rumiar la biblioteca: Andrés Neuman
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lunes, 6 de enero de 2020

Andrés Neuman, explorador anatómico

Andrés Neuman, Anatomía sensible, Madrid, Páginas de espuma (2019)
http://paginasdeespuma.com/catalogo/anatomia-sensible/

Un explorador de la anatomía, Neuman, ordenada de manera algo caprichosa, con reminiscencias girondinas y cortazarianas, saltando las zonas como le place en prosa poética:
"Del pentagrama de la frente, cuelga una clave de sol. Por forma y contenido, la oreja pide música." ("Oreja caracol")
humorística:
"¿No resulta sospechoso que su tamaño coincida con el de un dedo?" ("Ocupaciones del ombligo") 
política: 
"Numerosas mujeres se acomodan con los dedos el peinado, abriéndolo en arpegios, y otros tantos hombres lo reafirman con la palma de la mano para que no se les disperse la simetría. En esa mínima, abismal diferencia cabe la historia entera de nuestra educación." ("Revoluciones del cabello")
y absurda: 
"Se desaconseja analizar una mano para corroborar las propias opiniones. Dicho menester le corresponde a la crítica literaria." ("Reprobación del brazo y alabanza del codo")
a partes iguales. Aquí el cuerpo se despliega como mapa del estilo y erótica del alma, que lo transita todo. 
"El alma es una obra de vanguardia sin autor. Metaboliza imágenes y segrega visiones veinticuatro horas al día. Verbigracia, una selva donde crecen aviones y adverbios. Un glaciar engarzado en un anillo. Un volcán emitiendo acordes mayores. Una montaña de espejos cuya altura refleja la de su escalador. Una catarata que es un pentagrama que es un sistema ferroviario. Un mar donde las olas rompen desde los cuatro puntos cardinales. Un atardecer blanco." ("Multicuerpo del alma")

lunes, 2 de abril de 2018

Andrés Neuman o el deseo narrativo nunca descansa

Andrés Neuman, Fractura, Barcelona, Alfaguara (2018)
https://www.megustaleer.com/libro/fractura/ES0157295

El señor Watanabe, superviviente de Hiroshima, viaja al epicentro del terremoto de Fukushima, es decir, se dirige hacia el mar. ¿Qué encuentra en el centro? Un pueblo fantasma a lo Pedro Páramo, donde solo quedan viejecitos que no han querido marcharse de allí. No le temen a la muerte estos ancianos, tal vez ya habitan la muerte. La muerte es el vacío y en el vacío no hay nada. El centro está vacío; el sentido carece de sentido.
"Descubrió que tenía miedo al vacío. Y se quedó de lo más decepcionado, porque en su familia le habían enseñado que el vacío era el verdadero sentido de la vida. [...] el vacío debería ser una actividad en sí misma."
Pero también es un viaje en dirección a todo aquello que se fractura: la identidad, el lenguaje, la memoria, la destrucción del siglo XX, la catástrofe nuclear. Fractura es un recorrido por la memoria de la catástrofe en cinco países: Japón, Francia, Estados Unidos, Argentina y España. También una exposición de voces de esos cuatro países y sus respectivas traducciones. Las mujeres de Watanabe se prestan a ser entrevistadas por un periodista argentino, Pinedo, a propósito de Watanabe, ese superviviente. Los lectores conocemos a Watanabe a partir de esas cuatro voces (muy bien logradas, por cierto). Pero también conocemos a Watanabe por ese narrador poético que lleva a Watanabe hacia el vacío, el no-sentido, el delirio afantasmado. Watanabe, que es un puzle o "de varias partes en parte", funciona como la excusa para desplegar ese "deseo narrativo que nunca descansa".
"Tenía la ilusión de la mezcla, que quizá te lleva a la soledad por caminos distintos al exilio."

Pero todo esto se despliega en una estructura que avanza como ondas expansivas: el centro de la novela, la escena en que Watanabe está mirando un documental de Chernóbil y emborrachándose, va cubriéndose de capas, pero eso solo lo sabemos al final. Fractura es una de esas novelas que también "narran" con su estructura, es decir: la trama se refleja en la manera en que ha sido construida.
"Eso explicaría, especula Watanabe, la relativa fluidezmuy relativa que él ha alcanzado para narrar su experiencia. Las ondas expansivas del silencio, los mapas de los caídos por las bombas, las zonas de evacuación: un problema de círculos concéntricos."



lunes, 4 de abril de 2016

Mapa del nuevo cuento latinoamericano III

[Artículo publicado en Quimera. Revista de Literatura, n.º 387, febrero de 2016: http://www.revistaquimera.com/2016/01/20/no-387-febrero-de-2016/]

Boom 2.0, microficción y el arte del monólogo


Andrés Neuman (Hacerse el muerto, Páginas de Espuma): De prosa talentosa y eufónica, brillante y poética, Neuman lo practica todo: sigue la tradición del boom latinoamericano, sobre todo en su vertiente cronopia, es decir, la del absurdo, pero también desarrolla el monólogo humorístico con soltura y la poética del haiku o microficción. No suele transitar demasiado el realismo tal como solemos entenderlo.



Isabel Mellado (El perro que comía silencio, Páginas de Espuma): Su prosa es corta y precisa, contundente y sorprendente, poética. Parece preferir la microficción, en la que no abunda la acción sino más bien la descripción de escenas. Mellado trabaja con las voces de los que no tienen voz: un espejo, instrumentos musicales, diferentes animales, etcétera.


Andrea Jeftanovic (No aceptes caramelos de extraños, Comba): De prosa poética como una suave marea en vaivén, de aire cortazariano, Jeftanovic aborda mediante intensos monólogos las relaciones de pareja y las de padres e hijos. Profundiza en la temática del amor, el deseo instintivo, la sexualidad, pero también en la inocencia de esas voces de niñas y niños que caminan siempre por el filo de lo moralmente ambiguo. Pareciera que a Jeftanovic le interesa explorar los límites imprecisos, la perversidad inocente y las categorías desdibujadas.

Antonio Ortuño (La Señora Rojo, Páginas de Espuma): Ortuño nos presenta a narradores marcadamente masculinos que se ven inmersos en situaciones de perdedor a través de monólogos que exponen la queja con una prosa bastante burlona.

Diego Trelles Paz (Adormecer a los felices, Demipage): De prosa prolija, correcta, con tildes de oralidad que le otorgan frescura, Trelles Paz trabaja con bastante acierto el monólogo de personajes que generalmente son literatos de algún tipo: poetas, novelistas, aprendices, talleristas, etcétera. 


A vista de pájaro: otros libros de cuentos publicados

Los cuentos de Wilmer Urrelo Zárate (Todo el mundo cumple sus sueños menos yo, El Cuervo) son noir y derrochan violencia. Inés Mendoza (El otro fuego, Páginas de Espuma) trabaja con frescura el monólogo y la tradición más cortazariana. Ernesto Escobar Ulloa (Salvo el poder, Comba), con prosa clásica y prolija, se adentra en situaciones políticas del reciente pasado peruano y en las injusticias o los también llamados “daños colaterales”. Mariana Graciano (La visita, Demipage), mediante una prosa sencilla, oral y de frases cortas siempre en tiempo presente, trabaja con la mirada infantil para narrarnos escenas cortas de la vida cotidiana donde se inmiscuye cierta extrañeza apenas insinuada.   


La serie completa:
Mapa del cuento latinoamericano I
Mapa del cuento latinoamericano II
Mapa del cuento latinoamericano III 

lunes, 24 de noviembre de 2014

Andrés Neuman y la música

Andrés Neuman, Hacerse el muerto, Madrid, Páginas de espuma (2011)
http://paginasdeespuma.com/catalogo/hacerse-el-muerto/

Leo a Neuman como si escuchara un disco. Mentira: leo a Neuman salteando, porque soy de esa especie, como si discjockeara el libro. Con ánimo de canapé. Con vicio de Macedonio. Con rebeldía: me hago la viva, reivindico la voluntad de leer a mi antojo. Porque "Mucho más urgente que noquear al lector es despertarlo". Eso dice Neuman. El de la prosa eufónica.También dice que "Nos hemos puesto tan hiperhibridantes, que pasado mañana haremos una revolución purista".

Leo y no todo me eleva o me abstrae o me hace flotar o me deleita, pero sí lo consiguen piezas como  "Una rama más alta", "Breve alegato contra el naturalismo postal", "Anabela y el peñón", "Monólogo de la mirona" y "Madre música". Sobre todo "Madre música", acaso el alma del libro, como el alma de algunos instrumentos de cuerda:

"Acabo de soñar con mi madre. La escena (si los sueños son escenas y no su imposibilidad) sucedía en un auditorio de Granada. En el último lugar donde tocó el violín. Era un concierto de Mozart. Yo la escuchaba sentado entre el público. Mi madre iba vestida de calle. Con el pelo muy corto, sin teñir. Desafinaba a menudo. Cada vez que lo hacía, yo cerraba los ojos. Cuando volvía a abrirlos, ella me miraba fijamente desde el escenario y sonreía con placidez. Al despertar, por un instante, me ha parecido que mi madre estaba intentando enseñarme a disfrutar de los errores. El tiempo nos deja huérfanos. La música nos adopta."
Hace un tiempo escribí un post sobre Fogwill, Perec, los sueños y la música. Si hubiese conocido esta pieza, la hubiese incluido allí, sin duda.



lunes, 9 de junio de 2014

Eros/Tánatos: Neuman, Bolaño, Bataille

Roberto Bolaño, El gaucho insufrible,
Barcelona, Anagrama (2003)
Follar es lo único que desean los que van a morir. Follar es lo único que desean los que están en las cárceles y en los hospitales. Los impotentes lo único que desean es follar. Los castrados lo único que desean es follar. Los heridos graves, los suicidas, los seguidores irredentos de Heidegger. Incluso Wittgenstein, que es el más grande filósofo del siglo XX, lo único que deseaba era follar. Hasta los muertos, leí en alguna parte, lo único que desean es follar.




George Bataille, Las lágrimas de eros (1971),
trad. de David Fernández,

Barcelona, Tusquets (1997)

A decir verdad, el sentimiento de incomodidad, de embarazo, con respecto a la actividad sexual, recuerda, al menos en cierto sentido, al experimentado frente a la muerte y los muertos. La "violencia" nos abruma extrañamente en ambos casos, ya que lo que ocurre es extraño al orden establecido, al cual se opone esta violencia. Hay en la muerte una indecencia, distinta, sin duda alguna, de aquello que la actividad sexual tiene de incongruente. La muerte se asocia a las lágrimas: tanto el objeto de la risa como el de las lágrimas se relacionan siempre con un tipo de violencia que interrumpe el curso regular, el curso habitual de las cosas. Las lágrimas se vinculan por lo común a acontecimientos inesperados que nos sumen en la desolación, pero por otra parte un desenlace feliz e inesperado nos conmueve hasta el punto de hacernos llorar. Evidentemente el torbellino sexual no nos hace llorar, pero siempre nos turba, en ocasiones nos trastorna y, una de dos: o nos hace reír o nos envuelve en la violencia del abrazo.




Andrés Neuman, Hablar solos,
Madrid, Alfaguara (2012)
Después de aclarar mis dudas médicas, él permite que me desahogue. Me observa llorar desde la distancia justa: ni demasiado cerca (para no invadirme) ni demasiado lejos (para no desampararme). En ese punto se abstiene de intervenir. Solo me mira y, de vez en cuando, esboza una sonrisa. Diría incluso que hay cierto amor en ese silencio suyo. Un amor puede que enfermo, como impregnado de la materia con la que trata. Cuando se me acaba el llanto, me asalta la sensación de estar desabrigada. Entonces Ezequiel sí viene a protegerme, me da calor, me abraza, me besa el pelo, me susurra al oído, me acaricia, me aprieta, me mete la lengua en la boca, me desviste, me araña, se restriega contra mí, me rompe la ropa interior, me muerde entre las piernas, me inmoviliza los brazos, me penetra, me viola, me consuela.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Andrés Neuman, el heredero

Andrés Neuman, El fin de la lectura, Santiago de Chile, Cuneta (2011)
http://www.editorialcuneta.com/plan-maestro/

El heredero, digo, porque desde luego que se puede afirmar sin temor a equivocarse que Andrés Neuman, al menos hasta el momento, es ese que ha tamizado y nutrido y bien rehecho la tradición boom sur-rioplatense, sobre todo el hilo onettiano-cortazariano-bolañista, como un bañista, y digo esto y pienso en esa pieza maestra incluida en esta selección de cuentos: "Alumbramiento", una delicia, el goce del que hablaba Roland Barthes, porque es texto de placer y de goce, tal y como lo define Barthes, el placer de sentarse a leer en el sillón con la manta y la taza de té y el goce de verse completamente desestabilizado, como si el suelo hubiese desaparecido junto a la manta y al té, y si nos fijamos bien hasta el sillón se ha desmaterializado, de modo que flotamos bien agarrados a las páginas, y no deje usted de leer que si mira allá abajo, aunque la niebla no permita distinguir si es valle, roca o río (ojalá que sea un río bien hondo me digo con la boca chica queriendo mirar aunque sin dejar de inmantar la vista a la letra de acero) y menos mal que me concentré y no miré y sobre todo no me solté, y por eso estoy acá cómodamente sentada escribiendo sobre cómo se vence el vértigo de la página neumaniana.  

Hacia el final de esta selección de miniaturas, dirían los músicos, asistimos a un avance de nuevos textos y otras formas de practicar el vértigo en su propia escritura que resultan estimulantes, porque da la sensación de que su estilo se depura, se torna translúcido y limpio, deviene soplo de algo honesto y cierto.

Dejo aquí para el curioso una interesante entrevista a Roland Barthes del año 1973, cuando ni Neuman ni yo habíamos nacido. Desde luego que al título de la antología, El fin de la lectura (título a su vez de uno de sus cuentos), le iría mejor un vídeo de Blanchot, no lo discuto, y hasta se podrá pensar que utilizo a Andrés Neuman para hablar de Roland Barthes, y puede que sea cierto, aunque no creo que a Neuman le disguste. 



O quizá sea mejor pensar que hablo de Andrés Neuman con la ayuda de Roland Barthes, por eso aprovecho para dejar otro vídeo del amante de las microformas (o las miniaturas), según confiesa él mismo, aunque Roland Barthes esté ya muerto.

http://cervantestv.es/2013/05/30/andres-neuman/