rumiar la biblioteca: Antonin Artaud
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lunes, 21 de octubre de 2019

Arnau Pons y Antonin Artaud

Arnau Pons, Sans Limage, Barcelona, Roure Edicions (2014)

Arnau Pons lee a Antonin Artaud partiendo de dos imágenes: una fotografía de Artaud de 1930 y un autorretrato del mismo de 1946. En medio, la devastación de la locura, el sufrimiento del cuerpo, la lucha constante por la palabra precisa, la actitud revolucionaria y de crítica, todo eso que encierra el concepto de "crueldad" en Artaud.
"Je soutiens donc qu'entre cet Artaud de 1930 et cet Artaud de 1946 une révélation a eu lieu: le constat qu'il n'y en a pas, de révélation, pas de vérité révélée. Voilà le grand secret qu'il découvre: 'c'est dans la lutte de Je à Je que Je suis'."
Dice Pons que el hecho de que Artaud experimentara la dislocación entre pensamiento y escritura le permitió problematizar el acto creador en sí mismo desde muy temprano. Al igual que esa confrontación entre locura poética y locura clínica, que le ayudó a ejercer la crítica dentro de la literatura misma.
"La poésie est, de par sa naissance même dans la parole insoumise, le débordement des systèmes conceptuels, et plus encore de l'absolutisation que l'on peut en faire. Elle est ce qui détruit l'idéologique. Et cette vertu de la poésie, c'est aussi ce qui peut rapprocher le poète de l'homme menacé par les 'idées'. Car le poète est celui qui peut donner son souffle, celui qui peut offrir un lieu pour respirer à tous ceux qui sont dans ce monde d'asphyxiés. L'art témoigne de la souffrance des suppliciés."
Hay autores a los que difícilmente podemos leer sin tener en cuenta su propia vida, como el caso de Artaud. Su vida vertebró toda su escritura, le dio un sentido y un ritmo, incluso una textura no solo temática sino sintáctica. La vida de Artaud impregna toda su obra, de modo que si conocemos su vida, nos dice Pons, la obra se lee como doblemente vivida. 

lunes, 3 de marzo de 2014

La camarera de Artaud: bonus track


A punto de viajar a la Villa del Libro tres años después de la publicación de La camarera de Artaud, despliego mis apuntes y retazos sueltos y desaprovechados, los hilos cortados de la narración, el cajón de recuerdos de cuando mi primera novela andaba en gestación, y doy con uno de ellos que reproduzco más abajo a modo de bonus track. 

Y también pienso en esa lectura que todavía anhelo, en ese lector que también soy yo y que la impaciencia del rumiar me ha arrebatado: La camarera de Artaud es sobre todas las cosas una biografía de Artaud encubierta, o para ser más precisa, una especie de introyección o identificación de la protagonista con ciertos aspectos de la biografía de Artaud. 

Bonus track o hilo deshilachado

Y cuando creía que estaba a punto de llegar, oí las voces gruesas de esos muchachos y deduje que había caminado en círculos. Me tumbé en el suelo y me camuflé con la vegetación. Con ellos estaba el granjero que más tarde reconocería como amigo de Philippe. Llevaba una linterna de mano y alumbraba al suelo y poco después vi que el de la escopeta y Benoît desenterraban una caja de madera y se pasaban unos a otros ciertos objetos que no alcancé a distinguir. Era evidente que andaban en cosas raras. La curiosidad era tan grande que en cuanto vi que se marchaban adentrándose en el bosque, los seguí a un par de metros de distancia. Media hora de camino nos separaba de la pequeña granja del hombre de la barriga. Entraron en un cobertizo que estaba junto a la casa sin encender la luz. Aquello me permitió acercarme hasta una de las ventanas y espiar lo que estaban haciendo. Se habían sentado en ronda y el del pañuelo sostenía una vela. Estaban mirando unos papeles impresos que no pude llegar a leer. El de la escopeta, que se la había quitado de la espalda y la había apoyado en una silla desvencijada, estaba eufórico y felicitó al señor de la barriga. Éste se puso de pie y apartó unas cuantas cajas con huevos, otras de cartón que parecían vacías porque las levantó con una sola mano, algunos trapos sucios y, por fin, descubrió la máquina en cuestión. Enseguida comenzó a explicarles el funcionamiento de aquella pequeña imprenta clandestina, a juzgar por sus grandilocuentes movimientos de manos y la extrema atención de los demás. Benoît fue el primero en probarla. Los otros seguían pasándose la cantimplora de vino rancio porque aquello había que festejarlo. La máquina hacía un ruido tremendo, pero no parecía importarles. En cuanto el del pañuelo comenzó a leer, sentí una nariz húmeda primero y al instante una lengua áspera en mi rodilla. Perrito, perrito, dije susurrando, y le acaricié la cabeza. Movía la cola y me empujaba con el hocico invitándome a jugar. Cogí una rama seca y la lancé lejos para que el perro fuera a buscarla y aproveché que se alejaba para salir corriendo a toda velocidad.




lunes, 9 de septiembre de 2013

Antonin Artaud o la sabiduría del músculo

Antonin Artaud, Œuvres, París, Gallimard (2004)
http://www.gallimard.fr/Catalogue/GALLIMARD/Quarto/OEuvres9



Había una vez un hombre llamado Antonin Artaud. A veces caminaba con un báculo por las calles de Londres y otras tomaba peyote con los indígenas mexicanos. Construyó una obra polifacética que no muchos se hubieran atrevido a escribir por descabellada, por impracticable. Y por lo mismo, se obsesionó con la pesadez de la materia y con las banales esclavitudes del hombre: el descanso, la comida, la evacuación (Ce qui importe ce n'est pas de savoir comment être, mais comment bien faire caca). 

La culpa de ello la tienen los órganos: esos tiranos cronometran las horas, mientras las fascinantes posibilidades de un cuerpo vacío y unitario quedan fuera del alcance humano.

Artaud se creía Jesucristo: él había venido al mundo para sublimar su cuerpo, para entregarlo en sacrificio y convertirlo en un signo. (Su cuerpo purificado.) 
A la tradicional superioridad de la mente sobre el cuerpo, Artaud contesta con el lema de "los músculos en libertad".

Ce n'est qu'à force de purification et d'oublie que nous pourrons retrouver la pureté de nos réactions initiales et apprendre à redonner à chaque geste de théâtre son indispensable sens humain. 


Hete aquí el Antonin Artaud de los órganos, de la crueldad (entendida como aquella violencia que uno ejerce sobre sí mismo, como por ejemplo —y esto se me ocurre ahora—, el caso de Keith Jarrett —recordemos que debido al esfuerzo y a la aplicación sistemática de la crueldad hacia sí mismo, es decir, la autoexigencia, sufrió un colapso o síndrome de fatiga crónica; además de que su performance tan orgánica puede relacionarse directamente con el teatro del cuerpo, con los fluidos de la improvisación acompañados por el cuerpo, como si tocara con el cuerpo entero, como si el lenguaje musical que traducen sus dedos vinieran directamente del músculo).



Hete aquí el Artaud que practica una poética del cuerpo, entendida como los impulsos del cuerpo, sus razones, su lenguaje (pero no como gestualidad sino como la capacidad del cuerpo en cuanto a sabiduría y en cuanto a la memoria del músculo y a su necesidad).

Asimismo, podríamos hablar de una poética de los órganos o del lenguaje muscular (posiblemente esas glosolalias del final de su vida no son otra cosa que la traducción a palabras de ese lenguaje músculo-emocional), que nace de la sabiduría de la carne, de los fluidos del cuerpo (y aquí la conexión con una posible poética de los fluidos en la escritura de la mujer, ya desarrollado en Hélène Cixous).

Eschuchad un rato, al menos, la conocidísima grabación del año 1947 Pour finir avec le jugement de Dieu:





Antonin Artaud estaba loco. Aquí un parte:
Certificat de transfert pour Ville-Évrard du 22 février 1939
Syndrome délirant de structure paranoïde. Idées actives de persécution, d'empoisonnement, de dédoublement de la personnalité. Revendications multiples, graphorrée. Excitation psychique par intervalles. Toxicomanie ancienne. Puet être transféré.
(Interesante lo de graforrea: Compulsión a escribir continuamente relatos, episodios o poesías de forma incoherente, inconexa y desorganizada.)

Desde su juventud sentía que su mente se diluía y le enloquecía no poder controlar sus pensamientos. Por ello decidió desjerarquizar la dualidad mente/cuerpo y privilegiar la carne, por ello terminó por recorrer el camino inverso: el cuerpo dicta el lenguaje (Quand nous disons quelque chose, c'est elles que nous disons).

Quizá a través del cuerpo podría sentirse dueño de sí mismo.