Angélica Gorodischer y el ansia de escribir : rumiar la biblioteca

lunes, 20 de junio de 2016

Angélica Gorodischer y el ansia de escribir

Angélica Gorodischer, Tumba de jaguares, Buenos Aires, Emecé (2005)

El jaguar es esa bestia que acechaba al hombre encerrado en la cárcel en el cuento "La escritura de Dios" de Jorge Luis Borges. En sus manchas estaba escondido el nombre de Dios. Tumba de jaguares es un juego de espejos y novela dentro de la novela dentro de la novela, como en el cuento de Borges era el sueño dentro del sueño dentro del sueño. Pero olvidémenos un momento de Borges y ahora centrémonos en la escritura Gorodischer. 

Resumiendo mucho, se trata de tres historias que narran, cada una a su manera, la desaparición: la primera, una de los años setenta (inducimos de la dictadura): la de la hija del protagonista, que es escritor de novela inconclusa; las otras dos hablan de las desapariciones de los maridos de sendas protagonistas (uno había emprendido viaje río abajo y reaparece mucho después; el otro tiene un accidente de avión y no le da la gana de volver a aparecer, de modo que para la protagonista ha muerto o algo parecido). 

La espera es quizá el gran tema relacionado con los desaparecidos. Tumba de jaguares es también y entre otras cosas una reformulación de Penélopes que tejen y destejen historias, pues sabemos que ellas son mujeres que escriben sobre mujeres que escriben, o en el primer caso es hombre que escribe sobre mujer que escribe, de modo que cada novela que leemos narra la novela que sigue y la última narra la primera y así se cierra el círculo o parece que comprendemos como comprendía de golpe el personaje de "La escritura de Dios". ¿Qué comprendemos? El juego de espejos y el círculo que se cierra y la cárcel de la que hablaba Borges y la tumba de los jaguares que ya no acechan, porque la desaparición no es lo mismo que la muerte aunque no sabemos en absoluto lo que es la muerte, quizá algo parecido a la desaparición, Dios incluido, el principal desaparecido.

Volvamos al principio. Tumba de jaguares habla de escritores que escriben, de modo que es novela de escritores y su materia prima es la escritura y toda la performatización del acto de escribir y de la vida de escritor. La imaginación asalta constantemente al escritor en sus tareas cotidianas, entonces la novela es imaginada en la novela precedente y expuesta en la posterior, salvo la última que cierra el ciclo y que casi nos invita a releer da capo. La impresión general es la de que asistimos al taller del escritor, a la obsesión del escritor, al reclamo del personaje y, por sobre todas las cosas, a una minuciosísima descripción del ansia de escribir:
"El ansia que nunca la dejaría en paz. Ese nunca era ya exiguo y frágil, pero estaría, como había estado siempre, presente y exigente, invencible. Había aparecido con el cuaderno negro de esquineros de cuero que en letras cursivas decía 'Diario' en la tapa y había estado siempre con ella y cuando ella la contrariaba se revolvía inquieta, la atacaba sin piedad y la hacía sufrir una especie de locura íntima, interna, secreta, que nadie advertía. Pero cuando obedecía a esa ansia, ah, entonces era, ¿qué era?, ya no se hacía esa pregunta porque ahora sabía la respuesta. Alguna vez había llamado felicidad a eso y ahora sabía, sabía como había sabido siempre comprendiéndolo sin pensarlo, que era mucho menos y mucho más [...]."
Todo eso entremezclado con las peripecias cotidianas de personas absolutamente normales con vidas triviales, de modo que la novela es tradicional y autorreferencial a un tiempo. Una delicia de estilo y humor y contagio del ansia de escritor a la de lector. Ansia de lector.



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