Jimena Néspolo, Las cuatro patas del amor, Barcelona, Comba (2018) https://www.editorialcomba.com/catalogo/libros/narrativa/las-cuatro-patas-del-amor/ Una familia ha instalado una piscina de plástico con forma de riñón; un emigrante italiano se plantea volver a emigrar; una mujer se obsesiona con su nevera; una prostituta recela de uno de sus clientes; una ginecóloga asiste un parto extraño; un escritor de novela negra devanea sobre el arte de escribir; un hombre de ojos verdes ha soñado con un supermercado; una mujer observa eso que tiene en sus partes íntimas; dos hermanas se reencuentran y sacan los trapitos al sol; todo un pueblo está pendiente de una familia inglesa de dudosa procedencia, y una ex militante que espera a su hermano para comer componen este libro de relatos de corte clásico, donde predomina lo reflexivo, el ejercicio de la memoria y un ambiente de provincias, y donde además notamos cierta leve animalidad que va recorriendo la mayor parte de los cuentos:
"Pero mis manos daban vueltas y vueltas por la superficie de ese vientre y no lograban establecer un orden coherente, la precisa simetría de los miembros y su disposición en el espacio. Por momentos me parecía palpar la espalda que se prolongaba en la cabeza casi encajada en la pelvis, por momentos esa cabeza era un culo y entonces no encontraba la cabeza porque, donde debería estar, este cuerpo imaginado adoptaba la forma de los brazos o de algo más prolongado."
Bienvenidos a la era de la posthumanidad, donde lo tecnológico cohabita
con lo biológico. Un espacio donde todo ser viviente se define no por su
esencia sino por su construcción. La construcción requiere ensamblajes,
articulaciones diversas, como el paraguas y la máquina de coser en una
mesa de disección. La construcción es la mejor manera de ejercer el
libre albedrío, de encajarse las partes necesarias o despojarse de lo
inútil para construir la propia identidad. La era del cíborg es la era
de la revolución de las identidades, la era de la libertad creativa, de
la imaginación creadora. Sigue leyendo
Llucia Ramis, Las posesiones, Barcelona, Libros del Asteroide (2018) http://www.librosdelasteroide.com/-las-posesiones Empecemos diciendo que Llucia Ramis escribe autoficción. Una vez me confesó que la ficción no le interesa, que como lectora le resulta muy difícil aceptar el pacto y creer en eso "inventado". Pero convengamos que la autoficción utiliza los mismos mecanismos narrativos que la ficción, incluso se ve obligada a buscar el punto de ficción de uno mismo. En el fondo, en literatura nunca importa mucho el qué, sino el cómo.
Esta es la historia de una Llucia Ramis que visita Palma de Mallorca, la ciudad natal, pues su padre se está comportando de manera extraña. Pero volver a Palma es volver al recuerdo de muchas cosas: un desencanto amoroso, un suceso trágico acaecido en los noventa que afectó muy de cerca a su familia, un amigo con el que tonteaba de adolescente y con quien nunca se enrolló.
Diríase que muchos de los protagonistas de esta historia están indignados por hechos injustos: cosas con las que hay que apechugar tarde o temprano. A la narradora le toca darse cuenta de que "crecer es no tener adónde volver".
"Ni siquiera nuestro pasado nos pertenece. Tampoco podemos regresar a él. No existe la manera de instalarnos en lo que ya quedó atrás, aunque nos engañemos con los recuerdos y a veces nos visiten los fantasmas, condenados a repetir siempre lo mismo, sin lograr hacerlo real, solo un reflejo, una sombra en la pared. Condenándonos a oír su lamento, el susurro de unos pasos, lo que podría haber sido, lo que tal vez fue en alguna otra parte. / También somos lo que perdimos. O quizá somos sobre todo eso."
Las posesiones avanza con un ritmo notablemente ágil. Una prosa fresca, divertida, con ese aire improvisado que sabemos que cuesta mucho conseguir. Hay, además, unas cuantas reflexiones sobre el oficio de periodista, sobre la escritura en general, y un paralelismo entre periodistas y psicólogos, el oficio de sus padres:
"Si un psicólogo profesor de instituto tiene tanto miedo a perder la palabra, ¿qué será de nosotros, periodistas, que vivimos de la voz que tenemos?"
"El psicólogo analiza almas humanas y el periodista le busca el alma al mundo."
"Sigmund Freud, creador de la autoficción, se inventó al ser humano y le hizo creer que era real."
En la línea de Literatura de izquierda (2004), o mejor, como la continuación de dicho programa para el futuro de la literatura, nos llega Fantasma de la vanguardia (Mardulce, 2018) de Damián Tabarovsky (Buenos Aires,
1967), un ensayo que toma la forma de manifiesto o de discusión
polémica y cuya lectura provoca eso mismo en quien lo tenga entre manos
(cosa, por otra parte, que debería conseguir todo ensayo que se precie):
un replanteamiento de los postulados con que tendemos a pensar la
literatura, su papel en el mercado, su circulación y publicación, y la
posibilidad de construir una literatura que desestabilice el presente y
dialogue con el porvenir. Sigue leyendo
No es fácil dar con un texto que transmita la experiencia de una mujer haciéndose mayor. Quizá lo encontramos en Carson McCullers: esas chicas inteligentes que no están del todo convencidas de cómo funciona el mundo para ellas, que siempre tienen las de perder pero que al final se imponen. Aunque esto viene de lejos, y muchas chicas aprenden a resignarse muy pronto. Resignarse significa aceptar algo que no convence. Supongo que una chica inteligente comprende que ha de buscar la manera de sortear las imposiciones, negociar con todo eso. Tal vez una chica inteligente aprende muy pronto a sospechar de todo:
"A veces tenía la impresión de que hacerse mayor siendo una chica era aprender a tener miedo. Sin caer en la paranoia, o no exactamente... Era más bien la imposición de estar siempre alerta y pendiente de dónde estaban las puertas de la sala de cine o la salida de incendios en un hotel. Llegabas a saber que el cuerpo que habitabas era vulnerable, una fortificación imperfecta, de un modo que nunca percibiste siendo niña. En la televisión, en los periódicos, en libros y películas... nunca violan ni raptan ni apalean ni descuartizan ni queman con ácido a un hombre. Pero en los relatos y en los programas de crímenes, en series de televisión y en la vida real, ocurre continuamente, a nuestro alrededor. Y así aprendemos –preparamos nuestra mente para ello– que nuestro cuerpo necesita protección. Que es precioso pero también totalmente prescindible, depende de con quién nos topemos. Ninguna chica quiere terminar en una fiesta sin saber cómo volver a casa. Ninguna chica quiere verse caminando sola calle abajo –sobre todo si es una calle solitaria– cuando ya es de noche. Ninguna chica quiere abrir la puerta a un desconocido, desde luego, nunca lo quiere, si está sola en casa, aunque sea un hombre de uniforme. Porque el uniforme podría ser un disfraz. Esas cosas pasan. Lo he visto en la tele."
La niña en llamas es una deliciosa novela realista de dos amigas haciéndose mayores, aprendiendo a lidiar con las imposiciones, comprendiendo el arte de la sospecha.
[Publicado en Journal de Ética y Cine, 8, 3, de noviembre de 2018] El ciudadano ilustre, película dirigida por Mariano Cohn y Gastón
Duprat (2016), cuenta la historia de un escritor argentino, Daniel
Mantovani (interpretado por Óscar Martínez), que gana el premio Nobel y
cómo aquello le cambia la vida. Enseguida empiezan a invitarlo a
infinidad de eventos y por supuesto que no puede asistir a todos. Sin
embargo, hay uno que, a pesar de que no parece gran cosa, le atrae por
razones personales: Salas, su pueblo natal, adonde no regresa desde hace
cuarenta años y que Montovani utiliza como escenario de la mayoría de
sus novelas, le acaba de nombrar “Ciudadano ilustre” y lo invita a
acudir a la ceremonia. Si acepta, durante su estancia participará,
además, en varios eventos, como formar parte del jurado de un premio de
pintura, inaugurar su propio busto en una plaza e impartir unos
seminarios sobre literatura, entre otras cosas. Montovani, cansado ya de
sus apariciones públicas que parecen importar más que su obra, decide
aceptar la invitación y viajar al pasado. sigue leyendo