Gustave Doré,
Cide Hemete Benengeli, historiador arábico
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Se dice de Cide Hamete Benengeli que es morisco sabio y que escribió la historia de Don Quijote de la Mancha sin alejarse un punto de la verdad. Se dice también que continuó lo que algún otro había dejado truncado después de narrar la batalla del vizcaíno.
Recordemos que el narrador, en el capítulo IX, cuenta cómo le parecía necesario darle a Don Quijote un cronista de sus hazañas, a la manera de todo libro de caballerías que se precie, y cómo se encontró por casualidad con aquellos cartapacios que relataban las aventuras de Don Quijote y que mandó traducir a otro morisco a quien se llevó a casa durante mes y medio para tal trabajo.
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Esto me ha obligado a elaborar anotaciones con distintos niveles para visualizarlo:
- Cervantes
- Narrador
- primer cronista (del que desconocemos su nombre)
- Cide Hamete Benengeli
- traductor
Y del lado de "dentro" del texto, otros tantos (aunque terminan por entrelazarse):
- Alonso Quijano
- Don Quijote
- Las dos versiones literarias de él mismo: la de la primera parte del Quijote, y la de la apócrifa segunda parte, la de Avellaneda, ambas conocidas por todos los personajes
- los comentarios del propio Cide Hamete Benengeli sobre la veracidad de la historia
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Aquí quería detenerme. A poco que nos adentramos en la segunda parte del Quijote, la participación de Benengeli comienza a manifestarse primero solapadamente, luego de forma cada vez más contundente, con anotaciones al margen (como la que atañe a la veracidad de lo acaecido en la cueva de Montesinos del capítulo XXIV), y sobre todo esta que transcribo y que me parece la más inquietante:
"Dicen que en el propio original desta historia se lee que llegando Cide Hamete a escribir este capítulo, no le tradujo su intérprete como él le había escrito, que fue un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo, por haber tomado entre manos una historia tan seca y tan limitada como esta de don Quijote, por parecerle que siempre había de hablar dél y de Sancho, sin osar estenderse a otras digresiones y episodios más graves y más entretenidos; y decía que el ir siempre atenido al entendimiento, la mano y la pluma a escribir de un solo sujeto y hablar por las bocas de pocas personas era un trabajo incomportable, cuyo fruto no redundaba en el de su autor, y que por huir de este inconveniente había usado en la primera parte del artificio de algunas novelas, como fueron la del Curioso impertinente y la del Capitán cautivo, que están como separadas de la historia, puesto que las demás que allí se cuentan son casos sucedidos al mismo don Quijote, no la darían a las novelas, y pasarían por ellas, o con priesa, o con enfado, sin advertir la gala y artificio que en sí contienen, el cual se mostrara bien al descubierto cuando por sí solas, sin arrimarse a las locuras de don Quijote ni a las sandeces de Sancho, salieron a la luz. Y así, en esta segunda parte no quiso ingerir novelas sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios que lo pareciesen, nacidos de los mesmos sucesos que la verdad ofrece, y aun éstos, limitadamente y con solas las palabras que bastan a declararlos; y pues se contiene y cierra en los estrechos límites de la narración, teniendo habilidad, suficiencia y entendimiento para tratar del universo todo, pide no se desprecie su trabajo, y se le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir."
Párrafo que junta de un golpe a todos los entes narrantes, donde Benengeli se confunde con el traductor, el narrador e incluso con el mismo Cervantes.
Pero detengámonos en lo llamativo: el traductor se niega a volcar la versión de Benengeli y detalla el modo en que este ha compuesto la historia de Don Quijote de la Mancha, el mismo libro que tenemos entre manos. A su vez defiende una poética de la novela, una novela total, donde todo cabe. Sin embargo, debe justificarse: explica lo aburrido que le resulta seguir a los mismos personajes, y cuánto le hubiese gustado incorporar otras historias, como ya hiciera en la primera parte, pero que no lo hace por temor a recibir críticas. Intuimos que Cervantes ha recibido críticas, o al menos que esas son las críticas que más le han molestado como para hacer referencia a ellas en el texto mismo.
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Después pensé en la batalla que muchos profesan hacia las novelas que hablan de escritores o de literatura, las que abundan en metaficción, las que utilizan la autorreferencialidad para narrarse o crear ficción, de la que el Quijote es ejemplo por desmedida: todo en ella es literatura. De inmediato el vicio argentino: recordé aquella tentativa de explicación de Borges:
"¿Por qué nos inquieta que el mapa esté incluido en el mapa y las mil y una noches en el libro de Las mil y una noches? ¿Por qué nos inquieta que don Quijote sea lector del Quijote, y Hamlet, espectador de Hamlet? Creo haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los caracteres de una ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios."
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