rumiar la biblioteca: Gustavo Faverón Patriau
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lunes, 20 de febrero de 2023

Gustavo Faverón Patriau o el detective aficionado

 

Gustavo Faverón Patriau, El Anticuario, Avinyonet del Penedés, Candaya (2015)

https://www.candaya.com/libro/el-anticuario/

Daniel, un anticuario amigo del narrador, ha matado a su mujer y ahora está internado en un hospital psiquiátrico. Nadie entiende cómo ha podido pasar eso, aunque es cierto que el amigo era un tipo extraño. Tal vez verdaderamente se había vuelto loco. Así, el narrador quiere comprender cómo ha llegado a cometer un acto tan deleznable y decide visitarlo en el hospital. Las conversaciones con Daniel son enigmáticas, como si su amigo quisiera que él descubriese algo. Además, el narrador comienza a tirar del hilo por su cuenta como un detective aficionado, y va preguntando aquí y allá a todos los que lo conocían y conocían a Juliana, su mujer. 

"Y entonces, dijo Pastor, fue cuando Daniel pronunció esa frase horrorosa que jamás seré capaz de olvidar: he matado a Juliana, dijo, la acabo de matar, con un cuchillo, dijo, con este cuchillo de acá, y me acercó el puño cara arriba y fue abriendo los dedos hasta dejar la palma extendida, y no tenía nada en la mano, Gustavo, pero miraba el vacío entre sus falanges con fijeza, como diciendo esta es la prueba material de mi crimen."

De ese modo, la novela va tejiendo historias engarzadas con más historias, y todo salpicado de otras pequeñas historias intercaladas, cuentos del propio Anticuario que va explicando los libros que lee, si no acaso su propia vida. El Anticuario es un noir de libros donde la literatura es acertijo y también arma de delito.

lunes, 22 de agosto de 2022

Gustavo Faverón Patriau: puentes, trampas, cárceles


Gustavo Faverón Patriau, Vivir abajo, Avinyonet del Penedés, Candaya (2019)

https://www.candaya.com/libro/vivir_abajo/

Un periodista está investigando la historia de un tal George Bennett, cineasta, asesino de un integrante de Sendero Luminoso. Es un tipo misterioso a más no poder. Además, hay otro tipo que se llama exactamente igual: parece que es el padre. El periodista viaja a la ciudad natal de George, en Estados Unidos. Ahora es la voz de Laura Trujillo quien nos cuenta la historia de George, a quien conoció de niño, pero para contarnos la historia de la infancia de George, tiene que contarnos su propia historia. Su marido está loco: es un excombatiente de la guerra de Yugoslavia y ha visto (y hecho) cosas espantosas. La propia Laura sufrió muchas cosas: ha pasado por las manos de un exnazi que la llevó derechito a la oscuridad. Pero el padre de George tampoco se queda corto. Hace cosas extrañamente perturbadoras en el sótano. Por si fuera poco, es uno de los arquitectos de los edificios donde se llevan a cabo las torturas de la tan espantosa historia de Latinoamérica. Un hilo conductor del horror: nazismo, CIA y Operación Cóndor, guerras interminables, la misma gente orquestándolo todo, el mismo mal abyecto. Cuando George descubre todo el espanto de su propio padre, sale al mundo a vengar sus atrocidades. Ahora es un narrador en tercera el que nos cuenta el periplo de George. Viaja a Paraguay, a Argentina, a Chile. Hace películas. En Paraguay conoce a un poeta y una cineasta: se enamora de ella y empieza a perseguirla. Ella es su deseo, su motor. George intenta vengar la desgracia de la chica. Después intenta vengar la desgracia de Laura Trujillo. Por último es el periodista quien intenta recopilar todo lo contado. Intenta explicarnos el horror, pero para conocerlo, ha de sufrirlo en carne propia.

Evidentemente que una novela tan enorme es sin duda imposible de resumir. Vivir abajo es una experiencia. Uno no la lee, la atraviesa. Intenta cruzarla como se cruza un puente que se tambalea. Con un imaginario, una estructura y un fraseo que nos recuerdan a Bolaño, asistimos al horror de las dictaduras latinoamericanas, conocemos a poetas, rockeros y fantasmas, a mucha gente loca, a mucha gente mala.

"Cuando eres joven y empiezas a escribir, crees que eres una especie de arquitecto que construye puentes para que la gente los cruce, para que la gente vaya del lugar desolado donde vive a un lugar lleno de vida donde se abolirá la desolación. Con el tiempo te das cuenta de que no es así. Los puentes que construyes son, inevitablemente, demasiado frágiles. Se rompen apenas alguien trata de cruzarlos. Los ves caer y sabes que el poema que escribiste era una trampa mortal. Después lo haces de nuevo, solo que ahora eres consciente. Ese es tu oficio. Es una cadena infinita: dispones el puente (escribes el poema), te escondes, esperas, ves que alguien trata de cruzarlo, ves que el puente se rompe y asomas para escuchar lo que grita la gente al desbarrancarse, antes de hacerse añicos contra las piedras o ahogarse en el río al fondo de la quebrada. Eso que gritan, eso que los escuchas gritar, en el instante de la muerte, ese es el sentido del poema. Entonces lo entiendes, y con esos materiales construyes el próximo puente, que es otra trampa. En verdad, más que una trampa, o un puente, el poema es como la entrada de una cárcel de la que nadie sale vivo..."