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lunes, 7 de octubre de 2024

Conversación con Franco Chiaravalloti a propósito de "El teatro perpetuo"

 

Franco Chiaravalloti, El teatro perpetuo, Madrid, Tres hermanas (2024)

https://treshermanaslibros.com/libro/el-teatro-perpetuo/

[Publicado en Quimera 489, septiembre de 2024]

 

Franco Chiaravalloti (Buenos Aires, 1979) acaba de publicar El teatro perpetuo (Tres Hermanas, 2024), un libro de cuentos que abunda en el dolor, tanto físico como emocional, y que nos invita a reflexionar sobre el papel que asumimos dentro de nuestras propias familias, como si al final la vida no fuera más que una constante escena teatral.

 

Después de esa especie de libro de viajes que es Insular —tu anterior libro de cuentos—, leo El teatro perpetuo como un recorrido más intimista. El viaje aquí no viene a mostrarnos el exotismo y la multiplicidad cultural, sino que abunda en cuestiones generacionales, como la de perder a los padres y asumir ciertas responsabilidades de cuidador. Estos cuentos me resultaron emotivos y duros, porque reflejan experiencias con las que empezamos a enfrentarnos los de la “segunda edad”. ¿Había una intención en reflejar esta experiencia o simplemente apareció?

 

La premisa de El teatro perpetuo fue aflorando en mí poco a poco, a partir de ciertas vicisitudes personales. Como bien dices, la llamada “segunda edad” nos enfrenta a la cuestión de la caducidad de los padres de modo repentino, sin darnos tiempo a prepararnos para ello. Nos preguntamos cuánto hemos de cuidarlos, hasta cuándo estarán con nosotros. Un día, empiezas a hablar de artrosis o a notar en casa eso que los japoneses llaman kareishu, olor a anciano. El deterioro es más visible, y quizás debido a ello los días se suceden con más velocidad: el calendario fustiga, el freno de mano no responde, siempre hay un nuevo incendio que apagar. Esos ecos gestaron la materia prima con la que ideé unos personajes cuyo refugio es diferente al de los protagonistas de Insular, que eran mujeres y hombres en busca de la evasión bien lejos de su lugar de origen, en entornos hostiles o inhóspitos. En El teatro perpetuo, en cambio, el cobijo es el hogar. La casa se vuelve placenta. Y es aquí donde aplico, aunque en clave realista, un procedimiento propio del terror, habitual, por ejemplo, en los relatos de Shirley Jackson: el de la casa profanada. Toda casa supone la corporización del mundo interior de sus moradores; es fuente de protección, amparo ante las inclemencias. Si la amenaza que viene a destruir la propia integridad no proviene de fuera sino de las entrañas de la casa —ese territorio cuyas reglas, supuestamente, fueron escritas por nosotros mismos—, es entonces cuando comienza a operar el terror.

 

También hay violencia, a veces patriarcal, a veces impulsiva. Hay sangre, imposiciones, machismo. Es interesante cómo enfocas la mirada desde la perspectiva femenina, cómo esta vez te has calzado zapatos de mujer incluso más que en Insular. Puede que nos falte mucho recorrido para entender el mundo desde perspectivas que no sean masculinas. ¿Qué te permite la mirada femenina? Hago esta pregunta y al tiempo soy consciente de que tal vez a una mujer no se le preguntaría «qué te permite la mirada masculina».

 

En Esos de ahí afuera, mi segundo libro de cuentos —publicado en 2015 por el sello Talentura—, ya había incursionado en el ejercicio de narrar a partir de voces femeninas. Yo suelo escribir para salir de mí, para entender las miradas que me rodean, las motivaciones ajenas, ya sea si esa mirada pertenece a mi mamá, a un navegante ruso o a una niña paraguaya con dolor de muelas. Por eso escribo cuento: porque ante cada historia puedo sumergirme aún en más miradas.

Varios de mis cuentos surgieron de entrevistas. Uno de ellos es «Para que nunca te falte de nada», de El teatro perpetuo, que nació tras una extensa charla que mantuve con Deborah, una prostituta retirada de la calle Robadors, en el Raval barcelonés. En ese texto no solo busco reflejar algunas de sus vivencias —una vida plagada de latigazos—, sino también capturar su tono al hablar, una voz locuaz, serpenteante, llena de energía. El cuento «Puerto de la Cruz», por su parte, lo escribí a partir de un suceso de violencia de género sufrido por una persona muy cercana a mí. A toda esa argamasa le doy forma narrativa, le añado detalles o acentúo rasgos que beneficien la historia. La moldeo según mis intereses. Así es como ejercito la alteridad.

Además, me atrae acercarme a los silencios ajenos y fabular. Y la familia —tema central de El teatro perpetuo— suele estar plagada de silencios, historias contadas a medias incluso en familias sin una historia turbulenta detrás. Esos secretos se enquistan, se vuelven escollo, nos restringen la existencia. En el cuento «El otro Eric», por ejemplo, el protagonista descubre una vertiente secreta de su madre justo antes de verla morir, un secreto en el que prefiere no indagar para seguir habitando en el relato sobre el que construyó su vida.

Volviendo al tema de las voces femeninas, soy consciente de que escribir desde el punto de vista de una mujer puede llamar la atención del lector, una atención que manifiesta que no es tan habitual que un hombre escriba como mujer. Te confieso que antes me sentía un intruso, que estaba invadiendo un territorio que no me pertenece. Me preocupaba que la lectora o el lector sintiera un cortocircuito al leer el cuento y después ver mi foto en la solapa. Un día me pregunté ¿y por qué no puedo hacerlo? Hoy no me gusta que el lector piense «oh, mira, un hombre escribiendo con voz de mujer». No me interesan esos lectores. Creo que deberíamos empezar a superar esa forma de leer. Durante siglos, y aún hoy, miles de mujeres escriben novelas con la voz y el punto de vista de un hombre y no suele suscitar ese comentario. Ello se debe a que, en general, las mujeres escritoras han leído siempre más hombres que mujeres, y los hombres escritores también hemos leído más hombres que mujeres. La tendencia está cambiando, pero aún queda mucho por hacer.

 

 

El registro es generalmente realista, pero en algunos cuentos está como desplazado o enrarecido, casi fantástico (aunque no totalmente). A mí este mínimo desplazamiento del realismo siempre me entusiasma, porque expande la imaginación, ofrece otras realidades posibles (u otras maneras de mirar/percibir/entender la realidad). ¿Crees que el enrarecimiento es propio de la tradición rioplatense?

 

Me interesa producir una literatura que abra solo una hendija de la puerta, no la puerta entera, historias en las que, como dije antes, predominen los silencios. Es otra de las razones por las que elijo el cuento, ya que la brevedad obliga a encuadrar, a no mostrar lo importante de una historia sino a sugerirlo. A callarlo. Y los silencios son inquietantes. En la literatura y en la vida. Nos empujan a dar con una respuesta de la que no estamos seguros: conjeturamos, atamos cabos, indagamos, nos topamos con muros. Este procedimiento origina una literatura que, parafraseando a Kafka, no es un alambre tendido en lo alto sino que está bien cerca del suelo, hecho más para tropezar que para andar por él.

Y esto, ya lo he dicho, también pasa en las familias, donde no faltan las historias ocultas, las vergüenzas maquilladas con un abrazo a medias, o con un delicioso plato de fideos con pesto. Come y calla. Pero las preguntas siguen ahí, enraizando en nosotros.

Lo fantástico también vive de los silencios. De la duda irresuelta, como dijera Todorov. O del enrarecimiento, en tus propias palabras. Por eso el cuento y el fantástico casan tan bien. Latinoamérica en general y la esfera rioplatense en particular han sido siempre un campo fértil para el desarrollo de este tipo de literatura, ese fantástico sutil, casi cotidiano, no solo porque ha sido cuna de los grandes maestros que marcaron el camino sino también porque su tradición ha sido edificada con una mirada cosmopolita, un cóctel de influencias, desde la anglosajona y la francesa hasta la tradición oral de los pueblos originarios. El resultado es un tratamiento más poético de lo fantástico, menos funcional del que se suele trabajar en España.

Y esa manifestación aún late con estridencia a ambas orillas del Plata. La prosa salvaje y misteriosa de Onetti, los saltos al vacío de Osvaldo Lamborghini, los ecos de Borges, Bioy, Ocampo o Cortázar hoy cobran forma en la incómoda inquietud de los cuentos de Samanta Schweblin, en la sensibilidad de Alejandra Kamiya, en la intensidad de Marcelo Luján, en la prosa afilada de Valeria Correa Fiz o en la inacabable versatilidad de Andres Neuman, por poner solo algunos ejemplos.

 

 

El cuento con que se cierra el libro, «Abrasadoramente», es muy enigmático y poético: me quedé pensando: ¿es la muerte? ¿La violencia? ¿El dolor? ¿La guerra? El fraseo es muy orgánico, casi acuático o de aire moviéndose. Luego está «Basura» que trabaja más bien con el humor y la ironía. Creo que invitas al lector a un viaje también desde el lenguaje. No solo porque utilizas distintas temáticas y técnicas narrativas, sino también porque he notado un trabajo muy consciente en cuanto a registros del castellano dependiendo de quién es el narrador o en qué espacio geográfico se sitúa el cuento.

 

Con «Abrasadoramente» me propuse un experimento: lo escribí a poco del inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania, y por entonces estaba imbuido por los sentimientos que me causaba este conflicto y mis lecturas sobre geopolítica. Entonces a mi mente aterrizó una imagen, que creo haber visto en Internet perdida por ahí: la noria abandonada y oxidada del parque de atracciones de Prípiat, el poblado más cercano a la central nuclear de Chernóbil. Era el detalle más significativo del skyline de esa ciudad en ruinas. Con todo eso me puse a escribir sin parar, sin pensar, de una sentada, sin tener idea adónde llegaría. Tardé veinticinco minutos en obtener la primera versión. (En Obabakoak, Bernardo Atxaga sugiere hacerlo en cinco minutos; vale, me he pasado un poco). No lo corregí demasiado; de hecho, la versión que terminé publicando es bastante parecida a la primera. Así me salió un narrador colectivo que relata el intento de los sobrevivientes de una guerra de iniciar una revolución subidos a una noria desprendida de su eje. El vértigo que sentí al escribir ese cuento se tradujo en el argumento, ya que era el mismo vértigo de los personajes al desprender la noria y hacerla girar.

Es interesante que hayas percibido humor e ironía en «Basura», porque mi intención inicial era escribir un texto dramático con tintes kafkianos y cierta dosis de terror, siempre dentro del realismo. En este cuento hay también vértigo, el que sienten Cloe y Javier, los protagonistas, cuando precipitan su decisión de irse a vivir juntos, de construir con urgencia una vida en común antes de que se entrometa cualquier imprevisto que ponga en evidencia sus miserias.

Y la adecuación para mí es fundamental, es una obligación. La disfruto. Disfruto capturar giros, jergas, entonaciones. Me entusiasma indagar en las diversas variantes de nuestra lengua, así como en los registros y puntos de vista de quienes protagonizan las historias. Me travisto en cada cuento. Este es un procedimiento que he seguido en todos mis libros previos. No sé si alguna vez dejaré de hacerlo, si empezaré a escribir sobre mí mismo. En realidad siempre escribo sobre mí, siempre escribimos sobre nosotros, no puede haber otro modo, la autoficción no existe porque en mayor o menor grado todo es autoficción.

 

 

Para terminar, ¿cómo ves el cuento dentro del panorama actual? Por momentos pareciera que está más vivo que nunca, que se publica más y que se conecta mejor con el género.

 

Si hablamos del ámbito literario en España, percibo que en los últimos años ha habido una mayor apertura hacia la narrativa breve. Los sellos importantes alimentan sus catálogos con más libros de cuentos y menos cautela, aunque para entrar en ellos aún tienes que forjar tu recorrido con novelas previas o mediante premios literarios que te abran la puerta. Es decir: los editores aún arrugan la nariz ante el manuscrito de un libro de cuentos. La novela sigue siendo la medida de todas las cosas. He participado en numerosas presentaciones o charlas en las que me preguntan “¿para cuándo la novela?”, como si el cuento fuera un campo de entrenamiento. ¡Año 2024 y seguimos hablando de esto!

Además, el cuento en España vive en un limbo sempiterno: no tiene la popularidad de la novela ni el prestigio de la poesía. Los cuentistas estamos obligados a publicar al menos un libro de uno u otro género para que alguna entidad supraliteraria nos preste atención y nos ponga en el mapa. A mí me importa tres pepinos. Hasta que no sienta una verdadera necesidad de hacer otra cosa, yo voy a seguir escribiendo cuentos.


lunes, 30 de septiembre de 2024

Pablo Matilla: pasado, alcohol, padre

 

Pablo Matilla, Barrancos, Barcelona, Témenos (2023)

Escrita con prosa clásica y tono neutro, Barrancos cuenta la historia de una complicada relación paternofilial. El hijo es alcohólico y solo sabe relacionarse con el padre pidiéndole dinero; el padre le echa la culpa de la muerte de la madre, pues ocurrió justo después del parto. Así, odio e indiferencia, desprecio y hastío impregnan sus contactos y también sus recuerdos. Entonces el padre muere y, para poder heredar, el viejo le había pedido un único favor: que vaya a la casa del pueblo donde nació y entierre sus cenizas bajo el olivo del patio. De esta forma comienza un viaje que es también un viaje al pasado, a la memoria y la alucinación, con un ambiente afantasmado que recuerda a Pedro Páramo, todo regado de alcohol y desolación.

"No era odio lo que sentían el uno por el otro. Descolgó el teléfono y escuchó el pitido de la línea. Sí que era odio. Marcó el primer número, esperó a que la rueda volviera a su lugar. Claro que era odio. Otro número. Y otro. Marcados muy despacio, como si toda la velocidad de la carretera se convirtiese, ahora, en lentitud. La forma más pura del odio. Uno siempre quiere a su padre, no cabe duda. Pero los caminos de la vida son intricados: el placer se convierte en dolor, la alegría en hastío, la fuerza en abulia, el amor en odio."

lunes, 23 de septiembre de 2024

Ernesto Escobar Ulloa o el viaje y la memoria

 

Ernesto Escobar Ulloa, Horizonte tardío, Barcelona, Comba (2024)

https://editorialcomba.com/libros/narrativa/horizonte-tardio/

Novela construida con historias dentro de historias, contada en diversas capas de tiempo: el protagonista le está contando a su amiga Aurora, que está convaleciente, sobre aquel viaje que realizó en Perú, cuando aún vivía allí, un viaje que cambió algunas cosas importantes en su vida: hubo un amor y un desamor, hubo un stop para con ciertas sustancias, hubo la decisión de irse a vivir a España. Pero todo esto está contando con saltos de tiempo, del mismo modo que trabaja la memoria, pues esta jamás hilvana de comienzo a fin, cronológicamente, sino que va retomando recuerdos por enlaces temáticos, tal vez, o enlaces simbólicos, de modo que la novela es la historia de aquel viaje pero también la historia de todos los recuerdos que se relacionan con aquel viaje, que no siempre sucedieron durante el viaje, pero que de alguna manera tienen que ver con él: la literatura, los años noventa, Sendero Luminoso, racismo, música metal, inmigración, fútbol, marihuana, infidelidades e hipocresía machista, la ficción y la verdad. Horizonte tardío se desliza con prosa cercana, oral, envolviéndonos de historias a lo Sherezade.

"Me pregunto qué hago acá, tan lejos, en otro continente, recordando un viaje tan lejano, así como Quispe se preguntaba con remordimientos 'qué hago acá, yendo a la playa mientras otros dan su vida'. Así lo dijo. Arrepentido. Me digo que todo comenzó con Aurora preguntándome por el tiempo en que nos conocimos. No me va la nostalgia, pero sin duda hay algo más en ese viaje que sigue viajando conmigo."

lunes, 16 de septiembre de 2024

Hernán Díaz y el dinero como ficción

 

Hernán Díaz, Fortuna (2022), traducción de Javier Calvo, Barcelona, Anagrama (2023)

https://www.anagrama-ed.es/libro/panorama-de-narrativas/fortuna/9788433901927/PN_1098

Novela que varía sobre la ficción en general y sobre la más esclavizante de todas nuestras ficciones: el dinero. Pero además nos adentra en reflexiones acerca de cómo la realidad que creemos objetiva es siempre una determinada construcción narrativa de los hechos, una manera de ficcionar, porque la realidad está construida con verdades parciales o con discursos dispares y hasta contradictorios. El acierto está en que el libro se nos presenta desplegando precisamente esos recursos: diferentes puntos de vista y diferentes narrativas de una misma pareja de clase alta relacionada con los negocios financieros.

"El dinero es una mercancía fantástica. Una fantasía. Ni lo puedes comer ni te abriga, pero representa toda la comida y toda la ropa del mundo. Por eso es una ficción. Y eso mismo lo convierte en el patrón con el que valoramos todas las mercancías. ¿Qué comporta eso? Pues que el dinero se convierte en el bien de consumo universal. Pero recuerda: el dinero es una ficción; bienes de consumo en forma de pura fantasía, ¿entiendes? Y eso es doblemente cierto en el caso del capital financiero. Las acciones, los valores, los bonos. ¿Crees que alguna de las cosas que compran y venden esos bandidos del otro lado del río representan algún valor real y concreto? No, para nada. Las acciones, los valores bursátiles y toda esa porquería no son más que promesas de una valor futuro. Así pues, si el dinero es una ficción, el capital financiero es la ficción de una ficción. Con eso comercian todos esos criminales: con ficciones."

lunes, 9 de septiembre de 2024

Jorge Carrión o el asunto del personaje de ficción

Jorge Carrión, Las huellas, Barcelona, Galaxia Gutenberg (2024)

https://www.galaxiagutenberg.com/producto/las-huellas/

Las huellas es un libro que recopila cuatro novelas ya publicadas por Jorge Carrión cuyos argumentos están entrelazados y que por fin podemos leer en conjunto. El asunto principal es el personaje de ficción.


Los muertos es una serie de televisión que divide al mundo entre nuevos y viejos. Estos personajes en realidad no saben que antes fueron personajes de ficción y a veces sienten interferencias que son como ramalazos de recuerdos y también van a adivinos para que averiguar cómo se llaman, porque cuando nacen son "nuevos" y no conocen su propia identidad ni a qué se dedicaban antes, en la vida pasada. El misterio no reside en el futuro sino en el pasado. Eso es la serie, pero en la realidad Los muertos tiene enormes consecuencias en la sociedad. Las personas se identifican con los personajes, sufren con ellos, los consideran tan cercanos como a un familiar. Si un personaje muere, ¿su duelo equivale al provocado por una persona real? ¿Tienen derecho los creadores a matar a un personaje? ¿Cuáles son los derechos de los personajes de ficción? Todo un debate que parece continuar con los planteamientos de Unamuno en Niebla. Además, existe una página llamada Mypain que es una red social donde el usuario reencarna a personajes que han muerto en la ficción. En la segunda temporada de la serie, los creadores introducen una "pandemia" que hace desaparecer a los personajes.

"«Hay algo peor.» «¿Qué, amigo?» «La certeza de que el otro mundo no era mejor: allí éramos esclavos o blade runners, replicantes o humanos, modelos básicos de placer o asesinos, pero sobre todo éramos marionetas, peor aún, muñecos de ventrílocuo, muñecos agujereados, muñecos de entrañas ocupadas por una mano, sin voz propia, eso éramos, Roy, muñecos sin voz propia.» «Turistas de una vida ajena, pero, no obstante, sentimos nostalgia.» «Y sí.» «Pero no obstante, no queremos ser los siguientes en desaparecer. » «Y no.»"

Interesante el juego de paratextos dentro del texto: textos que interpretan la serie Los muertos con estilo de crítica y que terminan de explicarnos en qué consiste la serie. 

*

Los huérfanos nos sitúa en un búnker donde hay gente encerrada, hubo una guerra y están bajo una perpetua luz amarilla. El narrador (en primera persona), que está escribiendo el texto que leemos, nos confiesa que lleva trece años acostumbrándose a esa luz. Hay una comunidad en el búnker, no son muchos, pero son unos cuantos, y saben que el búnker está en China y que allí se refugiaron en cuanto estalló la Guerra en el año 2035. Pero hay más búnkeres repartidos por ahí. El narrador se escribe con Mario, uno de los creadores de Los muertos y el único superviviente de un búnker que está en una isla del Pacífico. Sabemos que la gente no sale del búnker por la radiactividad. Y el narrador, Marcelo, es un guardián del diccionario:

"El lenguaje es trémula oscuridad: por eso las letras son negras y están en movimiento. El Diccionario trata de domesticar esa oscuridad ingobernable, nos ofrece en forma de lista, recortadas de su oscuridad original, la mayoría de las palabras que componen un idioma. Por eso las páginas del Diccionario son blancas. El negro es el lenguaje, el blanco es el Diccionario que salva provisionalmente a las palabras, ordenándolas, de la locura abismal en que perpetuamente residen."

La novela trata sobre la memoria histórica en diferentes modalidades, pero sobre todo reflexiona sobre la reanimación histórica, que muchas veces ficcionaliza la historia. Historia y ficción van y vienen, se retroalimentan, se mimetizan, se interpretan. Marcelo fue un redactor de informes para la Comisión de Informes de Estrategias de Recuperación de la Memoria Histórica antes de las bombas, y por eso leemos intercalados retazos de algunos de ellos. Pero además los personajes de Los huérfanos han visto la serie Los muertos y fueron usuarios de Mypain. Internet es un fósil, apenas sobreviven algunas páginas. Hay un personaje del búnker, Chang, que tiene un arma y el arma lo convierte en el jefe; hay otro, Anthony, que está encerrado y hace cosas raras. Hay una adolescente, Thei, a quien Marcelo desea culposamente.

"Narrar, pese al utópico deseo de verdad, es ir acumulando mentiras."

*

Los turistas nos sitúa ante la mirada de Vincent van der Roy, recién estrenado el siglo XXI. Contada en tercera persona, con narrador neutro. Está viajando a Holanda. En realidad, está persiguiendo a una anciana. Dice Vincent que sabe leer a las personas y esta anciana no para de subir a aviones y Vincent la sigue y en las escalas tiene aventuras con mujeres hermosas. Vicent ha perdido a su mujer y su antídoto al dolor es huir hacia delante. En una de las paradas, en Sudáfrica, conoce a un cineasta que está interesado en poner en marcha un experimento con un personaje de ficción: que alguien lo encarne y así el personaje podrá gozar de la libertad que nunca tuvo. 

(Hay un interludio muy bien logrado: una voz en verso, poética, sospechamos que la de la anciana que a la vez es la voz de El Viaje desde el principio de los tiempos y que ahora se llama turismo. Esa voz, que ha conseguido insertar el tiempo en la grafía y el estilo (porque los versos se van modernizando a medida que avanzamos en la lectura), le habla a otra mujer.)

Sigue otra parte con diálogos algo teóricos, reflexiones sobre la creación, la vida, etc. Vuelve a encontrarse con el personaje cineasta, Ahmed, con quien van entablando una amistad cada vez más profunda. Luego sabremos que el personaje se llama George, es decir, el otro creador de la serie Los muertos.

"A veces lo pienso: ¿en qué dimensión vivirán los personajes de ficción mientras nadie lee las novelas en que aparecen o ve las películas en que viven sus aventuras? Tiene que haber un limbo, un espacio habitado por esas criaturas cuando nadie las ve. No me las imagino congeladas, sino dinámicas, viviendo al margen de quienes decidieron el guión de sus existencias…"

A ellos se suma Jess de la que Vincent se enamora, aunque podría ser su hija. Siente celos de la complicidad entre Ahmed (George) y ella. Más tarde aparecerá también Mario. De modo que esta es la novela que nos muestra cómo se conocen George y Mario, los creadores de Los muertos.

*

Los difuntos es una spin-off de Los muertos y vamos a "verla" en las páginas que siguen. Hay un Recién Llegado que aparece en un mundo alternativo. Poco a poco va recuperando el lenguaje y traduce todo lo que ve. Aquí es un esclavo, acaban de comprarlo. La primera tarea es darle de comer a una enorme caldera, palada tras palada. Pero, ¡anda!, es un caso atípico: el Recién Llegado ha conseguido hablar realmente muy rápido. Le dicen que tal vez sea capaz de saber cómo se llama. Y sí, sabe: se llama Dioniso. Y ahora le asignan un trabajo en la biblioteca. Aparte de eso, una celebrity, Hickok, ha decidido guardar dos pistolas en una caja fuerte de un banco. Al poco vemos cómo le entrega un sobre a Dioniso: allí le dice que tiene que devolver las pistolas al museo de historia, pues es allí adonde pertenecen. En la segunda parte sabemos que Dioniso planea liberar a todos los recién llegados de la esclavitud. Y esta historia se repite variada infinidad de veces.

lunes, 2 de septiembre de 2024

Alejandro Zambra o una palabra para lo contrario del duelo (cita)

 

Alejandro Zambra, Poeta chileno, Barcelona, Anagrama (2020)

https://www.anagrama-ed.es/libro/narrativas-hispanicas/poeta-chileno/9788433998934/NH_641

"Quizás existe una palabra para designar lo contrario del duelo, lo que se siente no después de que alguien muere sino cuando reaparece; lo que se siente cuando de súbito recuperamos a alguien que había permanecido ausente hasta de nuestros sueños. Palabras como renacimiento o resurrección son tan inadecuadas, porque lo que Gonzalo siente es más complejo, más específico: lo contrario del duelo coexiste con el duelo, es algo así como una alegría elegíaca."