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Pero qué bien maneja el estilo canchero propio del porteño Matías Néspolo. Digamos que domina esta poética (llamémosla así), como pocos. En realidad, no solo va suelto en este registro, pues en la novela que nos ocupa hay variedad de estilos y una destreza notable.
Con el sol en la boca cuenta la historia del Tano, un joven estudiante universitario que no sabe lo que quiere pero lo quiere ya. Tanto es así que le roba la novia a un amigo, le pide guita al hermano y hasta le hace un feo a su viejo. Eso se nos cuenta en la "Primera parte", narrada con lo que comúnmente se conoce como narrador omnisciente. Pero nada más arrancar la "Segunda parte", nos topamos con las voces de los personajes secundarios. Ellos son los que nos van contando mediante monólogos lo que fue del Tano a partir de ese momento. Digamos que la cosa se va tornando cada vez más oscura, porque en cuanto el Tano empieza a indagar en el pasado se topa con asuntos que estaba claro que era mejor dejar enterrados. Evidentemente, aparecen los militares, las torturas, los desaparecidos, como si para la generación nacida en los setenta fuera imposible desentenderse de ese entramado en su origen. Como dice Movie, uno de los personajes:
"Todo el mundo tiene derecho, o incluso la obligación, de conocer esas coordenadas de origen, pero no siempre se trata de un emplazamiento agradable o tranquilizador; si lo fuera, nadie se vería impulsado a acabar sus días en otro lugar, muy lejos del sitio donde nació. Si el origen garantiza por sí solo la pureza y no el crimen, el orgullo sin humillaciones ni escarnios, la saciedad sin menester y el bienestar sin deseo; cada uno moriría feliz, libre de toda nostalgia, en el sitio exacto donde fue engendrado. Y eso lamentablemente solo ocurre en los cuentos de hadas o puede que, con suerte, entre los cofrades de algún pueblo primitivo que aún resiste."Después viene una tercera parte u "Otra parte", donde es el propio Tano quien finaliza la historia desde el Titicaca.
Está buena la novela de Néspolo, no solo porque sabe contar una historia, sino porque la cuenta con cierta complejidad que resulta atractiva para el lector exigente.