rumiar la biblioteca

lunes, 7 de noviembre de 2016

Siete propuestas para la novela futura: Vila-Matas, Piglia, Foster Wallace


Enrique Vila-Matas,
Perder teorías, Barcelona,
Seix Barral (2010)


Aparte de homenajear y diagolar con Seis propuestas para el próximo milenio de Italo Calvino, Perder teorías se pregunta cómo habría de ser la novela futura, una pregunta, por lo demás, que en absoluto es nueva y que ronda de tanto en tanto a todos esos escritores que consideran que escribir es algo más que (y simplemente) contar una historia. Enrique Vila-Matas dice que son cinco los elementos que acechan la novela del mañana:



  • 1. La "intertextualidad": es decir, el uso de citas/citas falsas y referencias a otros libros (incluida la autorreferencia, por supuesto).
  • 2. Las conexiones con la alta poesía (decía Barthes: "todas las veces que hay un esfuerzo de estilo, hay versificación").
  • 3. La escritura vista como un reloj que avanza (más que como un espejo a lo largo del camino): "uno de los aspectos más seductores de la literatura se encuentra en el hecho de que algunas veces puede ser algo así como un espejo que se adelanta; un espejo que, como algunos relojes, tiene la capacidad de avanzarse".
  • 4. La victoria del estilo sobre la trama (ya que existen unas pocas tramas que siempre se repiten (piénsese en Vladímir Propp y similares), el novelista debe limitarse a elegir una cualquiera o una combinación cualquiera). 
  • 5. La conciencia de un paisaje moral ruinoso (esto se entiende como lo que muchos denominan "conciencia social", "denuncia de la decadencia" y sus hermanos más o menos realistas/pesimistas/"es lo que hay").  



Ricardo Piglia,
Antología personal
,
Barcelona,
Anagrama (2015)
(Lo más divertido de todo esto es que Vila-Matas expone esos cinco elementos pero también los "muestra": Perder teorías está respetuosamente construido con esos cinco requisitos, de modo que también podríamos hablar de Perder teorías como de una novela.) 




*

Pareciera que las conferencias de Calvino también llamaron la atención de Ricardo Piglia, quien se preguntó en algún momento cuál podría ser la sexta propuesta de Calvino, pues como todos recordaremos las Seis propuestas para el próximo milenio al final quedaron en cinco (levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y multiplicidad). 

Aunque Vila-Matas habla de elementos en una misma novela y no de distintas propuestas como modelos de novela futura, permitámonos relacionar (o confundir) por un momento elementos con propuestas. De modo que podríamos añadir a los cinco elementos vilamatianos este sexto (o al revés: añadir a la sexta propuesta de Piglia los cinco elementos de Vila-Matas). ¿Y cuál es esa sexta propuesta? Piglia: "Me parece entonces que podríamos imaginar que hay una sexta propuesta, a la que yo llamaría el deslizamiento, el desplazamiento, el cambio de lugar. Salir del centro, dejar que el lenguaje hable también en el borde, en lo que se oye, en lo que llega de otro". Esta frase tan enigmática significa la idea de incorporar los retazos de voces verdaderas (a lo Puig, a lo Walsh y la crónica, por ejemplo). De modo que agregaríamos:

  • 6. El deslizamiento, el cambio de lugar ("poner a otro en el lugar de una enunciación personal").





*

David Foster Wallace,
En cuerpo y en lo otro,
trad. Javier Calvo,
Barcelona,
Literatura Random House (2013)
Solo nos falta la séptima propuesta que anuncia el título. En un hilarante artículo, "La naturaleza de la diversión", David Foster Wallace habla de eso que es la novela citando a DeLillo y definiéndola así: "un niño repulsivamente deforme que sigue al escritor a todas partes, yéndole eternamente detrás a cuatro patas (es decir, reptando por el suelo de los restaurantes donde el escritor está intentando comer, apareciendo a primera hora de la mañana a los pies de su cama, etcétera), repulsivamente defectuoso, hidrocefálico y sin nariz y con aletas en vez de brazos e incontinente y retrasado y babeando líquido cerebroespinal por la boca mientras lloriquea y gorgotea y llama al escritor, pidiéndole amor, pidiéndole eso que su misma repulsividad le garantiza que va a obtener: la atención total del escritor". El escritor ama a su "niño deforme", y quiere que salga al mundo y que todos lo vean como un "niño perfecto". Y aunque el escritor sabe que el niño no es perfecto y que, a pesar del esfuerzo, nunca quedará perfecto, le gusta pasarse la mayor parte del día construyéndolo. Construir novelas es divertidísimo, dice Foster Wallace. Lo malo es que se puede caer en la trampa, advierte, de querer gustar al lector (eso por culpa del miedo que genera el hecho de que el niño al final es aceptado por el mundo y por los lectores que vienen a ser el mundo para una novela), y muchas veces se pierde lo genuino de ese producto, que consiste, precisamente, en la diversión. De modo que permítanme agregar la séptima:



  •  7. La diversión, o el "Trabajo Como Juego": "Bajo la nueva administración de la diversión, escribir narrativa se convierte en una forma de adentrarte en ti mismo e iluminar esas mismas cosas que no querías ni ver ni que nadie más viera, y resulta (paradójicamente) que estas cosas son justamente las cosas que todos los escritores y lectores comparten y sienten, y a las que reaccionan. La narrativa se convierte en una forma extraña de aceptarte a ti mismo y de decir la verdad en lugar de ser una forma de escapar de ti mismo o de presentarte a ti mismo de una forma que supones que hará que le gustes al máximo número de personas. Se trata de un proceso complicado, que confunde y da miedo, y también muy trabajoso, pero que resulta ser la mejor diversión que existe".



Ahora sí, recopilemos estas siete propuestas para la novela futura:

  1. Intertextualidad
  2. Alta poesía
  3. Reloj que avanza
  4. Estilo sobre trama
  5. Conciencia de la decadencia del mundo
  6. Desplazamiento o insertos de voces verdaderas
  7. Diversión



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Acordada la "receta", la conversación terminó más o menos así:

PIGLIA: "asistimos a la destrucción del recuerdo personal (y situado)". 

VILA-MATAS: "no puede ser más ridícula e inverosímil la imagen de un creador —pongamos que literario— convencido de que es propietario de su inconsciente".

FOSTER WALLACE: “lo escribes prácticamente todo para excitarte a ti mismo”.

PIGLIA: “narrativamente podríamos hablar de la muerte de Proust, en el sentido de la muerte de la memoria como condición de la identidad verdadera”.

FOSTER WALLACE: “Al principio. Luego las cosas empiezan a complicarse y a volverse confusas, y hasta a dar miedo”.

VILA-MATAS: "todo verdadero narrador tiene que intentar inventar su teoría".

FOSTER WALLACE: "es lo que más quieres: equivocarte de forma garrafal, demente y suicida". 

PIGLIA: “¿Y qué sería un buen relato? Una historia que le interesa no solo a quien la cuenta, sino también a quien la recibe”. 

VILA-MATAS: “las frases que no entendemos pueden ayudarnos mucho más que las que entendemos perfectamente”.




lunes, 31 de octubre de 2016

Rebeca García Nieto o la incomodidad

Rebeca García Nieto, Las siete vidas del cangrejo, Sevilla, Alegoría (2016)
http://www.editorialalegoria.com/tienda/lineas-editoriales/narrativa/las-siete-vidas-del-cangrejo/

Siete relatos que combinan siete tipografías y siete registros discursivos diferentes para hablar de un mismo tema. ¿Cuál? Ah, no lo diré. Solo diré que es incómodo y desagradable y del que todos huimos enseguida o al menos intentamos hacerlo y solo lo afrontamos si no queda más remedio. 
Advierto que uno entra al libro completamente desprevenido y acepta el juego: una confesión de una madre, un diario de un masoquista, el recurso de apelación de un interrogado, un diálogo siempre en interrupción, un chat en twitter con vampiro incluido, una carta a una hija que nunca nació y unas memorias de un escritor fumador de hachís... Sin embargo aquello que livianamente se nos presenta como un acertijo va tomando cuerpo. 
¿Qué es eso que toma cuerpo? Ah, no lo diré. Solo diré que el tema es tan huidizo que huye incluso del lenguaje: estos siete relatos son siete metáforas de él. Siete circunloquios rematados con un colofón tal vez demasiado "didáctico" donde García Nieto escenifica una terapia de grupo para hablar por fin, sin pelos en la lengua, de eso tan universal y tan socialmente innombrable. Un tabú. Y ojalá dejáramos de considerarlo un tabú.
"En esta aventura no gana quien llega antes, sino quien sigue sobre el tablero: no lo olvides."

lunes, 24 de octubre de 2016

Elvira Navarro y el escándalo

Elvira Navarro, Los últimos días de Adelaida García Morales, Barcelona, Literatura Random House (2016)
http://www.megustaleer.com/libro/los-ultimos-dias-de-adelaida-garcia-morales/ES0148639

¿De qué trata Los últimos días de Adelaida García Morales? De una anécdota real que desencadena una ficción. García Morales es un personaje real, público; las dos protagonistas de esta ficción (la concejala a quien García Morales ha pedido cincuenta euros y la realizadora de un documental sobre la autora del título), son ficticios. García Morales solo aparece al principio de la nouvelle de Navarro pidiendo cincuenta euros; en el resto del texto se habla de ella, de su éxito efímero, de su ex marido, de su precariedad. Poco se habla de su obra, apenas pinceladas, y siempre referida a supuestos acontecimientos de origen biográfico. También se da cuenta de cierta experiencia de la lectura de Adelaida García Morales en un autobús. Sin embargo, esa breve aparición basada en una anécdota aparentemente real es suficiente para desencadenar un escándalo.
Diríase que el escándalo sobre este libro está incluido en el propio libro. Permítanme una cita:
"¿No se planteó siempre su documental como una suerte de recreación libre o de continuación atmosférica de las narraciones de García Morales y del personaje, y no de la persona, que la escritora era? ¿No resultará entonces conveniente virar cuanto antes hacia la ficción? Se reafirmará en esta idea diciéndose que se confunde demasiado a menudo lo verosímil con lo veraz, y que será mejor para su película deshacer ese entuerto desde el principio, dejar claro que su montaje no pretende ilustrar sobre la vida y la obra de nadie. Más tarde aún volverá a las palabras del psiquiatra, a la duda de si merece la pena, aun cuando ella no persiga ninguna verdad, incluir un desvarío que probablemente sea un embuste estúpido, y de si eso no conduce a un lugar morboso, o quizás tan solo grotesco."
Entiéndase que lo que aquí está en juego es el concepto de ficción y su límite. Entiéndase que la nouvelle sobre todo plantea esa pregunta: ¿dónde está el límite entre la realidad y la ficción? Entiéndase que la pregunta es absolutamente legítima, propia de la literatura universal y libertaria y que es lo más valioso de este texto.
Si Ricardo Piglia (en "Una clase sobre Puig", Antología personal) se pregunta "cómo hacer verdadera una ficción, cómo hacerla creíble y, al mismo tiempo, dentro de la novela, cómo hacer que los personajes aparezcan confundiendo el mundo de la ficción con el mundo de la realidad", la nouvelle de Elvira Navarro (como las últimas de Javier Cercas, entre otros) provocan lo contrario: son los lectores quienes confunden el mundo de la realidad con el mundo de la ficción. 

*
Los últimos días de Adelaida García Morales podría definirse como un falso testimonio (la parte de la concejala) y un falso documental (la parte de la realizadora). Para que lo falso funcione y despierte el recelo del lector, las "ganas de entrar en el juego", algo debe ser verdadero o al menos tener aspecto de verdadero: allí está el nombre propio, las citas de sus novelas, las entrevistas y sus fuentes, la película El Sur, etcétera. Todos estos recursos vendrían a plantear al menos algunas preguntas: ¿se trata de una novela de no ficción? ¿Se trata de un ensayo con ficción? ¿Qué necesidad tan acuciante parece tener la ficción cada cierto tiempo de llegar tan lejos como para que se produzca el "engaño"? ¿Por qué se lee esta nouvelle como una biografía cuando el mismo texto aclara repetidamente que se trata de una obra de ficción? ¿Qué entendemos por "éxito literario" y qué relación existe entre este y la calidad? ¿Por qué cuesta tanto aceptar textos híbridos en todos los sentidos?
  
*
Por lo demás, Los últimos días de Adelaida García Morales se centra tanto en la "vida" precaria de una escritora española (extrapolable a la mayoría de escritores) que la obra de García Morales no llega a empapar las páginas (a pesar de las citas). Tal vez se deba a su brevedad. Tal vez se deba a que no leí a García Morales. Tal vez se deba a que esperaba más de Elvira Navarro. Lo cierto es que el texto, el homenaje, invita a leerla no desde la obra sino desde su vida precaria. Una vida que además es en parte ficción. Invita desde la indignación y el escándalo, pero el lector sigue sin saber exactamente qué valor merece la obra de Adelaida García Morales.


lunes, 17 de octubre de 2016

Miguel Ángel Carmona del Barco: autoayuda, violencia y humor

Miguel Ángel Carmona del Barco, Manual de autoayuda, Madrid, Salto de Página (2016)
http://www.saltodepagina.com/libro/manual_de_autoayuda-116/

No sabemos si Miguel Ángel Carmona del Barco escribe drogado. No sabemos si antes de hacerlo se somete a la tortura de aburrirse sobremanera y mirar telediarios para después vengarse de todo, y con ganas. No lo sabemos, y si uso el plural mayestático es por algo.

Manual de autoayuda es un libro de relatos en los que predominan las voces afiebradas de unos cuantos monólogos psicópatas (generalmente). A cual más raruno, de prosa violenta, veloz, esquizofrénica y repleta de sentido del humor. Un humor un poco incómodo, tenemos que decir: humor negro, humor violento, humor que ríe de los prejuicios exponiéndolos, cosa que supongo que molestará a los lectores ingenuos. Un libro leído por una parte con asombro, con ganas de seguir adentrándome en ese oscuro y delirante mundo; por otra parte con esperanza de que aquello que a veces parece forzado será mejor en el próximo libro. Pero a todas mis partes nos gustó ese aire a realismo delirante de Laiseca, ese juego paródico del lenguaje estereotipado de los géneros populares (series de televisión, telenovelas, cómics, etc.), a menudo poca relación causa-efecto, mirada desde dentro del personaje, es decir, mirada sesgada, escenas descabelladas o absurdas, aunque diré que nunca pierde el hilo y hasta se atreve con la denuncia social (aunque parezca imposible señalar la injusticia en semejante contexto, pero lo hace y eso lo celebramos aquí con sonados aplausos).  

Abundan las drogas, la violencia física, las enfermedades terminales, los trasplantes de órganos, los trastornos psicológicos. 

Permítanme un fragmento de "Pasajero":


"Casi todos los que estábamos dentro ahora estamos fuera. Mi oreja está en algún lugar de la estación, junto a la pierna de la peruana que se sentaba a mi lado y, probablemente, también junto a algún que otro brazo o hígado rumano y moro. Estoy intentando reunir las fuerzas suficientes para levantarme y pasear por entre mis compañeros de futuro. Lo consigo trastabillando. Una mano me agarra el tobillo y tiro instintivamente para librarme, pero no me resulta fácil. Pido por favor que al final del brazo haya un cuerpo y, unido a ese cuerpo, una cabeza. Es la peruana. Está blanca y tranquila, tumbada como si hubiera echado a morir. Me agacho. Me acaricia la cara con una mano extrañamente cálida aunque, en realidad, es mi sangre que mana de alguna brecha la que extiende por mi mejilla.
—Amor mío —me dice.
Yo le cojo la mano y se la aprieto.
—¿Eres tú? —me pregunta.
Asiento mientras abarco nuestras manos con la que me queda libre.
—¿Viste cómo lo conseguí? Decías que no, que yo no valía para esto ni para nada. ¿Viste cómo te equivocabas?
—Lo sé; me equivoqué —le contesto. En ese momento yo soy quien ella quiera y ella es quien es. Cualquier combinación, por absurda que parezca, es más deseable y completa que mi vida real—. Pero lo conseguiste, ¿eh?
Ella sonríe y sangra por la boca. El trozo de pierna que aún se mantiene en su lugar convulsiona y ella respira entrecortado. Yo le aprieto tanto la mano que escucho crujir sus huesos.
—No me dejes —le pido.
—Te estaré esperando, mi amor —me dice mientras cierra sus ojos castaños.
Me tumbo junto a ella y miro el techo de la estación. Escucho los gritos, las sirenas y un gran estruendo de teléfonos móviles, como pájaros en bandada. Sueño con levantar el vuelo y marcharme con ellos. Es extraño y contradictorio. Ahora morir es secundario. Me siento vivo y es todo cuanto tengo. En la explosión perdí mi cepillo de dientes."
Y aquí una explicación de "Hilvanes" por el autor, el más realista de los cuentos:
Manual de Autoayuda (Salto de Pagina, 2016) - Miguel Ángel Carmona del Barco: Hilvanes from andrés martín on Vimeo.


lunes, 10 de octubre de 2016

Mariana Enriquez: lo perdido, lo quemado, lo desaparecido



Mariana Enriquez, Las cosas que perdimos en el fuego, Barcelona, Anagrama (2016)


[Publicado en Quimera. Revista de Literatura n.º 394, septiembre de 2016]
 

Las cosas que perdimos en el fuego, de la argentina Mariana Enriquez (1973), debería llevar el logotipo de peligro en la cubierta o al menos una advertencia del tipo: Le advertimos que lo que encontrará en este truculento universo habitado mayormente por chicas adolescentes y destroyers, niños deformes y zombis, un montón de fantasmas y desaparecidos que regresan para aterrorizarnos, gente que malvive en la calle bajo leyes estremecedoras, violencia constante, casos de corrupción, psicóticos y desquiciantes hikikomoris, mucho calor y un elevado porcentaje de drogadictos, se acerca bastante al susto y a la taquicardia, aunque con agudísimas dosis de sentido del humor.


Atengámonos a lo evidente: Las cosas que perdimos en el fuego es una colección de cuentos de terror psicológico, social y político. Sin ir muy lejos, recordemos que la reciente historia argentina se asimila bastante al horror (“La ciudad no tenía grandes asesinos, si se exceptuaban los dictadores, no incluidos en el tour por corrección política”, en “Pablito clavó un clavito: Una evocación del Petiso Orejudo”). Ahora bien, Mariana Enríquez toma el género de terror y lo retuerce, lo exacerba de realismo y de ironía, expone el pánico que ataca cotidianamente a los que habitan en tantísimas ciudades latinoamericanas, y por eso da más miedo que un vampiro.

“Me daba cuenta, mientras el chico sucio se lamía los dedos chorreados, de lo poco que me importaba la gente, de lo naturales que me resultaban esas vidas desdichadas.” (“El chico sucio”)

“Durante años pensé que este río podrido era parte de nuestra idiosincrasia, ¿entendés? Nunca pensar en el futuro, bah, tiremos toda la mugre acá, ¡se la va a llevar el río! Nunca pensar en las consecuencias, mejor dicho. Un país de irresponsables.” (“Bajo el agua negra”)

También encontramos a mujeres desesperadas que no saben cómo dejar a sus maridos, o esas chicas algo brujas medievales que se queman a lo bonzo como venganza contra los maltratadores, y ya sabemos que la venganza de las féminas provoca pavor desde tiempos inmemoriales.

“¿Cuándo llegaría el mundo ideal de hombres y monstruas?” (“Las cosas que perdimos en el fuego”)

Sin duda es llamativo cómo reelabora las leyendas populares o urbanas propias de Argentina y ese aire local que tanto me recuerda a mi adolescencia de pueblo de provincia (“El perro se había vuelto loco, les suele pasar a los dóberman, una raza que, según Adela, tenía un cráneo demasiado chico para el tamaño del cerebro”, en “La casa de Adela”), o cómo expone la idiosincrasia de la clase media argentina (“Me parece muy extraño que haya rubios pobres”, en “Nada de carne sobre nosotras”), pero sobre todo cómo dirige al lector hacia una expectativa predecible para romperla en el párrafo que sigue. Creemos que sabemos eso que está a punto de suceder, pero enseguida nos lleva hacia otro lugar, bastante más lejos de lo que nuestra imaginación, conducida como niña de pecho, es capaz de anticipar. Sentimos miedo y vergüenza a un tiempo; nos reímos y a la vez nos aterra nuestro propio pudor.


Además el estilo de Mariana Enriquez, preciso, voraz, violento y a la vez con cierta fresca y directa y también burlona oralidad, resulta sumamente atractivo. Aunque lo que nos atraiga sea asqueroso, mugriento, perverso y, lo sabemos, tantas veces verdadero.

“Era aburrido y yo era estúpida. Tuve ganas de pedirle a alguno de los camioneros que me atropellara y me dejara destripada en la ruta, partida como las perras que veía muertas sobre el asfalto de vez en cuando, algunas de ellas embarazadas, con todos los cachorros agonizando a su alrededor, demasiado pesadas para correr rápido y evitar las ruedas asesinas.” (“Tela de araña”)

Afortunadamente los cuentos de Mariana Enriquez no se pierden en el fuego: poco queda en nosotros de ese regusto ceniciento que suelen dejarnos los libros cuando los cerramos y nos olvidamos de ellos. Bien al contrario: las chispas siguen ahí muchos días después, pues transitar estas páginas se transforma en una experiencia de lectura inquietante, meditativa, sorprendente y, ante todo, divertidísima.