rumiar la biblioteca: febrero 2019

lunes, 25 de febrero de 2019

Lucia Berlin o versiones de sí misma

Lucia Berlin, Una noche en el paraíso, traducción de Eugenia Vázquez Nacarino, Barcelona, Alfaguara (2018)
https://www.megustaleer.com/libros/una-noche-en-el-paraso/MES-084008

Aunque este segundo volumen de cuentos de Lucia Berlin no produce el efecto del primero (Manual para mujeres de la limpieza), tal vez porque se pierde el factor sorpresa del descubrimiento, la voz simple y honesta de Lucia Berlin sigue emocionando: ella consigue el momento de verdad. Además, uno tiene la sensación de estar presenciando una variación de las narraciones del primer volumen, un anecdotario con distintas versiones de ella misma, de manera que se construye una historia de vida alternativa. Tal vez este efecto se deba a que en ambos volúmenes los cuentos se han ordenado respetando precisamente esa cronología biográfica.
A poco que se avance en la lectura, uno tiene una sensación bastante parecida a esta cita del cuento "Perdida en el Louvre":
"Todo lo que veía me resultaba vívidamente déjà vu, pero es que veía lo que había leído."

lunes, 18 de febrero de 2019

Releer La camarera de Artaud en Pliego Suelto

Los escritores y sus textos: Verónica Nieto relee su novela La camarera de Artaud

[Publicado en Pliego Suelto, el 16/02/2019]


En el siguiente texto, la escritora Verónica Nieto (Córdoba, Argentina, 1978), expresa sus impresiones acerca de la reedición de su novela La camarera de Artaud (Trampa Ediciones, 2018), la cual ha sido traducida al italiano a través de la editorial Valigie Rosse (2015). Amélie Lévy (la protagonista) es una joven de origen judío, quien durante la ocupación nazi de Francia (1940-1944) ingresa al hospital psiquiátrico de Rodez. Su vida cambia cuando conoce a un nuevo y singular interno: el artista y escritor Antonin Artaud.  


La camarera de Artaud acaba de reeditarse, cosa que no deja de sorprenderme: parece que esta novela ya no me necesita. De eso me doy cuenta cuando no tengo más remedio que leerla, y digo «no tengo más remedio» porque, en general, no suelo volver a lo que escribí después de publicado.


No me gusta volver porque no me reconozco en esa escritura: por momentos me avergüenzo, por otros me doy palmaditas en la espalda, y durante toda la lectura tengo la sensación de que hay algo ahí que no me pertenece. Volver a leer una novela tuya es como quedar con tu ex a tomar algo.
 
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lunes, 4 de febrero de 2019

Jonathan Littell o ejercicios de variación

Jonathan Littell, Una vieja historia, traducción de Robert Juan-Cantavella, Barcelona, Galaxia Gutenberg (2918)
http://www.galaxiagutenberg.com/libros/una-vieja-historia/

Una de las novelas más interesantes que leí el año pasado fue esta de Jonathan Littell, Una vieja historia. No se trata de una novela al uso, sino de variaciones de una misma historia con cambios de personajes, aunque no tanto de escenas, escenarios y acciones. Hay un recorrido que en cada capítulo se repite: el personaje (hombre, mujer, hermafrodita, niño) sale de una piscina, abre una puerta, desemboca en un pasillo y luego en una casa; hay una escena de sexo y una de guerra. Esa secuencia variada se asemeja a la estructura de un videojuego. 
Aunque a primera vista parece un ejercicio de estilo, estas variaciones resultan inexplicablemente fascinantes y, sostenidas por una prosa veloz y bastante vitalizante, nos mantienen con la intriga latente. Muy recomendable.
"Encadené un largo tras otro sin contarlos, deleitándome en mi fuerza y el contacto sensual del agua, recogiendo los pies contra mí en cada extremo de la piscina para golpear la pared y propulsarme con potencia en sentido opuesto. Los últimos metros los cubrí en apnea, con los ojos bien abiertos y los brazos extendidos a lo largo del cuerpo. Mi cabeza emergió a la superficie, los labios entreabiertos para llenar mis pulmones de aire, mis manos encontraron el borde, se apoyaron en él y, sirviéndose de mi empuje, izaron mi cuerpo empapado fuera del agua. Súbitamente desorientada por los ecos, parpadeé, me quité el gorro y las gafas y dejé que el agua se escurriese por mi piel sobre las baldosas mientras procuraba distraídamente identificar mi cuerpo entre todos cuantos se reflejaban en los grandes espejos que rodeaban la piscina. Pero no lograba apreciar más que fragmentos, un hombro, una nuca, un busto, un muslo que me costaba relacionar con nadie. La parte baja de mi vientre se vio atravesada por un calambre, acaricié mi abdomen, luego enjugué el agua desde lo alto de mis pechos, cuyas puntas enhiestas tensaban el tejido del bañador. Sin levantar la cabeza, sentí sobre mi cuerpo la mirada insistente de un hombre un tanto barrigón que ignoraba las quejas de su hijo mientras me devoraba con la mirada. Cuando hube recobrado el aliento por completo, me alejé de los espejos y pasé por las puertas batientes en dirección al vestuario. Una vez seca, vestida con un chándal gris y sedoso, agradable a la piel, mis largas mechas rubias recogidas en un moño rápido, encontré el pasillo y tras unos pocos pasos me puse a correr a zancadas cortas y regulares con los codos pegados al cuerpo."