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El mejor de los cuentos de Vente a casa, "Navaja suiza", narra la historia de una pareja que, antes de irse de vacaciones, acostumbra leer unos cuantos libros de autores de los países que visitará (en este caso, y como el título indica, Suiza). El cuento es divertidísimo, y más allá de las reminiscencias quijotescas ("Estrella, reina, lees demasiado y eso no te hará ningún bien [...]. ¿Oyes lo que te digo? La gente que lee tanto acaba un poco chiflada"), me preguntaba si los turistas que abarrotan Barcelona leerán libros de autores barceloneses antes de venir. Supongamos que de tanta cantidad de visitantes como tiene la ciudad, algunos pocos lean a Vila-Matas y Mendoza y Jordi Nopca. ¿Entenderán que las escenas que se desarrollan en cada esquina no son más que el preludio de chistes catalanes? ¿Que si se dejaran conducir por la curiosidad y los persiguieran llegarían a lugares insospechados? ¿O acaso creerán que les están tomando el pelo todo el tiempo y que cada palabra esconde segundas intenciones? ¿O que las miradas que les dirigen no son vacías y hastiadas sino que "por dentro" están deliberando y construyendo laberintos y pasadizos llenos de malentendidos con gracia (para ellos)?
Hay algo de Copi en Jordi Nopca, pero un Copi más realista. También de Aira. Te atrapa porque nunca sabes hacia dónde se dirige, y quizá sea esta su marca de estilo. Va hilando situaciones muchas veces absurdas que acaban con un remate (y para la era Carver de los cuentos en donde estamos, queridísimos lectores, eso es raro o por lo menos un gran chiste). Es decir, sorpresa y mirada irónica en situaciones cotidianas; muchas parejas y ex parejas dando vueltas con sus absurdas dificultades de comunicación; la Barcelona de hoy, la de la crisis, la de los turistas:
"Los turistas adoran Barcelona, pero la ciudad atraviesa un momento delicado. En el paseo de Gracia se han instalado algunas de las tiendas más caras del mundo. Ciutat Vella resplandece con la orina de los visitantes ingleses, suecos, italianos y rusos, que se mezcla sin reparo con las evacuaciones líquidas autóctonas. En Sarrià, San Gervasi y Les Corts hay vecinos que tienen como única ocupación pasear al perrito y conservar el patrimonio familiar. Pedralbes posee una importante concentración de casas con jardín, porteros de uniforme y escuelas de negocios; no es difícil encontrar a mujeres rejuvenecidas gracias a la varita mágica del quirófano. El Poblenou ha sido conquistado recientemente por una multitud de hoteles de lujo y por empresas que se dedican a contactar con el más allá tecnológico. El Eixample está lleno de viejos y de algún joven heredero que todavía no sabe si continuar estudiando, probar suerte en el extranjero o colgarse de la araña del salón. El barrio de Gràcia quiere continuar alojando diseñadores, artistas y estudiantes obsesionados con ver cine o series en versión original subtitulada. Eran gente con suerte hasta que empezaron a perder sus empleos: pronto no podrán permitirse los alquileres, son demasiado altos, y deberán instalarse en algún rincón deslucido de Sants, Nou Barris o Sant Antoni, donde todavía se puede vivir por un precio más o menos asequible. Hay quienes, expulsados de estas zonas, tienen que buscarse un apartamento en un lugar todavía más modesto, casi siempre situado en los límites de la ciudad: la Verneda, el Bon Pastor, Ciutat Meridiana, la Marina de Port." ("Àngels Quintana y Félix Palme tienen problemas")Ahora que lo pienso, solo falta que se agrege este párrafo en las guías de la ciudad. Los turistas que lo leyeran apreciarían una fotografía fidedigna de la Barcelona que nos toca.