pensamiento, encarnado, clavado en él, indestructible. Se pregunta dónde está... ¿tú sabes dónde está?"
Alan Pauls, El pasado,
Barcelona, Anagrama (2003)
Pero Solaris no deja de ser una novela de ciencia ficción. El pasado, en cambio, practica una maniobra mucho más arriesgada. Allí se nos cuenta la separación en buenos términos de Rímini y Sofía. Tanto duró su relación que hasta el divorcio es amoroso. Rímini se propone hacer borrón y cuenta nueva, porque cree fervientemente que solo el olvido le permitirá entablar una nueva relación. Pero Sofía se le aparece constantemente, y lo enrarecido de las situaciones, del tipo pesadilla recurrente de la que no puede despertar, va insertando elementos fantasmales y terroríficos en una trama que en un principio parece del todo realista. Rímini comienza a desintegrarse: si la olvida a ella olvidará también gran parte de su propia experiencia, como si se cortara un brazo de cuajo, como si perdiera capacidades que aparentemente le correspondían solo a él. Pero Sofía se sale con la suya (y he aquí el susto).
"[...] Sofía esa Sofía viva, orgánica, tan presente que ni aun suprimiéndola había dejado vacante el espacio físico que ocupaba en el mundo estaba hecha del mismo material [...] del que estaban hechos, uno por uno, todos los espectros del pasado que lo habían visitado durante la noche en la comisaría. Un material plano, sin dimensiones, pero incesante, y sobre todo indestructible: el material de que están hechos los muertos." 
Dos novelas buenísimas, por cierto, filosóficas, aunque de muy diferente manera. Dos novelas que emocionan y dan miedo al mismo tiempo.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Adolfo Bioy Casares y la felicidad

Vivos están los personajes de Bioy Casares. Desesperados, también, pero con una desesperación para nada agobiante. ¿Qué quiero decir? Que vacilan entre la despreocupación y la inquietud. Que confían y desconfían a un tiempo. Las cavilaciones son constantes, pero poco insidiosas. Estos personajes adoran a las mujeres, aunque podría decirse que de una manera algo avejentada, en concreto: sus mujeres son tontas, pero sobre todo adoran celebrar que la tonta les haga caso.

Entre la vigilia y la pesadilla, de cierto aire kafkiano o Machado de Assís, los escenarios se van enrareciendo, pero sin perder la felicidad. Un humor moderado recorre su obra, el humor del héroe que duda y que se equivoca. El tocado por la suerte a veces, lo que generalmente termina por pagarse con un golpe de mala fortuna.


*

Dormir al sol (1973) cuenta la historia de un relojero que se ve obligado a internar a su mujer en un frenopático. Son los otros personajes los que van moldeando sus pensamientos y van tomando las decisiones que le sobrevienen, por lo que la desconfianza y la impotencia recorren el libro entero.





"A mí la idea de mudarme, siempre me contrarió. Siento apego por la casa, por el pasaje, por el barrio. La vida ahora me enseñó que el amor por las cosas, como todo amor no correspondido, a la larga se paga."


La historia es descabellada, pero no desde el principio. Va adquiriendo ese aspecto onírico poco a poco sin perder el sentido del humor. Como diría uno de sus personajes, se trata de un "disparate acuático", es decir, un sinsentido que transcurre hacia la rareza, aunque las acciones parecen concatenantes. Una sucesión de escenas que devienen absurdo.

"Sin ir más lejos, pensá en política. / —¿Qué tiene que ver la política? / Traté de explicar la diferencia entre la política y mi apego por Diana. Me interrumpió: / Sin ir más lejos, pensá en las elecciones y en las revoluciones. La mitad de la población está satisfecha y la otra, desesperada."

*


Completo la celebración con dos libros de relatos: Una muñeca rusa (1990) y El lado de la sombra (1962).

Allí tenía marcadas algunas frases:

(De Una muñeca rusa)

"Cuando ellos tardan es porque no pudieron llegar antes; cuando yo tardo, es porque soy sudamericano." ("Una muñeca rusa")

"Estoy seguro de que llegaron a esa interpretación por el solo hecho de desearla. Si como alguien sostuvo, en cualquier libro el lector lee el libro que quiere leer, estas funciones del Politeama prueban que podemos decir lo mismo del público y de las obras de teatro." ("Catón")

"Pienso: 'Parece contento, aunque no hay razón para que lo esté. Vive, como yo, entre europeos hostiles, por más que lo disimulen. Hostiles a quienes juzgan diferentes.'" ("El navegante vuelve a su patria")


(De El lado de la sombra)

"El novelista repliquédebe ejercer la imaginación en la obra, pero en la vida, ¡por favor!, déjenos elegir cualquier expediente fácil. Le digo más: conviene Mar del Plata porque es pan comido; no andaré alelado, buscando puntos de interés, ni me distraeré de la novela." ("La obra")

"Fuera de las mantas respiraba con libertad, pero en compensación oía a la pareja. ¿Qué murmuraba ahora la peruana? Suspiraba en voz ronquísima: 'Me muero me muero me muero me muero'. Casi le grito: 'Ojalá y de una vez, por favor'. Busqué refugio en El diablo cojuelo; seguía oyendo. Busqué refugio en el sueño; apagué la luz, cerré los ojos, traté de abstraerme; seguía oyendo." ("Un viaje o El mago inmortal")