Siete relatos que combinan siete tipografías y siete registros discursivos diferentes para hablar de un mismo tema. ¿Cuál? Ah, no lo diré. Solo diré que es incómodo y desagradable y del que todos huimos enseguida o al menos intentamos hacerlo y solo lo afrontamos si no queda más remedio. Advierto que uno entra al libro completamente desprevenido y acepta el juego: una confesión de una madre, un diario de un masoquista, el recurso de apelación de un interrogado, un diálogo siempre en interrupción, un chat en twitter con vampiro incluido, una carta a una hija que nunca nació y unas memorias de un escritor fumador de hachís... Sin embargo aquello que livianamente se nos presenta como un acertijo va tomando cuerpo. ¿Qué es eso que toma cuerpo? Ah, no lo diré. Solo diré que el tema es tan huidizo que huye incluso del lenguaje: estos siete relatos son siete metáforas de él. Siete circunloquios rematados con un colofón tal vez demasiado "didáctico" donde García Nieto escenifica una terapia de grupo para hablar por fin, sin pelos en la lengua, de eso tan universal y tan socialmente innombrable. Un tabú. Y ojalá dejáramos de considerarlo un tabú.
"En esta aventura no gana quien llega antes, sino quien sigue sobre el tablero: no lo olvides."
Al principio es una pareja con hijo que llega a Nueva York para empezar de nuevo en la tierra de las oportunidades, pero Franz, austríaco, quien nos cuenta esta historia, se trae consigo el pasado de su familia y de su tierra y de su lengua y literatura, y su mirada está completamente teñida de la vieja burocracia austrohúngara y de un inevitable y angustioso tono kafkiano. Lo cierto es que la experiencia se va enrareciendo hasta el punto de volverse totalitaria y peligrosa.
"Después de los inmigrantes, les llegó el turno a los perros. Como, a pesar de haber aislado a los extranjeros, la epidemia siguió su curso, pensaron que los portadores de la enfermedad eran las mascotas."
Ella, Cindy, una americana de origen judío, representa unos cuantos tópicos de la sociedad americana, de modo que la novela parece indicarnos que Europa y América juntos no pueden engendrar más que hijos con serios problemas psicológicos.
Todo esto ha sido construido con frases cortas, precisas y de ritmo a veces repetitivo pero siempre ágil.
Más interesante y bien lograda la segunda parte de la novela, que consiste en un cuestionario o entrevista por parte de un psicólogo a la pareja en cuestión. Puro diálogo y la idea de que el psicólogo construye narración a la manera de un escritor:
"—Cuando no le gusta el rumbo que está tomando la conversación, imprime giros circenses a la trama. En cuanto la atención se fija sobre usted, promueve luchas dialécticas entre los personajes para desviar la atención. Si lo que quiere es escribir una historia con la que todos estemos de acuerdo, debo advertirle que usted es el personaje menos logrado de todos nosotros."
*
Lanzo a Rebeca dos preguntas relacionadas con dos cuestiones que, cerrado el libro, permanecen latentes en mí:
1.Los primeros capítulos de Eric nos presentan Nueva York casi
como una guía de viajes, pero al mismo tiempo se superponen todas las ideas de
Nueva York que el protagonista trae consigo: las del presente y las del pasado,
tanto es así que él mismo se pregunta si su mujer, cada vez que visitaba Viena,
no estaría paseando por una ciudad que ya no existía. Perdona mi tendencia a
lecturas formales, pero ¿crees que esta idea puede funcionar como metáfora de
la propia lectura? Sería interesante que nos contaras si esta cuestión tiene
algún significado más allá del expuesto.
Más que una metáfora de la lectura, lo que
señalas tiene que ver con la profesión del protagonista de la novela. El padre
de Eric, Franz, es físico y va a Nueva York a realizar un proyecto de
investigación relacionado con el gato de Schrödinger. Según la física cuántica,
la realidad es modificada, incluso creada, por el observador. En ese sentido,
se podría decir que Franz crea el Nueva York por el que pasea; igual que crea
su Viena natal, una Viena muy distinta a la que conoce su esposa. Por otra
parte, nuestra forma de mirar el mundo viene determinada por nuestro bagaje.
Imagino que los aficionados a la lectura “veremos” un Washington Square
diferente a las personas que ni siquiera han oído hablar de Henry James. Y algo
parecido les pasará a los amantes del cine cuando vean Tiffany en la Quinta
Avenida.
2.Hay otra idea que encuentro sumamente interesante:
la relación entre la construcción de un “relato” en la terapia y aquello que se
construye como ficción. Desde tu experiencia como psicóloga, ¿qué puedes
contarnos al respecto? ¿Cuáles serían las semejanzas y las diferencias?
Para mí, hay bastantes semejanzas. De
alguna manera, el paciente viene a consulta con una narrativa concreta con la
que explica lo que le está pasando. A veces hay que ayudarle a introducir
“modificaciones” en su relato, señalar las contradicciones del mismo… Un poco
la idea es ayudarle a construir un relato menos doloroso, pero sin imponer
nuestra narrativa, que es un error común y un psicólogo no es un narrador
omnisciente, por así decirlo. Por otro lado, te diré que hay una forma de
psicoterapia llamada terapia narrativa que se utiliza en casos de Trastorno de
estrés postraumático, por ejemplo. En este caso, la persona que ha sufrido un
acontecimiento traumático trata de reescribir lo que le ha sucedido.