rumiar la biblioteca: Eduardo Hojman
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lunes, 29 de enero de 2024

Eduardo Hojman y el noir letraherido

Eduardo Hojman, Muñeca maldita, Barcelona, Librooks (2016)

https://www.librooks.es/ebooks-muneca-maldita/

El narrador, un argentino que vive en Marrakech como encargado de un hotel, recibe de huésped a Saporiti, un policía al que conoce de cuando vivía en su país. Y lo conoce porque fue quien investigó la muerte de Alicia. Este encuentro inesperado y casual lleva al narrador a contarnos sobre aquellos años. ¿Quién era Alicia? El narrador estaba enamorado de ella, pero no era el único. Todo el grupo de colegas le iban atrás, porque Alicia era magnética. Poeta, profesora de universidad. La cosa empezó cuando formaron un grupo de escritura: se reunirían con cierta asiduidad, leerían cada uno lo que tuviera escrito y se comentarían entre todos. Un modo de generar disciplina y de obtener feedback inmediato. Pero a la mínima que Alicia no aparecía, el grupo carecía de sentido. Obvio que la cosa se fue liando. En grupo cerrado habita el diablo y la mala ventilación. Y un día, cuando parecía que el grupo se había diluido, Alicia aparece muerta. 

"En algún momento habré comentado en el diario que estaba haciendo un taller literario con Alicia Vespérale y así me enteré de que ella era bastante legendaria entre muchos de los redactores, en especial en el área de Cultura y más todavía entre los más jóvenes, pero también había algunos que rozaban los cuarenta que la conocían aunque solo fuera de vista, o de nombre."

Hay juegos entre los poemas de Alicia y los de uno de sus amantes que serán la pista definitiva. Hay un cuento intercalado del propio narrador. Dicen que las novelas se construyen con muchísimos detalles, y Hojman es capaz de poner en pie una Buenos Aires sumamente tangible. Los años setenta y la dictadura. Las cafeterías. Los colectivos. Novela muy bien escrita, con prosa cercana y natural, Hojman ha construido un policial pasional y letraherido de lectura deslizante y sumamente entretenida. 

lunes, 26 de agosto de 2013

Alberto Manguel o el lector caprichoso

Alberto Manguel, Una historia de la lectura (1996), traducción de Eduardo Hojman, Barcelona, Lumen (2005)http://www.megustaleer.com/ficha/H415253/una-historia-de-la-lectura

Lectura y más lectura: voluptuosidad de la página bien enriquecida con deliciosas imágenes (al menos en esta edición), libro que uno se llevaría a la cama pero que resulta difícil por su tamaño, por su peso, y ha de recluirse ayudado de una mesa o de un buen almohadón sobre las piernas a modo de mesa (si se elige un sillón), para entregarse al deleite de la anécdota sobre todo aquello que implica y que envuelve el acto de leer.


Rescato deliberadamente un párrafo con el que este blog comparte filosofía:

"Una vez se me ocurrió que sería divertido construir, a partir de esa clase de asociaciones, una historia de la literatura que explorara, por ejemplo, las relaciones entre Aristóteles, Auden, Jane Austen y Marcel Aymé (según mi orden alfabético), o entre Chesterton, Sylvia Towasen Warrer, Borges, san Juan de la Cruz y Lewis Carroll (entre los autores que más me gustan). Me parecía que la literatura que se enseñaba en las escuelas —donde se explicaban los vínculos entre Cervantes y Lope de Vega basándose en el hecho de que compartieron el mismo siglo [...]—, generaba una selección tan arbitraria o tan permisible como la que yo mismo podía crear, basándome en mis descubrimientos a lo largo del tortuoso camino de mis propias lecturas y del tamaño de mis estanterías. La historia de la literatura, tal como estaba consagrada en los manuales escolares y en las bibliotecas oficiales, no me parecía nada más que la historia de determinadas lecturas que, a pesar de ser más antiguas y de estar mejor informadas que las mías, no dependían menos de la casualidad y de las circunstancias."

O este otro, que refuerza la misma idea:

"Sin haber oído hablar del crítico Paul de Man, para quien 'las narraciones alegóricas cuentan la historia del fracaso de leer', coincidíamos con él en que ninguna lectura puede ser definitiva. Con una diferencia importante: lo que De Man veía como fracaso anárquico, para nosotros era una prueba de nuestra libertad como lectores. Si en la lectura no existía nada parecido a una 'última palabra', ninguna autoridad podía imponernos una lectura 'correcta'. Con el tiempo nos dimos cuenta de que algunas lecturas eran mejores que otras: más informadas, más lúcidas, más estimulantes, más agradables, más perturbadoras. Pero aquella flamante sensación de libertad nunca nos abandonó, e incluso ahora, al disfrutar de un libro que cierto crítico ha condenado o al desechar otro que ha recibido cálidos elogios, me parece recordar con gran nitidez aquel sentimiento de rebeldía."

También hay un vídeo por ahí en el que se lo escucha leer, incansable lector, porque si con algo se ha identificado hasta el hartazgo es con esa figura de autor como lector, y con todo lo que eso implica, como glosador, comentador, interpretador, traductor, con la lectura como escritura (Barthes, Borges), y como lector de Borges (remembranza que cuenta o que le incitan a contar en cada entrevista: aquí la escucharemos en francés):




En alguna ocasión le escuché decir que es igual de fácil elogiar a un escritor como destrozarlo, tan caprichosa puede ser la lectura. Pero el crítico sabe bien que tanto si elogia como defenestra, al menos se ha tomado el trabajo de prestarle atención. Y no es poca cosa, teniendo en cuenta la maginitud de las bibliotecas. Y lo dificultoso de elegir autor. Por no hablar de si nos ha gustado: cómo deshacerse de ellos. Eso le pasaba al gran visir al-ahib ibn Abbad Abd al-Qasim, según nos cuenta Manguel, que "con el fin de no separarse de su colección de diecisiete mil volúmenes durante sus viajes, se los hacía transportar por una caravana de cuatrocientos camellos adiestrados para caminar en orden alfabético".

De modo que aquí me tienen, rumiando bibliotecas, a lo Alberto Manguel, caprichosamente. Y me confieso: qué bien sienta cuando se encuentra a otro culpable idóneo, a otro incitador de lo arbitrario con el que justificarnos.