rumiar la biblioteca

lunes, 24 de agosto de 2020

Juan Bautista Durán: lectores y animales

 

Juan Bautista Durán, Tantas cosas dicen, Barcelona, Comba-Exodus (2020)

https://www.editorialcomba.com/catalogo/libros/narrativa/tantas-cosas-dicen/

Un joven casado cuyos suegros van a cenar por primera vez a casa, tiene una relación peculiar con su perra Fabia; una chica francesa que hace una tesina sobre Francisco Umbral viaja a Madrid a entrevistarlo; Hugo, un hombre que se encuentra con su yo pasado y su yo futuro, se dice cosas a sí mismo; la voz de un niño enfermo que cuenta cómo su padre está editando a Rosa Chacel, editor que hace tiempo tuvo una perra llamada Fabia; cuatro parejas que van a pasar un fin de semana en una casa de campo donde una de ellas espera el clic del fotógrafo; un muchacho va a pasar unos días al campo y cuenta sus peripecias alternando la primera y la tercera persona; un estudiante sube a leer a la azotea de su edificio y a espiar a los vecinos; un niño entra de lleno en la pubertad en una visita a unos tíos que tienen piscina; un amante, quiosquero, que se marea en el momento menos indicado, descubre la llegada de un escritor del boom latinoamericano; un hombre solitario, cuyos amigos con pareja se van a pasar fines de semana a casas de campo, se obsesiona con una gotera.

El hilo conductor de todos los cuentos es la lectura. A veces el fútbol, pero sobre todo los libros. Aquí los personajes leen siempre. Todos leen. Además, Tantas cosas dicen puede entenderse como una novela por cuentos, o un libro de fotografías del mismo imaginario, porque hay personajes que reaparecen, hay animales que reaparecen y que "son como un espejo que refleja emociones o comportamientos subterráneos que no nos atrevemos a ver" ("A vista de pájaro"). Un libro muy bien pensado y, nada que nos sorprenda a estas alturas de Durán, un libro muy bien escrito.

"Porque en la ciudad la tercera persona se pega al cuerpo, el muchacho es más yo y vuelve sin cesar al mí, al pronombre que mejor nos identifica entre tanta gente que va y viene, busca calles o inventa gallos que los llamen a sus obligaciones. Por ahí ando yo todos los días, y cada vez estaba más en la ciudad, salvo que entre árboles y maleza, cuando la bretona se echó contra una lagartija que cruzaba rauda el camino. Ni me había dado cuenta de que venía detrás, por lo que su salto veloz contra la lagartija me sorprendió tanto o más que la aparición del reptil. Fue un ataque súbito que tuvo la gracia de devolverme en seguida a la tercera persona." ("Asueto")

lunes, 17 de agosto de 2020

Sara Gallardo y el animista Eisejuaz

 

Sara Gallardo, Eisejuaz (1971), Madrid, Malas Tierras (2019)

http://www.malastierraseditorial.com/eisejuaz/

Eisejuaz es uno de esos personajes fascinantes que están a medio camino entre dos culturas diferentes; la indígena y la colonizadora. Al principio uno cree que el tipo está chapita, es decir, loco de remate, porque escucha voces que le dictan qué tiene que hacer, porque habla con la naturaleza. De hecho, leía esta novela y recordaba El entenado de Saer y Memorias de un pigmeo de Uhart, dos novelas posteriores pero que yo leí primero y que también cuentan la historia de hombres que tienen que transformar su manera de concebir el mundo por el cambio cultural, como una especie de esquizofrenia. Está escrita, además, con ese lenguaje extraño, o mejor, con esa sintaxis extraña. El punto de vista es de Eisejuaz y esa sintaxis es suya. Una mezcolanza. Uno de los personajes la define así: "tu idioma parece la tos de los enfermos". 

Le pasan un montón de cosas a Eisejuaz mientras escucha la voz del corazón, de los espíritus. Y las cuenta con la urgencia de la verdad.

"Vi la voz del Señor pintada y saltando en todos los lugares, brillando y siempre tapada, cantando y siempre callada, en todas partes esa misma voz de ese que es solo, no nació nunca ni nunca morirá. Y vi los mensajeros de esa voz por todas partes, como los pescados en la red y las arañas en la tela, saltando y apretándose en su orden por todo el mundo, sosteniéndolo. Y vi a ese de quien soy el cuerpo, Agua Que Corre, esperando mi cumplimiento para quedar libre y para brillar. Y vi a Eisejuaz, Este También, el comprado por el Señor, que empezaba el último tramo de su camino. Levanté los brazos pero no canté, nada dije, solo respiré para que el primer mensajero trajera y llevara a los mensajeros del Señor con libertad por adentro de mí."


lunes, 3 de agosto de 2020

La novela deejay XII

Si imaginamos un destino de la literatura similar al destino de la música, en el sentido en el que hoy aplaudimos y celebramos y adoramos al deejay como si de una estrella de rock o de un concertista virtuoso o de un afamado compositor se tratara, y celebramos su trabajo, es decir, el de poner discos, como arte, o mejor dicho, celebramos su collage y su mixtura y su capacidad de navegar por el tiempo y la tradición, de hacer tremolar el tiempo sobre diferentes bases, y extrapolamos el fenómeno al libro, o mejor, al libro electrónico, y pensamos que el escritor dejará de ser ese juntapalabras o el que busca estilo y construye una escritura, y que su función se habrá desplazado hacia un diseñador-maquetador con talento, con conocimientos de programador, que fabrique collages y corta-pegas y links de navegación por las grandes obras de todos los tiempos y aplaudamos su trabajo, lo celebremos como gran hacedor de los tiempos por venir, y colaboremos para que pueda ganarse la vida con mucha mayor soltura que un escritor, porque tal y como dicen algunos, y no sin razón, con semejante tradición para qué escribir o reescribir, o contestar y dialogar con esa tradición, quizá sea suficiente con manipularla y fragmentarla y servirnos de ella para contar la historia que queramos, para seguir ejecutando el hecho literario.


Por ejemplo, yo podría continuar con el montaje de una autobiografía in progress, que ya comenzara con los posts La novela deejay, La novela deejay II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X y XI utilizando un fragmento de un diario de Chantal Maillard recopilado en India para explicar cómo conduzco mi vida (o mejor, cómo soy conducida por ella) a partir de intuiciones, esos oráculos internos:



lunes, 27 de julio de 2020

Marge Piercy: Mujer al borde del tiempo



Marge Piercy, Mujer al borde del tiempo (1976), traducción de Helen Torres, Bilbao, Consonni (2020)

Me decepcionó un poco Mujer al borde del tiempo. Tal vez porque tenía demasiadas expectativas sobre un libro de ciencia ficción feminista, con crítica social y una propuesta ecológica y medioambiental contundente para su tiempo (y para el nuestro). La protagonista, una mujer mexicana que tiene todas las de perder, está internada en un manicomio y recibe la visita de un ser de sexualidad fluida que la invita a viajar al futuro. El futuro es una sociedad igualitaria y ecológica, una panacea. Y nunca sabemos si esta panacea no es más que un delirio.
"Es curioso, pero la manera en que ustedes hablan me recuerda a la gente de... de la institución en la que estoy encerrada... La mayoría del tiempo no hablamos entre nosotros, pero hay... menos barreras que en el exterior. Sea como sea, de alguna manera siempre he tenido tres nombres dentro de mí. Consuelo, mi nombre de nacimiento. Consuelo es una mujer mexicana, sirvienta de sirvientes, silenciosa como una arcilla. La mujer que sufre. La que carga y soporta. Después soy Connie, la que se las arregló para ir dos años al centro de estudios superiores, hasta que Consuelo se quedó embarazada. Connie consiguió algún trabajo decente de vez en cuando y luchó por un subsidio para tener algo de dinero extra para Angie. Me metió en un bus cuando dejé Chicago. Pero fue ella la que se casó con Eddie, pensaba que era una decisión inteligente. Después soy Conchita, mi parte depresiva, mezquina y alcohólica que va a la cárcel, al loquero, que solo ama a hombres inútiles, que hizo daño a su hija..."
La historia se desarrolla sin sobresaltos, sin intención estilística alguna. (Tal vez sea una excelente lectura panfletaria, pero no es lectura literaria.) Esto viene a confirmar una vez más que importa mucho más el cómo que el qué, al menos para lectores acostumbrados a libros que pretenden dialogar con la literatura.

lunes, 20 de julio de 2020

Andrés Ibáñez o escribir es matar



Andrés Ibáñez, Nunca preguntes su nombre a un pájaro, Barcelona, Galaxia Gutenberg (2020)

Horst, un escritor de terror, decide pasar una temporada en una casa en medio de un bosque para encontrar la inspiración. La casa pertenecía a otro escritor ya fallecido, Winslow Patrick, a quien el protagonista admira. Patrick le dijo una vez que "escribir es matar". Por suerte, los jueves viene a visitarlo su cuñada Eva, de quien está secretamente enamorado. Además, está por allí el viejo Willard, un pescador experimentado que conoce bien la zona. De modo que Horst está muy entusiasmado, hasta que empiezan a pasarle cosas cada vez más raras.
"A menudo tenía la sensación de encontrarse atrapado dentro de una novela de Stephen King, pero a pesar de todo la casa le gustaba y se sentía feliz dentro de ella."
La novela se va convirtiendo en una novela de terror. El escritor de terror se ve atrapado, cual Quijote, en una realidad que cada vez es más parecida a una de esas tramas terroríficas. Es novela de género, novela homenaje al género y novela que cuestiona al género. Con esa prosa tan propia de Ibáñez, llena de acción, de movimiento, de sorpresa, de exageración, de humor.
"Oh, ya basta, se dice a sí mismo, deja de jugar con las palabras, deja de ser tan inteligente. No se escribe con la inteligencia, sino con las entrañas. No se escribe con el ingenio, sino con la fuerza. Fuerza, se dice a sí mismo, fuerza. ¿Acaso tenía Kafka fuerza? ¿Tenían fuerza T. S. Eliot o Wallace Stevens, honrados funcionarios? No, yo no tengo fuerza alguna, se dice, pero tengo terror, y eso es quizá lo que une a todos los escritores."

lunes, 13 de julio de 2020

Álex Chico y la elegía de Portbou


Álex Chico, Un final para Benjamin Walter, Avinyonet del Penedés, (Candaya (2017)

Uno piensa que va a leer una biografía de Walter Benjamin, una crónica de sus últimas horas en Portbou, pero lo que se encuentra es un rodeo: Benjamin funciona como "punto ciego" o "piscina llena de algas" sobre la que gira todo el avance de este "ensayo-ficción", o mejor: de esta crónica de cómo se escribe una crónica. Un backstage de la investigación, de la visita a Portbou, de las reflexiones del narrador desplegándose siempre en titubeo, con incontables dudas, en un tono melancólico, por momentos elegíaco y sobre todo serio.
"La escritura consistirá entonces en dar vueltas alrededor de una piscina que, sin previo aviso, se llena de algas."
Se puede decir que este libro trata sobre Portbou, porque el pueblo le sirve al narrador para reflexionar sobre gran parte de los acontecimientos más abyectos del siglo XX. Portbou es un pueblo de frontera que ha perdido su razón de ser desde Schengen pero que encarna esa cultura del que emigra. Pero también es un libro sobre la memoria y sobre el olvido, porque hay cosas que es mejor olvidar para "no tener que dar explicaciones".
"Ripoll apunta algo que me parece ensencial: un exiliado, para serlo, necesita una frontera. En realidad, añade, no solo una frontera, sino una necesidad de renacer, de reinventarse a sí mismo. Todo lo que ha conocido desaparece para siempre de su vista, por eso debe hacerse a la idea de que su mundo anterior ha dejado de existir. De alguna forma, es ya otra persona, porque lo que le rodea tiene una consecuencia distinta, menos sólida, más inestable. La guerra convierte una vida cualquiera en una vida miserable. El exilio da un nuevo paso: no solo prolonga esa vida miserable, sino que borra de un golpe las razones de una existencia."