rumiar la biblioteca

lunes, 21 de julio de 2014

La novela deejay II

Si imaginamos un destino de la literatura similar al destino de la música, en el sentido en el que hoy aplaudimos y celebramos y adoramos al deejay como si de una estrella de rock o de un concertista virtuoso o de un afamado compositor se tratara, y celebramos su trabajo, es decir, el de poner discos, como arte, o mejor dicho, celebramos su collage y su mixtura y su capacidad de navegar por el tiempo y la tradición, de hacer tremolar el tiempo sobre diferentes bases, y extrapolamos el fenómeno al libro, o mejor, al libro electrónico, y pensamos que el escritor dejará de ser ese juntapalabras o el que busca estilo y construye una escritura, y que su función se habrá desplazado hacia un diseñador-maquetador con talento, con conocimientos de programador, que fabrique collages y corta-pegas y links de navegación por las grandes obras de todos los tiempos y aplaudamos su trabajo, lo celebremos como gran hacedor de los tiempos por venir, y colaboremos para que pueda ganarse la vida con mucha mayor soltura que un escritor, porque tal y como dicen algunos, y no sin razón, con semejante tradición para qué escribir o reescribir, o contestar y dialogar con esa tradición, quizá sea suficiente con manipularla y fragmentarla y servirnos de ella para contar la historia que queramos, para seguir ejecutando el hecho literario.

Por ejemplo, yo podría continuar con el montaje de una autobiografía in progress, que ya comenzara con el post La novela deejay, utilizando algunas frases de La vida instrucciones de uso de Georges Perec. Allí se menciona a quien fuera uno de mis tío-abuelos, Joseph Nieto, nacido en 1934 fortuitamente en Paraguay, después de un parto complicado, afincado en Mendoza con su familia y, más tarde, huido a Europa con apenas diecinueve años donde encuentra mujer y trabajo. Las causas de la repentina desaparición de José Nieto del territorio argentino siguen siendo un misterio cuando no una broma: por motivos políticos, piensan algunos, por persecusión de la ley, alegan otros, como si en tantos casos no fuera la misma cosa. La figura del tío José, como se lo conocía en la intimidad, era referida de tanto en tanto cuando las cosas se ponían fuleras: "Habrá que hacer la del tío José", decían, y preparaban las maletas. Sin embargo, ni siquiera las generaciones inmediatamente posteriores lo conocieron en persona.

Huelga decir que un diseñador o un maquetador competente y creativo convertiría esta fotografía en producto bien diferente y sobre todo atractivo y estimulante y reverberante para las nuevas generaciones:





lunes, 14 de julio de 2014

Elvira Navarro y el desbarajuste

Elvira Navarro, La trabajadora, Barcelona, Literatura Random House (2014)
http://www.megustaleer.com/ficha/RH28061/la-trabajadora

Una correctora freelance alquila una habitación de su piso para llegar a final de mes. La inquilina, una rubia de proporciones nórdicas, se le antoja a la correctora algo inquietante. No sabemos quién de las dos está loca, quizá ambas, porque nos topamos con medicación a cada vuelta de página. Huelga decir que la situación general es sumamente precaria.
Del narrador desconfiamos desde la primera línea porque abundan los juegos metaliterarios, los desbarajustes y la proyección.


Diría que el libro cobra textura en cuanto se pone de manifiesto el gran desbarajuste, o mejor, cuando la desfigurada percepción de la realidad es explicada a partir de ciertos mapas de la ciudad en los que, a la manera de un collage, se ha cambiado deliberadamente de lugar algunos edificios o señas de identidad: plazas, carteles, monumentos. De modo que el mapa es a la vez identificado y desconocido, como un doble, como las dos siniestras compañeras de piso.

"Durante el tiempo en que los estuve mirando, mientras constestaba a las preguntas de mi inquilina sobre cuál era el mejor, pensé que aquellas composiciones no eran inocentes, ni habían salido de la cabeza de Susana, sino que copiaban algo ambiental. Cuando subimos al metro, mi inquilina volvió a sacar los mapas de la carpeta y a escrutarlos, y a mí me pareció que se fundían con el aire."
A saber si la ciudad entera, y con ella sus habitantes, no han enloquecido por completo, no están sufriendo un ataque de pánico colectivo. Porque la ciudad por donde la protagonista pasea se asemeja demasiado al Madrid de los mapas-collage.

"Todo era como siempre, si bien lo que se desplegaba ante mí no parecía la ciudad que veía a diario, sino los planos de Susana, que creí habitados de manera subrepticia, y que ahora que la ciudad se descubría como otra cobraban sentido. No habría podido precisar en qué consistía esa otredad, pero me resultaba obvio que la tenía delante, que crecía y conspiraba contra mí."

  

lunes, 7 de julio de 2014

Antonio Orejudo o el adolescente está soñando

Anronio Orejudo,
Ventajas de viajar en tren (2000),

Barcelona, Tusquets, 2011
Sueños de adolescentes españoles chanantes y delirantes, sueño también del profesor universitario de literatura, o más que sueño, pesadilla y todo eso que te cuento sin venir a cuento, porque no hay sino sorpresas de una prosa ligera y al tiempo rítmica y sofisticada.

Cercano a Copi, Aira, Guebel y hasta a Laiseca y Levrero, de narrativa onírica y osada, en búsqueda constante de provocar al lector: asco, miedo, indignación, risa, desorientación, excitación. Tampoco pierde tanto el hilo de la narración, y eso es celebrable. Hilarante, pues, y al tiempo metaficcional: nunca olvida desnudar el pacto de ficción, y de paso algunos artefactos del varón.   

La narrativa de Antonio Orejudo puede resumirse con una cita de Ventajas de viajar en tren:
"Y todo eso, que en el tren le había parecido extraordinario, pero posible, verosímil y hasta divertido, sintió que se iba convirtiendo conforme ella lo relataba en una cómica sucesión de disparates, como esos sucesos perturbadores, como esas ideas geniales que se nos ocurren en sueños, y que al verbalizarlas se diluyen en el aire o dejan al descubierto su condición de gilipollez."

Antonio Orejudo,
Un momento de descanso,

Barcelona, Tusquets, 2011
Pero es denuncia también, porque el delirio no deja de cumplir una función social (y por eso enredo a Laiseca y su realismo delirante) que le da la vuelta a la realidad como un guante de látex, de látex o, bueno, ya me entienden, con tanta pornografía me obsesiono, pero este otro libro además de sexo habla de la universidad y de la corrupción y de las injusticias aunque con impecable sentido del humor, cosa que no deja de ser valiente, por otro lado, por el lado de la honestidad. Y también de la imaginación y la mentira, herramientas de todo escritor:

"Aunque eso me atormentó durante algún tiempo, al final comprendí que obsesionarse con distinguir nítidamente entre realidad e imaginación era un error operativo y conceptual que además conducía a la neurosis. Entendí que era más razonable -y también más exacto- considerar que la imaginación es un sexto sentido, tan fidedigno o engañoso como los demás. Al fin y al cabo, la vista también nos juega a veces malas pasadas. Hasta la razón nos resulta en ocasiones poco fiable, sin que por ello desconfiemos por principio de nuestros análisis o nos arrepintamos de tener circunvoluciones cerebrales."
Os dejo un vídeo (cortesía de Librerías Gandhi) con una breve entrevista:

lunes, 30 de junio de 2014

Constantino Bértolo y el grado cero de la crítica

Constantino Bértolo, La cena de los notables, Cáceres, Periférica (2008)
http://www.editorialperiferica.com/?s=catalogo&l=30

Ameno y juicioso recorrido por la noción de lectura y crítica el que propone Constantino Bértolo, del que quiero detenerme en un concepto iluminador, el de "grado cero de la lectura":

"Es el tipo de lectura que se explicita en frases como 'Leo para olvidarme de todo', 'Prefiero libros que no me hagan pensar mucho', o 'Quiero algo ligerito para leer en la playa', y que directamente se relacionan con enunciados como 'La leí de un tirón', 'Te atrapa desde el principio', 'Una lectura apasionante' o el tan socorrido 'enganche'. / Una lectura semejante presupone una urdimbre lectora plana, el grado cero de la lectura, que delata no tanto una atrofia de los aspectos antes señalados como una conformidad pasiva con la conciencia dominante y una acomodación a la literatura entendida como lenguaje aséptico y neutro, mero vehículo de transmisión de historias entretenidas. Ni que decir tiene que tal adecuación responde a una visión de la realidad en la que el individuo es contemplado como una unidad autosuficiente, ajena a cualquier tipo de influencia o interferencia proviniente de un 'exterior' que se vive como amenaza contaminante."
Recordemos que Roland Barthes definía "el grado cero de la escritura" como aquella capacidad del lenguaje literario de tornarse neutro, blanco, desgajarse de lo que hasta entonces se entendía por literario, por estilo literario, un estilo periodístico, si por periodístico entendemos lo más próximo a la objetividad, y del que Camus con El extranjero, en opinión de Barthes, es representante. Un lenguaje, sin embargo, que no deja de ser constructo y que a poco que se inserte en el canon, se convierte en otro tipo de estilo literario que, por otra parte, no ha dejado de practicarse.

Lo que me ha llevado a rumiar si aquel grado cero de lectura definido por Bértolo pero llevado hasta la pureza absoluta pueda convertirse, si no lo ha hecho ya, en cierto tipo de lectura crítica, a poco que se practique de forma pública, una crítica neutra, blanca, objetiva pero entretenida, que atrape desde la primera frase, un discurso que no incida ni publicite ni se contamine de subjetividad ni de juicios de valor ni de contradicciones y que se presente a sí misma como verdaderamente ingenua.

Un estilo de crítica: ¿El grado cero de la crítica?

lunes, 23 de junio de 2014

Gonzalo Torné o Barcelona en suspenso

Gonzalo Torné, Divorcio en el aire, Barcelona, Literatura Random House (2013)
http://www.megustaleer.com/ficha/GM27293/divorcio-en-el-aire

El cascarrabias cínico Joan-Marc ha tomado la palabra, prototipo algo exagerado del catalancito burgués inútil hijo de papá (qué hacemos sin papá, por qué me abandonaste), los que espían correos y teléfonos ajenos, los que desprecian ciertos barrios de la ciudad, los que valoran el hablar francés con buen acento, los que tratan con condescendencia a los extranjeros, los que despellejan a sus rivales, los que detestan a los viejos: y la vejez, esa evidencia que acecha, y la enfermedad, eso de lo que tomamos conciencia cuando estamos a punto de pisar la cuarentena: el miedo a lo inevitable, la certeza de que ya no puede arreglarse.

"¿Qué podía recomendarle a aquel pobre tonto? No conozco ningún paliativo contra el paso de los años ni para tantas cosas hermosas que han muerto arrastradas por el flujo de la vida corriente: horas y horas de indescriptible vulgaridad. Tampoco podía convencerle de que en términos generales este asunto tan delicado de vivir fuese a mejorar: la edad se las arregla para descubrirnos peores perspectivas sobre nosotros."

Ritmo trepidante y a la vez reflexivo, como olas, como loops que ralentizan pero al tiempo completan y redondean y por fortuna terminan regresando a la historia principal, al divorcio que está por tener lugar, y todo eso sin un respiro, algo parecido aunque discursivo y lineal (qué remedio tratándose de un libro) a cómo transcurre el pensamiento, al menos a cómo creemos que podemos plasmar eso que llamamos reflexión, el encadenamiento de ideas, la imagen que despierta el recuerdo de otra similar, pero todo ese deambular por la conciencia (o la experiencia) tiene un sentido: la justificación de cómo se ha llegado a eso.

Me ha sorprendido Torné con ese complejo y detallista retrato del prototipo y del hábitat construido con frases elaboradas donde la ironía nunca falta, y la ambición por representar la condición humana a lo realismo judío norteamericano que tan bien casa con la idiosincrasia del catalán: el hombre venido a menos, el hombre con miedo, el desconcertado por el mundo y sus semejantes, el fracasado y sobre todo desilusionado que reclama a gritos: ¿por qué nadie me explicó cómo iba esto?

Confieso que conmueve como una novela de Bellow.

"¿Cuál es la frecuencia en la que los confusos relatos que avanzan por su propio carril cristalizan en una visión amable para las personas que importan, para no dejar una sola fuera de los círculos misteriosos de la amabilidad? No lo sabes, claro, nadie lo sabe, pero creo que así es como vivimos, empujados por una inercia oscura a separarnos de nosotros mismos, y nadie puede restituir nada, lo que pasó está roto, lo que se rompió no puede volver a juntarse."

lunes, 16 de junio de 2014

Rastros: Cide Hamete Benengeli

Gustave Doré,
Cide Hemete Benengeli, historiador arábico
 
1

Se dice de Cide Hamete Benengeli que es morisco sabio y que escribió la historia de Don Quijote de la Mancha sin alejarse un punto de la verdad. Se dice también que continuó lo que algún otro había dejado truncado después de narrar la batalla del vizcaíno.

Recordemos que el narrador, en el capítulo IX, cuenta cómo le parecía necesario darle a Don Quijote un cronista de sus hazañas, a la manera de todo libro de caballerías que se precie, y cómo se encontró por casualidad con aquellos cartapacios que relataban las aventuras de Don Quijote y que mandó traducir a otro morisco a quien se llevó a casa durante mes y medio para tal trabajo.





2

Esto me ha obligado a elaborar anotaciones con distintos niveles para visualizarlo: 

  • Cervantes
  • Narrador
  • primer cronista (del que desconocemos su nombre)
  • Cide Hamete Benengeli
  • traductor

Y del lado de "dentro" del texto, otros tantos (aunque terminan por entrelazarse):

  • Alonso Quijano
  • Don Quijote
  • Las dos versiones literarias de él mismo: la de la primera parte del Quijote, y la de la apócrifa segunda parte, la de Avellaneda, ambas conocidas por todos los personajes
  • los comentarios del propio Cide Hamete Benengeli sobre la veracidad de la historia

3

Aquí quería detenerme. A poco que nos adentramos en la segunda parte del Quijote, la participación de Benengeli comienza a manifestarse primero solapadamente, luego de forma cada vez más contundente, con anotaciones al margen (como la que atañe a la veracidad de lo acaecido en la cueva de Montesinos del capítulo XXIV), y sobre todo esta que transcribo y que me parece la más inquietante:

"Dicen que en el propio original desta historia se lee que llegando Cide Hamete a escribir este capítulo, no le tradujo su intérprete como él le había escrito, que fue un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo, por haber tomado entre manos una historia tan seca y tan limitada como esta de don Quijote, por parecerle que siempre había de hablar dél y de Sancho, sin osar estenderse a otras digresiones y episodios más graves y más entretenidos; y decía que el ir siempre atenido al entendimiento, la mano y la pluma a escribir de un solo sujeto y hablar por las bocas de pocas personas era un trabajo incomportable, cuyo fruto no redundaba en el de su autor, y que por huir de este inconveniente había usado en la primera parte del artificio de algunas novelas, como fueron la del Curioso impertinente y la del Capitán cautivo, que están como separadas de la historia, puesto que las demás que allí se cuentan son casos sucedidos al mismo don Quijote, no la darían a las novelas, y pasarían por ellas, o con priesa, o con enfado, sin advertir la gala y artificio que en sí contienen, el cual se mostrara bien al descubierto cuando por sí solas, sin arrimarse a las locuras de don Quijote ni a las sandeces de Sancho, salieron a la luz. Y así, en esta segunda parte no quiso ingerir novelas sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios que lo pareciesen, nacidos de los mesmos sucesos que la verdad ofrece, y aun éstos, limitadamente y con solas las palabras que bastan a declararlos; y pues se contiene y cierra en los estrechos límites de la narración, teniendo habilidad, suficiencia y entendimiento para tratar del universo todo, pide no se desprecie su trabajo, y se le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir."

Párrafo que junta de un golpe a todos los entes narrantes, donde Benengeli se confunde con el traductor, el narrador e incluso con el mismo Cervantes.

Pero detengámonos en lo llamativo: el traductor se niega a volcar la versión de Benengeli y detalla el modo en que este ha compuesto la historia de Don Quijote de la Mancha, el mismo libro que tenemos entre manos. A su vez defiende una poética de la novela, una novela total, donde todo cabe. Sin embargo, debe justificarse: explica lo aburrido que le resulta seguir a los mismos personajes, y cuánto le hubiese gustado incorporar otras historias, como ya hiciera en la primera parte, pero que no lo hace por temor a recibir críticas. Intuimos que Cervantes ha recibido críticas, o al menos que esas son las críticas que más le han molestado como para hacer referencia a ellas en el texto mismo. 


4
 

Después pensé en la batalla que muchos profesan hacia las novelas que hablan de escritores o de literatura, las que abundan en metaficción, las que utilizan la autorreferencialidad para narrarse o crear ficción, de la que el Quijote es ejemplo por desmedida: todo en ella es literatura. 

De inmediato el vicio argentino: recordé aquella tentativa de explicación de Borges:

"¿Por qué nos inquieta que el mapa esté incluido en el mapa y las mil y una noches en el libro de Las mil y una noches? ¿Por qué nos inquieta que don Quijote sea lector del Quijote, y Hamlet, espectador de Hamlet? Creo haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los caracteres de una ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios."
 
5
 
Hoy se anda buscando la tumba de Cervantes en un convento, y yo me sumo a la búsqueda y lo encuentro vivito y coleando en los diversos rastros de Benengeli.