http://labestiaequilatera.com.ar/catalogo_item1_1.htm
Deduzco que las mil tazas de té deben de ser las que han acompañado a Chitarroni para amenizar la construcción de esta conversación con la tradición literaria occidental, propia de todo argentino (tal como explica Borges en "El escritor argentino y la tradición", por otro lado, reiterativo interlocutor), y al mismo tiempo un diálogo con el catálogo en el que el libro se inserta y de quien el mismo Chitarroni es hacedor (aconsejo echarle un vistazo).
Mil tazas de té, por lo tanto, serán las que necesitemos para comprender en su totalidad este conjunto de cuatro mínimos alephs, de temática múltiple e inabarcable, que se desarrollan a mi modo de ver cual espirales que van ampliándose o desplegándose con ritmo ágil y que podría resumir torpemente así:
1. Cervantes - Borges
2. El exotismo - Aira
3. Cuba - Cabrera Infante
4. Puig - María Martoccia
Si restamos las dos tazas que debe de haberse bebido para escribir la introducción o "Nota de autor" a las mil que reza el título, nos da un total de 247 tazas por apartado. Eso si deducimos que ha necesitado la misma cantidad para cada apartado, porque, por ejemplo, dudo que en Cuba tomara mucho té. Si comienzo por mi parte a tomar té, supongamos, dos veces por día, necesitaré unos quinientos días, es decir, casi año y medio, para alcanzar algo parecido a la iluminación.
(Nota: ¿Alguien le ha preguntado a Chitarroni si le gusta el té, si lo consume a menudo, si acostumbra a variar infusiones, si le agrega azúcar?)
Disculpen la (poca) gracia. Aquí está su explicación:
"El título juega con una frase inglesa de exclusión -it's not my cup of tea- que se covierte, en parte gracias a la cifra, en una ceremonia china de aprobación. 'Mil' no es exagerado, solo infantil. Corresponde a una exaltación y una dicha que no quisiera privarse de contagio."
Digamos que de esta tetera-libro podemos servirnos frases tan intensas como estas:
"Contrariamente a la idea de parodia, en la que alguien se apodera de las maneras de otro, un estilo no puede dominarse."
"La nacionalidad es, finalmente, esa enfermedad que no se contagia pero se contrae y, contraída, nos acompaña siempre."
Y sobre todo esta, a propósito de una afirmación de Baudelaire: "[...] no se puede ser sublime sin interrupción. [...] Y lo que es cierto para el escritor, lo es también para el lector."
Este colofón me viene al pelo para excusar mi ineptitud lectora y para irme rapidito a por un aperitivo de cerveza y aceitunas, que no soy ni china ni rusa ni es hora para infusiones. Aquí os dejo con él:
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