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lunes, 25 de enero de 2016

Hablemos de Angélica Gorodischer

Angélica Gorodischer, Opus dos (1966), Barcelona, Ultramar (1990)

Elijo Opus dos porque no es fácil leer a Angélica Gorodischer en España, no solo es difícil sino casi imposible y diré que ese otro libro Kalpa imperial editado por Gigamesh no es mejor que este o al menos no ha despertado en mí mayor extrañeza que este y eso es lo único que le pido a la ciencia ficción teniendo en cuenta que no soy asidua lectora del género. Algo pispeé de Bajo las jubeas en flor (cuentos ciencia ficción con toques surreales, entre los cuales el mejor es "Bajo las jubeas en flor" que cuenta la historia de un no terrícola que es apresado en una especie de cárcel nada más llegar a la Tierra), y de Trafalgar, un libro de relatos cuyo protagonista es un comerciante adicto al café que va de acá para allá interestelarmente y luego relata sus aventuras en distintas reuniones de amigos. 

Lo cierto es que me quedo con ganas de leer a la Gorodischer no ciencia ficción, de la que apenas pude degustar algo que anda navegando suelto por ahí ("La cámara oscura" o los primeros cuentos de Menta, por ejemplo).

Y quería hablar de Angélica Gorodischer pero sobre todo del estilo Gorodischer: imaginativo, desenfadado, irónico, de diálogos impecables, ¡y qué sentido del humor!, de esa desbordante muestra de fresca desfachatez:
"Nadie puede obtener nada del violeta [que es una luz que concede deseos] si no se siente como lo que quiere obtener. ¿Se da cuenta? Por eso es imposible crear una mujer." ("Los embriones del violeta", Bajo las jubeas en flor
"[...] todo lo que se le puede pedir a la literatura: belleza, realismo, diversión, qué más querés." ("Sensatez del círculo", Trafalgar)
"De entrada nomás ya hubo lío con ella. Mi abuela, ¿era argentina o alemana? Yo creo que ni a la Argentina ni a Alemania les importaba un pito la nacionalidad de mi abuela, pero los empleados de inmigración estaban llenos de reglamentos que no decían nada sobre un caso parecido y no sabían qué hacer." ("La cámara oscura")
*
Opus dos arranca con un grupo de arqueólogos en un tiempo remoto que encuentran unas ruinas de lo que hoy conocemos como Buenos Aires. Entonces comprendemos que ha habido alguna explosión nuclear y que los blancos han perdido la hegemonía del poder que ahora ostentan los negros. Su estructura es la de pequeños cuentos que terminan por formar toda la historia entera donde el conflicto de etnias está presente junto a la historia de la humanidad y sus formas de gobierno y todos sus prejuicios:
"-Sí -dijo Dorbal Rivas-, el viejo problema se convirtió en una leyenda, pero las leyendas existen, los niños las aprenden de memoria, y la memoria de la especie las guarda con un temible cuidado. ¿Se da cuenta de que cada hombre que nace, que vive y crece tiene que aprender todo lo que supieron los que vivieron antes que él, y todavía un poco más, lo que se va acumulando? Mire jugar a un niño y piense en todo lo que le falta por aprender. Leer, escribir, contar, la historia, la geografía, los nombres, la lógica, las fórmulas químicas, las teorías, las leyes físicas, y por último y a fondo, lo que él elija. ¿Y sabe lo que se va filtrando entre todo eso? ¿Sabe cuántos elementos irracionales a los que no podemos, no queremos, no sabemos resistir?" 


lunes, 31 de agosto de 2015

Juan Terranova o Vonnegut en Buenos Aires

Juan Terranova, Música para rinocerontes, La Paz, El Cuervo (2010)
http://www.editorialelcuervo.com/#!product/prd1/1193689321/m%C3%BAsica-para-rinocerontes

Si tuviera que definir el estilo de Juan Terranova diría justo eso: un brillante Vonnegut del Río de la Plata, un Askildsen joven pero menos cascarrabias, un Fogwill del siglo XXI con debilidad por el masoquismo, un periodista al que le gusta conversar con amigos y construye narrativa con esos diálogos cual Capote y por eso el guiño del título, un enhebrador de anécdotas divertidas y chistes y lugares comunes con sobrada capacidad para un entre blando y socarrón sentido del humor. 

¿Escritura de autoficción, banalidad de lo político, misoginia exacerbada, soterrada denuncia sobre las condiciones del oficio de periodista? Puede ser. Y sobre todo (y ante todo) aquello de la incorrección.

"¿Por qué no aceptar que la mayoría de los medios importantes están montados sobre el equívoco, los contratos basura a tres meses y el triunfo de la mediocridad y los mediocres?"

No hay que esforzarse para leer un cuento y otro cuento y eso me gustó.



lunes, 22 de septiembre de 2014

Hebe Uhart o el desparpajo

Hebe Uhart, Relatos reunidos, Buenos Aires (2010)
http://www.alfaguara.com/ar/libro/relatos-reunidos-u/

El universo Uhart abunda en el campo argentino y en la inmigración de Italia y deviene sencillez de mirada asombrada, de niño quizá, para transformarse sorpresivamente y con suma agilidad en lenguaje saltarín y preciso a la hora de narrar acciones cotidianas, detalles mínimos, riqueza de voces y matices léxicos donde el humor y el lenguaje toman protagonismo. Así las nouvelles Camilo asciende y Mudanzas, y muchos de sus cuentos, que reiteran temática.

Brillante, sin duda, y alejada de la temática predominante, la nouvelle Memorias de un pigmeo, tal vez variación-reverso sobre El entenado de Juan José Saer:

"Por fin me acerqué y me habló una mujer en nuestro idioma, pero suena tan raro en labios de ella que cuando nombra las cosas parecen otras. Me parece tan raro que ellos, que tienen otro espíritu, se puedan apropiar del lenguaje nuestro, ni los hemos comido ni nos han comido; al elefante le dicen fefante y a la cebra celebra. Después, hablan entre ellos con palabras más o menos así Hans, tribauss, mackassen."
"Me gusta mucho escribir, porque es como hablar pero en lenguaje mudo; es hablar sin hablar."


*

Experiencia Uhart quiere decir excelencia en lo aparentemente sencillo. Quiere decir divertimento y sobre todo desparpajo.

"Y no, no nací para pobre. ¿Y qué? Preguntale si les gusta a los pobres esperar un colectivo cagados de frío en Villa Caraza, que no les ponen ni un refugio. Por otro lado está bien, porque si los ponen, los rompen." ("Cosas que pegan, cosas que no pegan")
"Hace poco tiempo, se me ocurrió que me tenía que casar con un viejo. Fue por unos días no más. Yo me imaginaba un viejo redondo, sólido, de más se sesenta años, no un hombre medio viejo. El viejo tendría lo que se llama experiencia de la vida y yo haría lo que se me antojara." ("Un posible marido viejo") 





lunes, 28 de julio de 2014

Sueños: Fogwill, Perec y el asunto de la música

Fogwill, La gran ventana de los sueños,
Madrid, Alfaguara, 2013
1

¿Los sueños son originales? ¿Acaso no participan de lo que Jung llamó el inconsciente colectivo y la simbología de la cultura? De no exisitir imágenes oníricas y simbólicas recurrentes, Freud no hubiese prosperado lo más mínimo, ni tampoco llamaríamos sueño a eso porque seríamos incapaces de recordarlo y hasta narrarlo una vez despiertos.

De modo que a simple vista hasta los sueños tienen su propia tradición, de la que es imposible escabullirse, porque también ellos responden al discurso y son interpretables. 


2


Dice Fogwill en la introducción a La gran ventana de los sueños:
"Cualquiera y a mí me ha sucedido puede volver a escribir o a reescribir la obra de otro, pero nadie podrá resoñar tus sueños ni soñar los tuyos con tu propio estilo de soñar, o de escuchar tus sueños."
Acto seguido, estiré la mano y agarré La cámara oscura de Georges Perec, con ánimo de comprobarlo. Para empezar, no hay más que atender un instante a ambos títulos y notarlos contrapuestos. Pero quería detenerme en otro ejemplo de lo que el mismo Fogwill llamaría originalidad en la dimensión de los sueños y que podemos titular "El asunto de la música".

3
El asunto de la música

Georges Perec, La cámara oscura (1973),
trad. de Mercedes Cebrián, Madrid,
Impedimenta, 2010
"La música es la única de las artes que no parece manifestarse en sueños. No se sueñan músicas. Al parecer los músicos suelen soñar respuestas a problemas musicales. Alguien dice haber compuesto una fuga en sueños, pero no hay testimonios de músicos y melómanos que hayan escuchado en sus sueños una melodía ni un ritmo." Fogwill

"P. canta. / Canta notablemente bien. Es una canción de estilo realista, pero muy conmovedora. / [...] Le pregunto cómo se las ha arreglado para tener coros que la acompañen al final de la canción. Me dice que eso se hizo en la grabación y me detalla el nombre del sistema algo como 'video-tape' empleado. / Ella iba cantando por la calle, y la gente incluso se giraba para escucharla, aunque de todos modos tenía acompañamiento, como en un disco." Perec
4

Más allá de la anécdota o chiste, son dos curiosos compendios de sueños, lectura ligera y hasta despreocupada, si se quiere, propia del verano. Para compaginar con vídeos:














lunes, 14 de abril de 2014

Damián Tabarovsky y la paradoja

Damián Tabarovsky, Una belleza vulgar, Barcelona, Caballo de Troya (2011)
http://www.megustaleer.com/ficha/CT94807/una-belleza-vulgar

Esto es una broma, dice Tabarovsky, una hoja de plátano que cae al vaivén del viento, y mientras cae se describe la ciudad, los edificios, los vecinos que habitan la calle Thames. Prohíbete narrar y apáñate con el resto: hiperdescribe o hiperreflexiona, y evita enlazar historias.

Eso suena a monsieur Teste, a instrucciones de uso, a hoja sin atributos. Eso suena a tentación de alegoría: la ciudad es el texto, la hoja es la Literatura, el viento es la inercia de seguir leyendo. Pero no, nos advierte Tabarovsky, "El relato de la hojita es el relato sin metáfora. Es la historia literal. La historia porque sí. Y nada de lo que dice, dice otra cosa". Olvídalo, piensa en la hoja.

Sigue a la hoja, me ordeno, pero en mi rumiar se transforma en otra cosa: la tentación de la hiperinterpretación. Porque este texto se sostiene siempre y cuando construyamos o al menos nos veamos seducidos por lo hacedor: déjame hilvanar otro texto-lectura a mi antojo. ¿Una historia de la literatura por capítulos? Qué vicio. Pero tú sigue la hoja, me repito, ahora me obligo, y recuerda la literatura de izquierda, la que sabe que puede fracasar.

"Quizá haya que inventar una literatura y un arte que creen novedad no como una ruptura que borra las huellas del pasado, sino como la introducción de paradojas en los discursos existentes, en el discurso del presente. Una política literaria de vanguardia podría ser esta: encontrar paradojas allí donde no se ven, introducirlas allí donde no están."

Más que de la hoja, aquí se habla del viento: la rutina de seguir leyendo, el movimiento.





lunes, 17 de febrero de 2014

Alberto Laiseca y el realismo delirante

Alberto Laiseca, Su turno (1976), Buenos Aires, Mansalva (2010)

Se llama a sí mismo "el monstruo" (su blog: http://albertolaiseca.blogspot.com.es/), este personaje tan carismático y simpático como su escritura, un delirio de miles de ojos, un tirar del hilo a fuerza de ocurrencias y excentricidades, como podría decirse de la mitología de todos los tiempos y de todos los lugares, donde los personajes a primera vista aparecidos sin venir a cuento, reaparecen más tarde para cerrar la historia y darle cierta coherencia.
Porque a pesar de que en un primer momento esto parece una broma surrealista y absurda (y en buena parte lo es), por lo visto se llama realismo delirante, según terminología del autor, un método con el que destripar y juguetear con el género negro y el romántico y el de terror, y hasta se podría decir que con absolutamente todos los géneros populares, y no sé yo cómo consigue finalmente dar colofón y aplauso y en cierta medida continuidad a eso que a primera vista se desmadra tanto que parece imposible enderezarlo.

Leemos frases como estas:

"En toda la vida del comisario inspector delirante John Craguin, cuyo pontificado transcurre principalmente en la época de la Ley Seca, tuvieron lugar irrupciones de espacio-tiempo con sucesos de los tiempos venideros que se entremezclaban con los de su presente. Luego las retrograbaciones del futuro desaparecían, pero quedaba la metafísica que indujo. Exactamente como ocurre en la realidad sin que nos demos cuenta."

"No es pecado alguno robar y matar, ambas cosas son ponderables humanamente, como dijo alguien: lo inconcebible es destruir la cerveza: aunque sea la del enemigo."

Por supuesto que el humor es el componente principal de toda esta locura, que comienza con el asesinato de un sindicalista, hecho que da pie a la aparición de dos personajes disparatados: un comisario que utiliza música de Wagner en sus arrestos y un capo de la mafia al que llaman "la nonna", e intercalados muchos desvaríos (como, por ejemplo, un sádico catálogo de métodos de tortura), reflexiones hilarantes sobre el comunismo y el fascismo, sobre la ciencia ficción, sobre Poe y Sartre, etcétera. Y solo es su primera novela.

Una entrevista al monstruo, no se la pierdan:





lunes, 10 de febrero de 2014

Luis Chitarroni, el conversador

Luis Chitarroni, Mil tazas de té, Buenos Aires, La Bestia Equilátera (2008)
http://labestiaequilatera.com.ar/catalogo_item1_1.htm

Deduzco que las mil tazas de té deben de ser las que han acompañado a Chitarroni para amenizar la construcción de esta conversación con la tradición literaria occidental, propia de todo argentino (tal como explica Borges en "El escritor argentino y la tradición", por otro lado, reiterativo interlocutor), y al mismo tiempo un diálogo con el catálogo en el que el libro se inserta y de quien el mismo Chitarroni es hacedor (aconsejo echarle un vistazo).
 
Mil tazas de té, por lo tanto, serán las que necesitemos para comprender en su totalidad este conjunto de cuatro mínimos alephs, de temática múltiple e inabarcable, que se desarrollan a mi modo de ver cual espirales que van ampliándose o desplegándose con ritmo ágil y que podría resumir torpemente así:

1. Cervantes - Borges
2. El exotismo - Aira
3. Cuba - Cabrera Infante
4. Puig - María Martoccia

Si restamos las dos tazas que debe de haberse bebido para escribir la introducción o "Nota de autor" a las mil que reza el título, nos da un total de 247 tazas por apartado. Eso si deducimos que ha necesitado la misma cantidad para cada apartado, porque, por ejemplo, dudo que en Cuba tomara mucho té. Si comienzo por mi parte a tomar té, supongamos, dos veces por día, necesitaré unos quinientos días, es decir, casi año y medio, para alcanzar algo parecido a la iluminación.

(Nota: ¿Alguien le ha preguntado a Chitarroni si le gusta el té, si lo consume a menudo, si acostumbra a variar infusiones, si le agrega azúcar?)

Disculpen la (poca) gracia. Aquí está su explicación:

"El título juega con una frase inglesa de exclusión -it's not my cup of tea- que se covierte, en parte gracias a la cifra, en una ceremonia china de aprobación. 'Mil' no es exagerado, solo infantil. Corresponde a una exaltación y una dicha que no quisiera privarse de contagio."


Digamos que de esta tetera-libro podemos servirnos frases tan intensas como estas:

"Contrariamente a la idea de parodia, en la que alguien se apodera de las maneras de otro, un estilo no puede dominarse."

"La nacionalidad es, finalmente, esa enfermedad que no se contagia pero se contrae y, contraída, nos acompaña siempre."

Y sobre todo esta, a propósito de una afirmación de Baudelaire: "[...] no se puede ser sublime sin interrupción. [...] Y lo que es cierto para el escritor, lo es también para el lector."

Este colofón me viene al pelo para excusar mi ineptitud lectora y para irme rapidito a por un aperitivo de cerveza y aceitunas, que no soy ni china ni rusa ni es hora para infusiones. Aquí os dejo con él: