rumiar la biblioteca: Cristina Rivera Garza
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lunes, 25 de noviembre de 2024

Cristina Rivera Garza o escribir es político

 

Cristina Rivera Garza, Los muertos indóciles (2013), prólogo de Jorge Carrión, Bilbao, Consonni (2021)

https://consonni.org/es/publicaciones/los-muertos-indociles-necroescritura-y-desapropiacion

Necesario este libro de reflexiones acerca de lo que significa escribir en la era de las nuevas tecnologías, pero sobre todo de lo que significa escribir cuando el escritor ha bajado definitivamente de la torre de marfil y ya no se considera un genio inspirado sino un reescritor, pues asume que el hecho literario es más bien una cuestión de artesanía y oficio, una conversación con todo lo que ya se escribió, una manera de leer (tal vez la más productiva), un ser consciente del otro en la creación: palimpsesto sin duda, pero también comunicación. Escribir es político, viene a decirnos Rivera Garza: que nuestra escritura refleje también este mundo nuevo que habitamos, que imaginamos posible.

"¿Dices que el pasado se instauró en el poder pero sigues hablando de la originalidad como baluarte literario? ¿Te preocupa el estado de las cosas pero cuando escribes crees que la estética no va con la ética? ¿Estás dispuesta a transformar el mundo pero cuando narras te persignas ante la divina trinidad inicio-conflicto-resolución? ¿Te diviertes escribiendo como un loco o un niño pero a eso lo llamas ejercicios o apuntes y nunca 'literatura'? ¿Eres un as en las redes y haces mucho copy-paste pero cuando narras lo único que te preocupa es la verosimilitud? ¿Quieres trastocarlo todo pero te parece que el texto publicado es intocable? En resumen: ¿Estás en contra del estado de las cosas pero sigues escribiendo como si en la página no pasara nada?" 

lunes, 8 de mayo de 2023

Cristina Rivera Garza: amor, revolución, lenguaje, locura

 

Cristina Rivera Garza, Nadie me verá llorar, Barcelona, Tusquets (1999)

https://www.planetadelibros.com/libro-nadie-me-vera-llorar/88601

Joaquín es fotógrafo. Se especializó en fotografiar a locos, un trabajo rutinario como cualquier otro, como los que hacía antes: fotos de prostitutas, fotos de muertos. Estamos en México a principios del siglo XX. Joaquín es morfinómano y está obsesionado con una interna, Matilda, pues sospecha que ya la conoce del pasado, de un burdel. Intenta desentrañar su identidad, saberlo todo, tanto, que hasta se confiesa con el jefe del manicomio, Eduardo. Le cuenta sus cuitas de amor, hablan de mujeres, de sus obsesiones. Y escucha las historias de Matilda, que se ven mezcladas con los cambios políticos.

Al poco nos vamos dando cuenta de que el verdadero protagonista es el lenguaje. No solo porque Rivera Garza lo trabaja con precisión, con verdad rara, con extrañamiento de la percepción, sino porque la locura y el lenguaje siempre van juntos, porque el lenguaje es síntoma. 

"Hay ciertos términos que, en cambio, lo hacen sonreír con una arrogancia difícil de ocultar: los diagnósticos de 'imbecilidad', 'psicosis masturbatoria', 'susto', 'locura razonada', entre otros. Cada vez que los encuentra al final de los interrogatorios coloca signos de interrogación entre ellos, y luego de descartarlos, añade una nueva terminología con su pluma fuente. 'Toxicomanía', 'histeria', 'esquizofrenia'. Esos son los nuevos nombres para quienes han perdido el deseo por la vida."

Sumemos a esto la estructura de la novela: entretejida con informes reales sobre los locos, en tipología distinta, con fragmentos y voces y puntos de vista que van alternándose, Nadie me verá llorar se va armando como un puzle que primero parece psicótico, desmembrado (¿y acaso no se nos presenta así la realidad, acaso no aprendemos desde niños a colocar las cosas según un orden compartido?) y a medida que leemos se va montando, va construyendo sentido.

lunes, 29 de marzo de 2021

Cristina Rivera Garza o la novela como enigma

 

Cristina Rivera Garza, La cresta de Ilión (2002), Madrid, Tránsito (2020)

https://editorialtransito.es/producto/la-cresta-de-ilion/

Pocas novelas tan enigmáticas y adictivas como esta de Cristina Rivera Garza, escrita en primera persona por un narrador de esos que son de poco fiar. Arranca contándonos que trabaja en un hospital de moribundos en la frontera, y que una noche se le aparece una mujer en la casa chorreando agua y que se le instala sin muchas explicaciones. Ella va diciendo que es una desaparecida y él sabe que la desaparición es una enfermedad contagiosa. Enseguida uno piensa que la novela irá de inmigración o feminicidios, pero la cosa se va tornando sumamente inquietante porque el narrador también tiene una amante y las dos se complotan contra él (o al menos así nos lo cuenta). Después pareciera que el tipo está loco, o al menos que tiene serios problemas de identidad. Todo esto viene contado con una precisión y ritmo fascinante, como si las palabras estuvieran vivas.

"Soy un hombre al que se le malentiende con frecuencia. Supongo que eso se debe a mi desorden verbal, a la manera casi patológica en que se me olvida mencionar algo fundamental al inicio de mis relatos. Muy seguido cuento cosas asumiendo que el interlocutor conoce algo que, con el tiempo, me doy cuenta de que desconoce por completo. No he dicho, por ejemplo, que esa noche de tormenta yo esperaba a otra mujer en casa. Y que esa espera, por lo demás nerviosa, fue en realidad la razón por la cual dejé el libro sobre la mesa y me incorporé con desgano hacia la puerta. Se me olvidó mencionar que la sorpresa de enfrentar el rostro que no esperaba fue tanta que me impidió cualquier razonamiento habitual. Sin esta explicación, ustedes podrían creer que estaba aburrido pero, a la vez y precisamente por esa causa, listo para algo nuevo. En realidad sí estaba aburrido, pero de la vida en general y, más particularmente, del invierno, y a esas alturas solo estaba listo para recibir, y eso con suma dubitación, a la Traicionada."