Noelia Pena, El agua que falta, Barcelona, Caballo de Troya (2014)
http://www.megustaleer.com/libros/el-agua-que-falta/CT51440
Adéntrese, si se atreve, en este poético y heterodoxo diccionario de aquello que falta:
"¿Y si no se trata de lanzarnos al río, sino de inventarnos el agua que falta?"
Pensar el límite de lo impensable, o mejor, desaprender a pensar como pensamos es quizá el leitmotiv de esta nietzcheana bitácora-diccionario, donde se interroga por los mecanismos habitualmente transitados, por el miedo a salirse del agua conocida, por el derecho a hablar y, con ello, a romper el silencio, por los mecanismos de censura y autocensura y, sobre todo, por el espacio para hacerlo:
"¿Qué seríamos capaces de pensar sin miedo?"
***
Pregunté a Noelia:
¿En qué medida te planteaste la estructura como
glosario/diccionario/vocabulario de antemano? ¿Cómo
nació la idea del libro?
Ella escribió:
Algunos de los textos que forman
parte de El agua que falta los publiqué primero en la red. Eso me permitió
conocer y hablar directamente con algunos lectores. Un día alguien me preguntó:
¿no has pensado en escribir un libro? Mi pensamiento inmediato fue “si yo no
escribo novelas…”. Pero poco a poco la idea fue ganando fuerza. Pensé El agua que
falta como el libro de alguien que no escribe novelas ni tratados, pero que
escribe algo. Las primeras preguntas que me sirvieron de arranque eran
bastante generales: ¿De qué materiales está hecha una vida? ¿Cuántas vidas
vivimos a lo largo de un día? Pensaba en seguir el trazo de algunas de las
líneas que sentía que me atravesaban a diario, en el tiempo de trabajo y
descanso; el tiempo de lectura y estudio.
Varios lectores se han referido
al libro como “diccionario” o “glosario”. En los pequeños fragmentos que
inician “Anotaciones para el vuelo de un pájaro”, por ejemplo, hay una tensión
explícita con las entradas de un diccionario, pero no fue exactamente esa la
idea que marcó la escritura del libro. Al menos no inicialmente, pues algunos
textos provienen de contextos previos y están bastante alejados en el tiempo.
Pero el resultado tiene cierto parecido a glosario, sí. Es uno de los planos o
las consecuencias de querer tomar la palabra. Tienes que medirte con las
palabras de las que dispones, saber cuáles son, cuáles son necesarias y qué
significan. En el texto "Diccionario" me refiero a que no sabemos cuáles son las
palabras que necesitamos pero sabemos que no las encontraremos con el
significado que tendrán para nosotros en ningún diccionario. La escritura de
este libro parte de las palabras y de los significados que me constituyen. Este
significado se establece a través del diálogo con el vocabulario filosófico de
autores que me han ayudado y siguen ayudando a pensar (Deleuze, Santiago López
Petit, Foucault o Jacques Rancière) y con algunas de las que han sido lecturas
importantes. La escritura de El agua que falta está marcada por el cruce
entre literatura y filosofía. Creo que solo si filtramos lo que leemos (y
estudiamos) con nuestra experiencia las palabras y los conceptos adquieren
sentido y pueden pasar a formar parte de nuestro conocimiento. Y tomar la
palabra (de eso se trata) solo se puede hacer desde un contexto, desde una
experiencia, la propia. Marina Garcés lo expresa como “poner el cuerpo en nuestras
palabras”.
"Comenzar a hablar es inventar una lengua que falta."
Una amiga me dijo
desde el principio que era un “cuaderno de batalla”. Un libro no será
exactamente un cuaderno, pero me gusta por varios motivos. Primero porque en un
cuaderno se recogen materiales diversos y es algo que puede tener y escribir
cualquiera. Pero también por la expresión batalla. No me gustan demasiado las
metáforas bélicas pero nuestros cuerpos libran diariamente una batalla (todas
esas dificultades que cruzan nuestra vida: precariedad, frustración, miedo) que
tiene un correlato en el lenguaje (los significados parecen neutralizados por
la publicidad y cada vez es más difícil decir algo sin que parezca un cliché o
un anuncio).
Escuchemos un fragmento: