rumiar la biblioteca: junio 2015

lunes, 29 de junio de 2015

Marcos Ordóñez y el arte del comediante

Marcos Ordóñez, Comedia con fantasmas (2002), Barcelona, Libros del Asteroide (2015)
http://www.librosdelasteroide.com/-comedia-con-fantasmas

Entrañable esta novela que es historia del teatro y hasta del cine en España cuyas escenas, al menos muchas de ellas, además de derrochar sentido del humor, van acomodándose o escribiéndose a la manera de otras obras de teatro, de películas también, de modo que es historia del teatro y del cine en España e historia de la dramaturgia en general e historia, incluso, o poética, si se quiere, del arte del comediante:


-Coño, está clarísimo, ya lo verás. Cuando dejan de toser. Cuando el público se olvida de toser es que ya los tienes cogidos por los huevos. / Y no decía más. No hacía falta: es la mejor definición que he oído del arte de actuar.

Así que es poética y definición y cita y hasta declaración de intenciones, manifiesto del comediante, manual de la comedia, novela que alegra la tarde, método y sátira del arte de actuar, y llegado este punto me pregunto por qué limitarnos al escenario, pues es extrapolable al arte en general:

Miedo a no gustar. El miedo más viejo y más legítimo de todos los miedos del teatro.

lunes, 15 de junio de 2015

Pablo Katchadjian: Kafka + Aira

Pablo Katchadjian, Gracias, Buenos Aires, Blatt & Ríos (2011)
http://blatt-rios.mercadoshops.com.ar/pablo-katchadjian-gracias-ebook-18xJM

Gracias cuenta la historia de un esclavo que llega al castillo de quien acaba de comprarlo y se ve obligado a realizar tareas infrahumanas y completamente desagradables que por fortuna nunca llegamos a conocer. Al poco, y envalentonado por el resto de sirvientes del castillo, se organiza una revolución de la que será el cabecilla.

Contada en primera persona, el tono es agradablemente cómico, entre inocente y delirante, entre kafkiano y airano, divertidísimo. Algunas escenas, de lógica onírica, se repiten y varían un poco, y con ello consigue un ritmo donde el transcurso del tiempo es tangible. Aparece el tema del doble, algunas sustancias psicotrópicas, diálogos absurdos y escenarios imposibles. No pude evitar establecer mis propios vasos comunicantes: aparte de Kafka + Aira, Hebe Uhart, Daniil Jarms, Mario Levrero, Copi, Daniel Guebel. 

"¿Qué dicen? ¿Quieren abolir la esclavitud?", pregunté, sorprendido, y todos se rieron. "Hablan de esclavitud metafóricamente. Ellos se consideran esclavos del poder central", me explicó Nínive.
*

Lo primero que me pregunté una vez terminada la novela es: ¿gracias por qué? ¿Gracias al lector, por elegir la novela o terminar de leerla? ¿Gracias porque es la palabra que suponemos que pronuncia el esclavo liberado? ¿Quién se libera, pues? ¿Existe la liberación?


"¿Sabés qué? A veces me da la impresión de que estos nuevos esclavos liberados no entienden lo que les pasó, y que entonces no pueden verse como libres, pero tampoco como esclavos, y por el momento solo son soldados, que no es más que una función transitoria. No sé cómo va a evolucionar eso. ¿Qué van a ser después?"

Pero ojo, no caigamos en lecturas alegóricas con tanta facilidad. 

lunes, 8 de junio de 2015

Tzvetan Todorov o una tipología del lector como viajero

Tzvetan Todorov, Nosotros y los otros (1982), traducción de Martí Mur Ubasart, Madrid, Siglo XXI (2010)
http://www.sigloxxieditores.com/libros/NOSOTROS-Y-LOS-OTROS/9788432314377

Si tuviese que señalar uno de mis libros de cabecera, un libro que me ayuda y enseña a pensar, no dudaría en señalar este de Tzvetan Todorov, Nosotros y los otros. Un libro que reflexiona sobre la diversidad, lo extranjerizante y lo nacionalizante desde un punto de vista genealógico-histórico, un texto, a mi parecer, imprescindible. Por lo demás, Todorov es uno de los pensadores más lúcidos del panorama actual, y muchos de sus planteamientos han ido acompañándome desde hace cierto tiempo.

Pero esta vez mi intención es arrastrar sus reflexiones hacia otros terrenos:
¿Qué tal si extrapolamos la tipología de viajero que aquí se enumera y la aplicáramos a las diferentes maneras de acercarse a un texto? ¿Qué pasaría si concibiéramos el texto como un territorio extraño al que nos aproximamos de diferentes maneras? 

Todorov habla de diez tipos diferentes de viajeros:
  1. El asimilador. Este quiere modificar a los otros para que se asemejen a él. La figura más representativa de este viajero es el evangelizador. (Lector siempre disconforme)
  2. El aprovechado. Se trataría de un hombre de negocios que se acerca al otro con el objetivo de utilizar la proximidad en su provecho. (Lector-escritor)
  3. El turista. Este prefiere los monumentos a los seres humanos. La ventaja es que los monumentos jamás ponen en tela de juicio nuestra identidad. Como el turista está dispuesto a gastar dinero, el autóctono intentará congraciarlo: le venderá sus "recuerdos". (Lector de best sellers)
  4. El impresionista. Se trataría de una variante del turista, salvo que este analiza las impresiones que el viaje y el otro producen en él. (Lector hedonista)
  5. El asimilado. Este es el caso del inmigrante que se ha asimilado completamente al nuevo entorno, que forma parte de él como uno más. (Lector fanático)
  6. El exota. A diferencia del natural, el extranjero es capaz de percibir aquello que de tan cotidiano se torna transparente. Las costumbres y maneras están para él desautomatizadas y puede señalarlas, pues se ve favoracido por cierto distanciamiento. (Lector-crítico que señala costuras)
  7. El exiliado. Se trataría de una variante intermedia entre el asimilado y el exota. Adora la experiencia de extranjería y siempre quiere mantenerse en ese estado, algo similar a la experiencia de vivir en grandes ciudades, donde la integración completa con la comunidad es, a menudo, imposible. (Lector-rumiante)
  8. El alegorista. Se trataría de aquel que va a buscar allí lejos el espejo del medio al que pertenece. Habla de lo extranjero pero en el fondo se está refiriendo a lo suyo mediante la alegoría. (Lector político)
  9. El desengañado. Aquel que habiéndose marchado se da cuenta de que no hacía falta irse tan lejos para vivir ciertas experiencias. (Lector desganado y sin tiempo)
  10. El filósofo. Este representaría a aquel que aprende pero también alecciona situándose en un punto de equilibrio. (Lector profesional)

Me atrevería a afirmar que nos enfrentamos a cada texto como un viajero diferente, o que cada texto despierta en nosotros distintas actitudes viajeras (o híbridos de ellas). Diré además que, en mi caso, suelo preferir/tropezar/incidir en el acercamiento del exiliado y del impresionista (a menudo del aprovechado), pues me cuesta diluirme por completo como también distanciarme suficientemente del texto, ya que acercarse a un texto es predisponerse, al menos un poco, a conocerse o mezclarse. 

No me atrevo a señalar cuál debería ser la actitud viajera del crítico profesional, pues lejos estoy de eso, pero atinaría a encuadrarlo como viajero entre exota y filósofo.

Quedan invitados a opinar.

lunes, 1 de junio de 2015

Noelia Pena o inventar una lengua que falta

Noelia Pena, El agua que falta, Barcelona, Caballo de Troya (2014)
http://www.megustaleer.com/libros/el-agua-que-falta/CT51440

Adéntrese, si se atreve, en este poético y heterodoxo diccionario de aquello que falta: 

"¿Y si no se trata de lanzarnos al río, sino de inventarnos el agua que falta?"

Pensar el límite de lo impensable, o mejor, desaprender a pensar como pensamos es quizá el leitmotiv de esta nietzcheana bitácora-diccionario, donde se interroga por los mecanismos habitualmente transitados, por el miedo a salirse del agua conocida, por el derecho a hablar y, con ello, a romper el silencio, por los mecanismos de censura y autocensura y, sobre todo, por el espacio para hacerlo:


"¿Qué seríamos capaces de pensar sin miedo?"
 ***

Pregunté a Noelia:
¿En qué medida te planteaste la estructura como glosario/diccionario/vocabulario de antemano? ¿Cómo nació la idea del libro?


Ella escribió:
Algunos de los textos que forman parte de El agua que falta los publiqué primero en la red. Eso me permitió conocer y hablar directamente con algunos lectores. Un día alguien me preguntó: ¿no has pensado en escribir un libro? Mi pensamiento inmediato fue “si yo no escribo novelas…”. Pero poco a poco la idea fue ganando fuerza. Pensé El agua que falta como el libro de alguien que no escribe novelas ni tratados, pero que escribe algo. Las primeras preguntas que me sirvieron de arranque eran bastante generales: ¿De qué materiales está hecha una vida? ¿Cuántas vidas vivimos a lo largo de un día? Pensaba en seguir el trazo de algunas de las líneas que sentía que me atravesaban a diario, en el tiempo de trabajo y descanso; el tiempo de lectura y estudio.



Varios lectores se han referido al libro como “diccionario” o “glosario”. En los pequeños fragmentos que inician “Anotaciones para el vuelo de un pájaro”, por ejemplo, hay una tensión explícita con las entradas de un diccionario, pero no fue exactamente esa la idea que marcó la escritura del libro. Al menos no inicialmente, pues algunos textos provienen de contextos previos y están bastante alejados en el tiempo. Pero el resultado tiene cierto parecido a glosario, sí. Es uno de los planos o las consecuencias de querer tomar la palabra. Tienes que medirte con las palabras de las que dispones, saber cuáles son, cuáles son necesarias y qué significan. En el texto "Diccionario" me refiero a que no sabemos cuáles son las palabras que necesitamos pero sabemos que no las encontraremos con el significado que tendrán para nosotros en ningún diccionario. La escritura de este libro parte de las palabras y de los significados que me constituyen. Este significado se establece a través del diálogo con el vocabulario filosófico de autores que me han ayudado y siguen ayudando a pensar (Deleuze, Santiago López Petit, Foucault o Jacques Rancière) y con algunas de las que han sido lecturas importantes.  La escritura de El agua que falta está marcada por el cruce entre literatura y filosofía. Creo que solo si filtramos lo que leemos (y estudiamos) con nuestra experiencia las palabras y los conceptos adquieren sentido y pueden pasar a formar parte de nuestro conocimiento. Y tomar la palabra (de eso se trata) solo se puede hacer desde un contexto, desde una experiencia, la propia. Marina Garcés lo expresa como “poner el cuerpo en nuestras palabras”.
 
"Comenzar a hablar es inventar una lengua que falta."

Una amiga me dijo desde el principio que era un “cuaderno de batalla”. Un libro no será exactamente un cuaderno, pero me gusta por varios motivos. Primero porque en un cuaderno se recogen materiales diversos y es algo que puede tener y escribir cualquiera. Pero también por la expresión batalla. No me gustan demasiado las metáforas bélicas pero nuestros cuerpos libran diariamente una batalla (todas esas dificultades que cruzan nuestra vida: precariedad, frustración, miedo) que tiene un correlato en el lenguaje (los significados parecen neutralizados por la publicidad y cada vez es más difícil decir algo sin que parezca un cliché o un anuncio).  


Escuchemos un fragmento: