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Si tuviese que señalar uno de mis libros de cabecera, un libro que me ayuda y enseña a pensar, no dudaría en señalar este de Tzvetan Todorov, Nosotros y los otros. Un libro que reflexiona sobre la diversidad, lo extranjerizante y lo nacionalizante desde un punto de vista genealógico-histórico, un texto, a mi parecer, imprescindible. Por lo demás, Todorov es uno de los pensadores más lúcidos del panorama actual, y muchos de sus planteamientos han ido acompañándome desde hace cierto tiempo.
Pero esta vez mi intención es arrastrar sus reflexiones hacia otros terrenos:
¿Qué tal si extrapolamos la tipología de viajero que aquí se enumera y la aplicáramos a las diferentes maneras de acercarse a un texto? ¿Qué pasaría si concibiéramos el texto como un territorio extraño al que nos aproximamos de diferentes maneras?
Todorov habla de diez tipos diferentes de viajeros:
- El asimilador. Este quiere modificar a los otros para que se asemejen a él. La figura más representativa de este viajero es el evangelizador. (Lector siempre disconforme)
- El aprovechado. Se trataría de un hombre de negocios que se acerca al otro con el objetivo de utilizar la proximidad en su provecho. (Lector-escritor)
- El turista. Este prefiere los monumentos a los seres humanos. La ventaja es que los monumentos jamás ponen en tela de juicio nuestra identidad. Como el turista está dispuesto a gastar dinero, el autóctono intentará congraciarlo: le venderá sus "recuerdos". (Lector de best sellers)
- El impresionista. Se trataría de una variante del turista, salvo que este analiza las impresiones que el viaje y el otro producen en él. (Lector hedonista)
- El asimilado. Este es el caso del inmigrante que se ha asimilado completamente al nuevo entorno, que forma parte de él como uno más. (Lector fanático)
- El exota. A diferencia del natural, el extranjero es capaz de percibir aquello que de tan cotidiano se torna transparente. Las costumbres y maneras están para él desautomatizadas y puede señalarlas, pues se ve favoracido por cierto distanciamiento. (Lector-crítico que señala costuras)
- El exiliado. Se trataría de una variante intermedia entre el asimilado y el exota. Adora la experiencia de extranjería y siempre quiere mantenerse en ese estado, algo similar a la experiencia de vivir en grandes ciudades, donde la integración completa con la comunidad es, a menudo, imposible. (Lector-rumiante)
- El alegorista. Se trataría de aquel que va a buscar allí lejos el espejo del medio al que pertenece. Habla de lo extranjero pero en el fondo se está refiriendo a lo suyo mediante la alegoría. (Lector político)
- El desengañado. Aquel que habiéndose marchado se da cuenta de que no hacía falta irse tan lejos para vivir ciertas experiencias. (Lector desganado y sin tiempo)
- El filósofo. Este representaría a aquel que aprende pero también alecciona situándose en un punto de equilibrio. (Lector profesional)
Me atrevería a afirmar que nos enfrentamos a cada texto como un viajero diferente, o que cada texto despierta en nosotros distintas actitudes viajeras (o híbridos de ellas). Diré además que, en mi caso, suelo preferir/tropezar/incidir en el acercamiento del exiliado y del impresionista (a menudo del aprovechado), pues me cuesta diluirme por completo como también distanciarme suficientemente del texto, ya que acercarse a un texto es predisponerse, al menos un poco, a conocerse o mezclarse.
No me atrevo a señalar cuál debería ser la actitud viajera del crítico profesional, pues lejos estoy de eso, pero atinaría a encuadrarlo como viajero entre exota y filósofo.
Quedan invitados a opinar.
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