Rodrigo Fresán y la máquina para soñar (diario de lectura) 2 : rumiar la biblioteca

lunes, 10 de abril de 2017

Rodrigo Fresán y la máquina para soñar (diario de lectura) 2

Rodrigo Fresán, La parte soñada, Barcelona, Literatura Random House (2017)
http://www.megustaleer.com/libro/la-parte-sonada/ES0144883

Y seguimos. La tercera parte, la del insomnio y la más larga de las tres, lleva por título:

Esta noche (Manual de últimos auxilios para soñadores despiertos)

Fresán nos lleva de nuevo a las definiciones: el pasado, el insomnio, la muerte, las camas, el fin del mundo, la relectura, lo que significa escribir y cómo dejarlo, la educación de un escritor, es decir, sus lecturas y sueños y fantasías, la relajación, la hipnosis, remedios y trucos para dormir, Vila-Matas, Saul Bellow, Iris Murdoch, el escritor IKEA, su propio doble y las novelas dobles de sus propias novelas, etcétera. 
Largo el etcétera. 
Las enumeraciones y digresiones fluyen con una "voz rara, además. Una voz que aun en tercera persona del singular sonaba tanto a una primera persona. Una voz, pensaba él, como llegando desde afuera, desde lo alto, pero tan asimilada como la voz de los padres leyéndoles a sus hijos en la cama para que se duerman".  
Pero acá encontré lo que buscaba. Acá encontré la respuesta a esa pregunta que me hacía al principio: ¿cómo lo hace? ¿Por qué no lo dejamos ahí tan lindo ese lomo en la biblioteca? Fresán es un encantador, aquello que Vladímir Nabókov llamaba shamanstvo (de chamán, claro). Como un encantador de serpientes: las serpientes somos sus lectores y la prosa es la música que se activa y nos hace salir de ahí de donde salen las serpientes a mirar qué es eso que hay por encima. Por encima hay insomnio. Dicen que cuando tenemos insomnio es porque aparecemos despiertos en el sueño de alguien. 
"De ser eso cierto, el insomnio recurrente sería consecuencia de estar muy presente en los pensamientos de los demás (¿de Ella?)."
Menos mal que no sueñan demasiado conmigo.
Menos mal también que el insomnio está plagado de admiración a Nabókov y sobre todo a Cosas transparentes. Hago una pausa y leo en una tarde Cosas transparentes. Trata de un corrector de pruebas que sufre de insomnio y una noche mata a su mujer. Trago saliva y regreso a La parte soñada. Hay una trama que implica a un espía que va siguiendo a Nabókov y su mujer Vera hasta Suiza. ¿Viene a cuento? Vaya uno a saber.
Aparece también la trama narrativa que llamaremos "familiar": El Niño, que es hermano de Penélope, y el Tío Hey Walrus, adorador de The Beatles y Kurt Vonnegut. Aparece la historia de El Niño: quiere convertirse en escritor ("[...] ¿acaso habrá algo más básica e intrínsecamente infantil que la idea de trabajar para hacer reales cosas que no lo son?"). Enseguida nos damos cuenta de que hemos retomado la historia primera, es decir, la del escritor a quien han extraído sus sueños en Onirium. Ahora está hablando de su pasado porque el pasado es el huésped del insomnio. El insomnio es lo contrario del sueño, pues. En el insomnio el pasado se va extendiendo como un imperio que va conquistando territorio. Va ocupando países a medida que pasan los años. Además, el escritor ya ha dejado de escribir. También nos percatamos (o necesitamos buscar la trama y la encajamos) de que el excritor ha viajado a Suiza por un encargo: debe escribir un artículo sobre el acelerador de partículas CERN. 
Bueno. Algo más o menos así. 

Entonces la terminé. ¿Qué me pareció? Una novela acelerada y recién expandida a la velocidad de la luz. Una novela big bang. Una novela inimitable. Una novela futura con poca narrativa y mucha información y jugosas digresiones ensayísticas. Una novela para escritores, pero sobre todo para lectores que escriben. Y para lectores que leen aunque no sea fin de semana.  

"Con los autores favoritos pasaba lo mismo que con las novias: en un principio, uno los quería idénticos a uno, uno quería escribir como ellos; después se iba entendiendo, acaso cuando ya era demasiado tarde, que lo que a uno más y mejor le hacía era no un opuesto pero sí un complementario (y así, en ocasiones, uno hasta se acababa casando y viviendo felizmente como lector con libros que uno detestaba y solo soñaba con abandonar o asesinar o al menos serles infiel hasta que la muerte nos separe como escritor). Alguien que no fuese un implacable espejo de los propios defectos sino un contenedor de virtudes extrañas que podían salvarte la vida, alejarte de las taras y de vicios y tics, completarte. De igual manera, cuando eres joven te seducen aquellos libros de otros que, al leerlos, piensas que alguna vez podrás llegar a escribir. Cuando ya no eres joven, en cambio, te enamoras de esos libros de otros que comprendes que jamás podrás escribir. Un amor no correspondido pero, aun así, un amor amable."


Aquí la primera parte:
Rodrigo Fresán y la máquina para soñar (diario de lectura) 1

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