Charlotte Lennox, La mujer Quijote (1752), traducción de Manuel Broncano, Madrid, Cátedra (2004)
http://www.catedra.com/fichaGeneral/ficha.php?obrcod=735585&web=01
Recuerdo haber leído en alguna biografía que Borges declaraba haber leído El Quijote por primera vez en inglés, como si fuera mérito y extravagancia de la que jactarse, el colmo de la sofisticación, quizá por ese sentimiento de inferioridad tan propiamente latino que menosprecia lo cercano o lo propio por considerarlo defectuoso.
Aunque después de un rato de meditarlo me pregunto si Borges no se estaría refiriendo a las lecturas inglesas de El Quijote además de a El Quijote mismo, cosa que bien merecería cierta jactancia y aplauso, porque de todos es sabido que las lecturas verdaderamente vanguardistas de Cervantes las ejecutaron algunos escritores ingleses del siglo XVIII, cuyo exponente sin duda más aventajado, como todo el mundo sabe, es Tristram Shandy (1759). Lo cierto es que no se trató de un caso aislado sino que abundaron las parodias, tanto que hasta dicen por ahí que el llamado humor inglés no es más que el producto de El Quijote bien entendido, y rebuscando en baldas algo ya desvencijadas, me encontré con un ejemplo curioso: La mujer Quijote.
Se trata de otra de las sátiras de romances sentimentales, similar a Madame Bobary (1856), a la que antecede, cuya protagonista, Anabella, interpretando la realidad a la manera de sus lecturas, cree que todo hombre es un príncipe o caballero que pretende cortejarla, raptarla o incluso violarla. De más está decir que está loca de remate:
"—Reconozco que es muy hermosa —prosiguió Sir Charles—, ¡pero no puedo tener tan buena opinión de su juicio como tú, pues me parece que habla de modo muy extraño y que tiene las ideas más peregrinas! ¿Quién, salvo ella, podría creer que un solo hombre fuera capaz de ahuyentar a todo un ejército, o elogiar a un insensato por habitar una tumba, porque su mujer está enterrada en ella? ¡Qué vergüenza! Esas son nociones muy extravagantes y estúpidas que le harán parecer muy ridícula."
He pasado un buen rato barajando nuestras posibles parodias, y me dije que encantada leería la sátira del adolescente que cree que la sexualidad ha de practicarse como en las películas X, o la de la joven que se ha educado leyendo esas novelas eróticas donde el hombre maltrata y la mujer obedece. Acto seguido reí: quizá no se trate de construir parodias, quizá estemos ya en plena ficción consumista donde el porno educa o tergiversa las relaciones amorosas, donde la mujer debe seguir agachando la cabeza porque no conoce otra manera de llegar al encuentro erótico.
Y he seguido merodeando otras parodias-realidades: la paranoia conspirativa, la obsesión por las enfermedades, el miedo al terrorismo, el pavor a perder el trabajo, la necesidad de los seguros, las colas en los aeropuertos donde una botella de plástico puede ser tan peligrosa, los zombis trepando por los muros, los extraterrestres invadiendo nuestro planeta, los asteroides que colisionan, los tsunamis y terremotos que mejor que nos pillen con el refugio bien provisto...
Igual estamos todos locos, me dije al ir a comprar mi kit de superviviencia, donde quiero meter (aunque no lo recomiendan), un par de libros. Un libro sirve para entretener las horas, para meditar o reírse, para olvidarse del alquiler, para encender fuego y liar cigarrillos, para hacer avioncitos u origamis, para tener el culo limpio. Un libro sirve para muchas cosas, me quedé pensando. Pero entonces sí que surgió el problema: no supe cuál elegir. Igual es por eso que no se incluye ese artefacto en el kit.
lunes, 8 de julio de 2013
El prestamista y sus pesadillas
Edward Lewis Wallant, El prestamista (1961), traducción de Eduardo Jordá, Barcelona, Libros del Asteroide (2013)
http://www.librosdelasteroide.com/-el-prestamista
Un recorrido por la violencia-desolación que empezara en los estados del sur de Estados Unidos y volviera a Europa para arrasar ese continente salvaje y luego retornar otra vez, cruzar el océano hacia las tierras que alguna vez fueron jóvenes y nuevas y prometedoras, las tierras del continente del Gran Genocidio y de las que ahora se dice que rebosan de oportunidades en las que todos son iguales, todos tienen las mismas oportunidades, y búscate la vida cuando llegues porque serás ese inmigrante con número tatuado, ese centroeuropeo cobaya de laboratorio y cuerpo destrozado, que lo ha perdido todo y no comprende la testarudez de la muerte esquivándolo, y que también ha visto demasiado, que ha visto y ha hecho lo innombrable de tal modo que no queda más remedio que apagar los sensores y apegarse al insomnio, desenchufarse de emociones para sobrevivir, para malvivir pero al menos vivir aunque las pesadillas ataquen bombardeándolo y de día siga obedeciendo órdenes, y ahora la mafia y los negocios en páginas en las que absolutamente todo tiene un precio, porque también es una novela sobre el dinero y el poder del dinero: "todo el mundo se aprovecha de los pobres, y nadie podría hacer negocios en nuestra sociedad si no fuera así"; porque sigues siendo esclavo, y no importa que allá fueras un profesor universitario, no importa que esta sea la tierra de las oportunidades porque aquí te seguirás codeando con el racismo de unos a otros, con el racismo que incluso practican los tuyos hacia los otros, porque los tuyos llaman a los negros shwartsas con desprecio y ellos desprecian a los tuyos y los buenos hombres-gentilhombres de provecho ni siquiera tienen trato con vosotros y ni siquiera te llaman como siempre te han llamado a ti, hombre para sobrevivir en la tierra de las oportunidades, el siempre-errante-caminante entre todos esos desposeídos o desclasados o desencajados y terriblemente desconfiados del hombre todo: "Yo no soy sectario ni discrimino a nadie. Negros, blancos, amarillos... para mí todos son abominables".
Aunque todo eso salpicado con buenas dosis del mejor sentido del humor, del irónico-refinado, e incluso de gotas-esperanza del amor, para que continuemos, para que soportemos y nos atrevamos a seguir internándonos en ese ambiente tan cargado y tenebroso y peligroso y tan, mal que nos pese, humano.
http://www.librosdelasteroide.com/-el-prestamista
Un recorrido por la violencia-desolación que empezara en los estados del sur de Estados Unidos y volviera a Europa para arrasar ese continente salvaje y luego retornar otra vez, cruzar el océano hacia las tierras que alguna vez fueron jóvenes y nuevas y prometedoras, las tierras del continente del Gran Genocidio y de las que ahora se dice que rebosan de oportunidades en las que todos son iguales, todos tienen las mismas oportunidades, y búscate la vida cuando llegues porque serás ese inmigrante con número tatuado, ese centroeuropeo cobaya de laboratorio y cuerpo destrozado, que lo ha perdido todo y no comprende la testarudez de la muerte esquivándolo, y que también ha visto demasiado, que ha visto y ha hecho lo innombrable de tal modo que no queda más remedio que apagar los sensores y apegarse al insomnio, desenchufarse de emociones para sobrevivir, para malvivir pero al menos vivir aunque las pesadillas ataquen bombardeándolo y de día siga obedeciendo órdenes, y ahora la mafia y los negocios en páginas en las que absolutamente todo tiene un precio, porque también es una novela sobre el dinero y el poder del dinero: "todo el mundo se aprovecha de los pobres, y nadie podría hacer negocios en nuestra sociedad si no fuera así"; porque sigues siendo esclavo, y no importa que allá fueras un profesor universitario, no importa que esta sea la tierra de las oportunidades porque aquí te seguirás codeando con el racismo de unos a otros, con el racismo que incluso practican los tuyos hacia los otros, porque los tuyos llaman a los negros shwartsas con desprecio y ellos desprecian a los tuyos y los buenos hombres-gentilhombres de provecho ni siquiera tienen trato con vosotros y ni siquiera te llaman como siempre te han llamado a ti, hombre para sobrevivir en la tierra de las oportunidades, el siempre-errante-caminante entre todos esos desposeídos o desclasados o desencajados y terriblemente desconfiados del hombre todo: "Yo no soy sectario ni discrimino a nadie. Negros, blancos, amarillos... para mí todos son abominables".
Aunque todo eso salpicado con buenas dosis del mejor sentido del humor, del irónico-refinado, e incluso de gotas-esperanza del amor, para que continuemos, para que soportemos y nos atrevamos a seguir internándonos en ese ambiente tan cargado y tenebroso y peligroso y tan, mal que nos pese, humano.
lunes, 24 de junio de 2013
Andrés Rivera y los cangrejos
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En mi primer viaje de visita a Argentina compré mi también primer libro de Andrés Rivera. Tenía por entonces diecinueve años, cursaba el segundo año de Filología Hispánica en Málaga y tanto las vanguardias como lo revolucionario acaparaban gran parte de mi atención. (Ahora recuerdo: fue en ese viaje cuando escuché también por primera vez la grabación Pour en finir avec le jugement de Dieu de Antonin Artaud.) Acostumbro a añorar esa edad en la que todo es enérgica voluntad de descubrir y serio entusiasmo. Intento o más bien pretendo trasladarme a ese estado de ánimo en cuanto puedo.
La librería. La revolución es un sueño eterno. Abrí el
libro. Leí: "Escribo: un tumor me pudre la lengua. Y el tumor que la pudre
me asesina con la perversa lentitud de un verdugo de pesadilla. / ¿Yo escribí
eso, aquí, en Buenos Aires, mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la
noche? Escribí: mi lengua se pudre. ¿Yo escribí eso, hoy, un día de junio,
mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la noche? / Y ahora escribo: me llamaron
-¿importa cuándo?- el orador de la Revolución. Escribo: una risa larga y
trastornada se enrosca en el vientre de quien fue llamado el orador de la
Revolución. Escribo: mi boca no ríe. La podredumbre prohíbe, a mi boca, la
risa."
Era su estilo lo que acababa de hipnotizarme. El estilo
cangrejo: adelante, atrás, adelante pero de costado. Como también la paradoja
del orador que muere de cáncer de lengua. Como también la reinterpretación de
la historia, su mirada vívida de esa historia que solía ser cabildo y
escarapela y caballo blanco.
Fíjate, me digo, cómo van cambiando de disposición los
libros en esta mi biblioteca: por entonces era otro escritor argentino, y
allí se había cómodamente instalado, entre los pocos libros que me había traído, Cortázar, Borges, Soriano, Girondo y
Arlt. Y sin embargo ahora acabo de encontrarlo bastante cerca de Thomas
Bernhard, António Lobo Antunes y Pierre Michon: los prosadores poéticos, los
poetas cangrejos. Los cangrejos-arácnidos, que tejen y destejen mientras leemos
embobados.
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