rumiar la biblioteca: septiembre 2018

lunes, 24 de septiembre de 2018

Rubem Fonseca: escritores, locura y novela negra

Rubem Fonseca, Bufo & Spallanzani (1985), traducción de John O'Kuinghttons, Santiago de Chile, Tajamar (2018)
https://www.tajamar-editores.cl/titulo/321

He leído poco de Rubem Fonseca pero cada vez me gusta más: una narrativa que parece alocada pero cuya estructura encaja siempre; género noir pero nada convencional; un narrador de estilo irreverente que avanza a trompicones y que acostumbra a dar en el blanco. Todo eso por no hablar del humor, claro. Ironía pura.
"Toda novela sufre de una maldición, una principal, entre otras: la de terminar siempre de mala manera. [...] Las memorias, como estas que escribo, también sufren su maldición. [...] Iniciar un libro no es más difícil que terminarlo, dicho sea de paso y de acuerdo con lo que algunos dicen, alegando que es preferible decepcionar al lector al final que hacerle desistir de la lectura al principio."
En Bufo & Spallanzani tenemos a un escritor que es sospechoso de asesinato: su amante, una mujer de buena posición, ha aparecido sin vida dentro de su vehículo. Entonces el escritor nos cuenta que antes de ser escritor era agente de seguros y que estuvo implicado en un caso de fraude a la aseguradora. Digamos que en dicho fraude interviene un sapo y todo ese lío termina por relacionarse con el asesinato del principio. La cosa se pone cada vez más divertida y delirante.
Además de esta simpática peripecia, la novela está salpicada de reflexiones sobre el oficio de escritor que no tienen desperdicio:
"Uno solo puede ser considerado un buen escritor cuando consigue: primero, escribir sin inspiración, y, segundo, escribir solo con la imaginación."

[Las citas pertenecen a la edición de Seix Barral, traducida por Basilio Losada.]

lunes, 17 de septiembre de 2018

Matías Néspolo o el estilo canchero

Matías Néspolo, Con el sol en la boca, Barcelona, Lince Ediciones (2015)
http://linceediciones.com/es/libro/sol-la-boca/

Pero qué bien maneja el estilo canchero propio del porteño Matías Néspolo. Digamos que domina esta poética (llamémosla así), como pocos. En realidad, no solo va suelto en este registro, pues en la novela que nos ocupa hay variedad de estilos y una destreza notable. 
Con el sol en la boca cuenta la historia del Tano, un joven estudiante universitario que no sabe lo que quiere pero lo quiere ya. Tanto es así que le roba la novia a un amigo, le pide guita al hermano y hasta le hace un feo a su viejo. Eso se nos cuenta en la "Primera parte", narrada con lo que comúnmente se conoce como narrador omnisciente. Pero nada más arrancar la "Segunda parte", nos topamos con las voces de los personajes secundarios. Ellos son los que nos van contando mediante monólogos lo que fue del Tano a partir de ese momento. Digamos que la cosa se va tornando cada vez más oscura, porque en cuanto el Tano empieza a indagar en el pasado se topa con asuntos que estaba claro que era mejor dejar enterrados. Evidentemente, aparecen los militares, las torturas, los desaparecidos, como si para la generación nacida en los setenta fuera imposible desentenderse de ese entramado en su origen. Como dice Movie, uno de los personajes:
"Todo el mundo tiene derecho, o incluso la obligación, de conocer esas coordenadas de origen, pero no siempre se trata de un emplazamiento agradable o tranquilizador; si lo fuera, nadie se vería impulsado a acabar sus días en otro lugar, muy lejos del sitio donde nació. Si el origen garantiza por sí solo la pureza y no el crimen, el orgullo sin humillaciones ni escarnios, la saciedad sin menester y el bienestar sin deseo; cada uno moriría feliz, libre de toda nostalgia, en el sitio exacto donde fue engendrado. Y eso lamentablemente solo ocurre en los cuentos de hadas o puede que, con suerte, entre los cofrades de algún pueblo primitivo que aún resiste."
Después viene una tercera parte u "Otra parte", donde es el propio Tano quien finaliza la historia desde el Titicaca. 

Está buena la novela de Néspolo, no solo porque sabe contar una historia, sino porque la cuenta con cierta complejidad que resulta atractiva para el lector exigente.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Vladimir Nabokov: La defensa o el déjàvu paranoico

Vladimir Nabokov, La defensa (1930), traducción de Sergio Pitol, Barcelona, Anagrama (2006)
https://www.anagrama-ed.es/libro/compactos/la-defensa/9788433960337/CM_190

Hay algo muy estimulante en esta novela, porque empieza tres veces. Pongo en situación:
1. Comenzamos a leer la infancia del protagonista, Luzhin. Se trata de un niño tímido cuyo padre es escritor, que se aficiona al ajedrez y que parece tener dotes especialmente notables. El capítulo 5 nos muestra el primer pliegue: Se trata de unas reflexiones del padre justo antes de morir acerca de su hijo y de cómo le gustaría escribir una novela sobre su hijo. Dice que solo se limitaría a su infancia. Entonces sospechamos que lo que veníamos leyendo es la "novela del padre". 
2. El padre ha muerto. Acompañamos a Luzhin a sus torneos. Hay un tipo, una especie de mánager, un oportunista apellidado Valentinov. Luzhin es un ajedrecista mundialmente conocido. Además es un tipo bastante autista y excéntrico, obsesionado con una defensa. Rusia se convierte en la Unión Soviética y nuestro ajedrecista, que vive en Berlín (como tantos otros exiliados rusos de la época), conoce a su futura mujer. Entretanto, en uno de sus más importantes torneos, cuando por fin iba a utilizar la defensa en la que tanto había trabajado, sufre un colapso, un surmenage. Su futura mujer se preocupa sobremanera y lo cuida con abnegación; todos intentan alejarlo del ajedrez, ni tan siquiera mencionarlo en su presencia.
3. Empieza la novela después del surmenage, que Luzhin, loco como está, considera una repetición de todas las "jugadas" de su vida después de la muerte del padre. Tanto es así que está preparándose para utilizar la defensa que antaño había construido con tanto esmero, pero que ahora usará para "defenderse" de la vida real. Lástima que Luzhin no pueda escapar a su destino.


"Con vaga admiración y vago horror observó cuán pasmosamente, con qué elegancia y flexibilidad, jugada tras jugada, se habían repetido las imágenes de su infancia (la casa de campo... la ciudad... la escuela... su tía...), pero no lograba comprender por qué esa repetición le inspiraba tanto temor a su alma. Sintió una punzada, una especie de enojo por haber pasado tanto tiempo sin lograr advertir la astuta secuencia de las jugadas, y al recordar alguna trivialidad (y había habido tantas, y a veces tan hábilmente presentadas, que la repetición casi quedaba oculta), Luzhin se indignó consigo mismo por no haber reflexionado lo suficiente, por no haber tomado la iniciativa y haber permitido, en cambio, con ciega confianza, que la combinación se fuera desarrollando. Se propuso ser más circunspecto, vigilar el ulterior desarrollo de aquellos movimientos, si es que volvían a repetirse, y, por supuesto, mantener su descubrimiento en secreto, y ser feliz, extraordinariamente feliz."

lunes, 3 de septiembre de 2018

Carlos Ríos: Policial alucinado

Carlos Ríos, Cielo ácido, Santiago de Chile, Lagüey (2016)
https://www.laguey.com/cieloacido


[Publicado en Revista de Letras, 23/08/2018]
Carlos Ríos (Santa Teresita, Argentina, 1967), poeta y periodista, dice que trabaja la narrativa a la manera poética, es decir, con un fraseo preciso, como “un latido, silencio; otro latido, silencio”. Dice, además, que en la brevedad y la condensación encuentra “las mejores potencias”. Ha publicado unos cuantos libros de poemas, la novela Manigua (Entropía, 2009), el relato A la sombra de Chaki Chan (Trópico Sur Editor, 2011) y llega a España de la mano de la editorial chilena Lagüey con Cielo ácido, publicada en 2016.

Acá nos cuenta la historia de Lezica, un asesino a sueldo que tiene un encargo bien particular: matar a Waldo Torrico, un millonario estrella que suele aparecer en los programas de cotilleos de televisión.  
Sigue leyendo