rumiar la biblioteca: Damián Tabarovsky
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lunes, 25 de julio de 2022

Damián Tabarovsky o narrar es comentar

 

Damián Tabarovsky, El momento de la verdad, Buenos Aires, Mardulce (2022)

https://www.mardulceeditora.com.ar/wp/product/el-momento-de-la-verdad/

Un narrador que observa desde "la mira", tal vez un panóptico, pero no, porque no sabemos si lo mira todo, no es del todo un narrador omnisciente. Un narrador sin cuerpo que solo es mente, o mejor, que solo es escritura: comentarios y razonamientos y devaneos sobre cómo eso que es podría ser. 

Así, leemos por ejemplo reflexiones sobre la escritura ("Pensar y escribir son lo mismo (se piensa con la punta de los dedos)"); sobre el mercado ("el discurso de nuestro enemigo que se propaga por todos los canales para volverse sentido común"); sobre la memoria ("Tal vez sea la memoria lo que le restituye al pasado su incompletud, y lo vuelve así posible para nosotros"), sobre el acto de narrar ("Narrar es comentar, es un comentario interpretativo [...]. La interpretación es un arma"). 

Un libro, por supuesto, a caballo entre lo narrativo y lo ensayístico, o entre lo narrativo, ensayístico y programático:

"Cae una hoja de un árbol y entretanto, ante la mira, pienso que tal vez no hice otra cosa en mi vida que escribir manifiestos. Proclamas. O, mejor dicho, programas. El aspecto programático de toda narración, de todo pensamiento: si falta eso, el texto ya no tiene interés para mí."

Pocos autores como Tabarovsky consiguen desnudar al narrador de toda figuración y construir una narración que concatena ensayo, reflexiones sobre qué significa escribir y cómo la literatura es capaz de convertirse en arma contra el mercado.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Damián Tabarovsky: Un fantasma del futuro

Damián Tabarovsky, Fantasma de la vanguardia, Buenos Aires, Mardulce (2018)
http://www.mardulceeditora.com.ar/ensayo.php

[Publicado en Revista de Letras, el 09/11/2018]

En la línea de Literatura de izquierda (2004), o mejor, como la continuación de dicho programa para el futuro de la literatura, nos llega Fantasma de la vanguardia (Mardulce, 2018) de Damián Tabarovsky (Buenos Aires, 1967), un ensayo que toma la forma de manifiesto o de discusión polémica y cuya lectura provoca eso mismo en quien lo tenga entre manos (cosa, por otra parte, que debería conseguir todo ensayo que se precie): un replanteamiento de los postulados con que tendemos a pensar la literatura, su papel en el mercado, su circulación y publicación, y la posibilidad de construir una literatura que desestabilice el presente y dialogue con el porvenir.
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lunes, 26 de diciembre de 2016

Damián Tabarovsky o cómo narrar post-desaparecidos

Damián Tabarovsky, El amo bueno, Buenos Aires, Mardulce (2016)
http://www.mardulceeditora.com.ar/ficcion.php

[Publicado en Revista de Letras el 23/12/2016]
“Es difícil oponerse al amo bueno, la violencia que ejerce ya no es violenta, al contrario, es una violencia pacífica, la fuerza tranquila, el método del diálogo, el consenso hueco, la conversación como horizonte último de la época.”
Que nadie se espere de El amo bueno de Damián Tabarovsky (Buenos Aires, 1967) una novela al uso, es decir, una novela como un espejo a lo largo del camino. Aquí hay espejo pero está dentro del discurso. O también: un espejo refractado y enseguida reconstruido de varias cosas: el pensamiento, la memoria, el lenguaje, varios fantasmas de la historia. El amo bueno es la narración de un discurso reflexivo (en el sentido de reflexión pero también de reflejo). Esto es: un devenir más bien ensayístico de ciertos pensamientos que van hilándose como se hilan los devaneos: por vasos comunicantes, por recurrencias, por contraposición.

lunes, 14 de abril de 2014

Damián Tabarovsky y la paradoja

Damián Tabarovsky, Una belleza vulgar, Barcelona, Caballo de Troya (2011)
http://www.megustaleer.com/ficha/CT94807/una-belleza-vulgar

Esto es una broma, dice Tabarovsky, una hoja de plátano que cae al vaivén del viento, y mientras cae se describe la ciudad, los edificios, los vecinos que habitan la calle Thames. Prohíbete narrar y apáñate con el resto: hiperdescribe o hiperreflexiona, y evita enlazar historias.

Eso suena a monsieur Teste, a instrucciones de uso, a hoja sin atributos. Eso suena a tentación de alegoría: la ciudad es el texto, la hoja es la Literatura, el viento es la inercia de seguir leyendo. Pero no, nos advierte Tabarovsky, "El relato de la hojita es el relato sin metáfora. Es la historia literal. La historia porque sí. Y nada de lo que dice, dice otra cosa". Olvídalo, piensa en la hoja.

Sigue a la hoja, me ordeno, pero en mi rumiar se transforma en otra cosa: la tentación de la hiperinterpretación. Porque este texto se sostiene siempre y cuando construyamos o al menos nos veamos seducidos por lo hacedor: déjame hilvanar otro texto-lectura a mi antojo. ¿Una historia de la literatura por capítulos? Qué vicio. Pero tú sigue la hoja, me repito, ahora me obligo, y recuerda la literatura de izquierda, la que sabe que puede fracasar.

"Quizá haya que inventar una literatura y un arte que creen novedad no como una ruptura que borra las huellas del pasado, sino como la introducción de paradojas en los discursos existentes, en el discurso del presente. Una política literaria de vanguardia podría ser esta: encontrar paradojas allí donde no se ven, introducirlas allí donde no están."

Más que de la hoja, aquí se habla del viento: la rutina de seguir leyendo, el movimiento.





lunes, 2 de septiembre de 2013

Del lector como exiliado

La temática sobre el escritor y el exilio es abundante; ahora recuerdo dos textos deliciosos: Múltiples moradas, de Claudio Guillén o Nosotros y los otros de Tzvetan Todorov. Pero ¿qué pasa si pensamos al lector desde el exilio?

¿Qué pasa si abordamos la lectura como una viaje, o mejor, como un haber viajado y haberse instalado en otro territorio (el texto), y desde allí, dentro del texto, entedemos el texto en sí (porque todas las claves del texto suelen estar dentro del texto, las pistas en el escenario del crimen, por usar una metáfora detectivesca), y no como suele hacerse, fuera del texto, frente al texto o, con mayor frecuencia aún, sobre el texto, por encima del texto (de esa manera podemos hablar del gusto, podemos enjuiciarlo según nuestros criterios: la novela me ha gustado, la novela no me gusta en absoluto)?

Porque todo escritor que practique la "literatura de izquierda", según la terminología de Damián Tabarovsky, es decir, la que "sabe que puede fracasar", dejará las pistas que evidencian los materiales con que la obra fue construida, y es ahí donde el lector rumiante debe indagar.

El rumiar se inmiscuye en el texto, no se enfrenta a él, se deja abrazar por el texto, transcurre rodeado por él y espera a comprenderlo, y, sobre todo, espera los disparos de ese texto: los que apuntan a sí mismo (sus claves) y los que apuntan a las tierras de donde venimos (ese nosotros: la tradición literaria en la que estamos inmersos, como lectores, como escritores).

De modo que el lector como exiliado.

Pero no como dijera Roland Barthes, en el sentido de alejado o desterrado o apartado; ni tampoco como sujeto que desea el texto (su objeto) y que se entrega al placer de ejecutarlo, sino como ese que vive y medio está asimilado en una tierra donde no ha nacido, que se ha diluido, que practica ese punto de vista anfibio, que es mitad lector-sujeto y mitad lector-objeto, es decir, que es deseado por el texto mismo, al que aceptamos, al que nos entregamos.