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Aunque disfrutada más la primera mitad de la novela que el resto (lo que me lleva a pensar en que no sé hasta qué punto nos dejamos atrapar hoy -lectores perezosos o tal vez ansiosos- más allá de las trescientas páginas), pues es entonces cuando abunda un poco la blandengue emocionalidad de lo familiar y de lo que podría ser aunque todo sea un verdadero desastre, no hay más que sacarse el sombrero ante la precisión y el humor (sobre todo el irónico, cínico, elegante e inteligente sentido del humor) de una historia que no sabemos (eso al principio y eso es lo que me gustaba) si se trata de una pesadilla aterradoramente nítida, el sueño americano convertido en película de terror:
"¿Mejora, desaparece esta sensación de vivir un sueño debajo del agua?"Una pincelada sobre la peripecia: hay aquí dos hermanos y una mujer, un adulterio y un asesinato. Hay aquí una crítica a la sociedad consumista, a la obsesión por la comida sana y la automedicación, a la mercantilización de la salud, los geriátricos y hospitales psiquiátricos, a la violencia y las cárceles, a la comunidad judía, a la publicidad en general. Alguien diría que la novela empieza por el final o que se trata de una segunda parte cuya primera está eludida. Pues apenas se nos informa de las acciones y se detiene en sus consecuencias, lo que ocurre después. Cómo se construye esta nueva familia donde los niños son más adultos que los adultos, y no hablemos de los ancianos, los más vulnerables.
"'Me pasa algo', escribo con grandes letras temblorosas. Sucumbo al esfuerzo, me desplomo en el suelo, cuan largo soy. Oigo que alguien dice: 'Podemos echarle agua', y me pregunto si me he convertido en una planta."¿Una novela kafkiana en América? Eso quise y eso presentí durante la primera mitad: el aire de lo rancio y la lógica onírica, las desternillantes conversaciones absurdas (aunque la realidad, nuestra sociedad, a poco que se la mire de costado es tan absurda como una pesadilla), la facilidad de los encuentros sexuales, las percepciones paranoicas, la presencia constante del Doppelgänger y el persistente murmullo de la televisión, los paparazzi y el espectáculo, me indujeron a leer con esos parámetros.
"No quiero que piense que George y yo somos Doppelgängers lunáticos, no quiero darle pistas sobre lo que se me pasa por la cabeza."Pericia la de Homes, sin duda, y la de su traductor, que nos lleva a leer como impelidos por la curiosidad y la ansiedad y la velocidad de una prosa sencilla y afilada y sarcástica que construye una divertidísima parodia de la sociedad americana que cada vez es más la de todos nosotros.
"Es como si hubiera estado esperando a que mi vida cobrase aceleración y que tuviera cuerda para años. A veces pensaba que hacía progresos, que me acercaba más; otras veces me limitaba a esperar a que me descubrieran: ¿quién? Al mirarme a mí mismo, mi vida consumida a medias, me resulta insoportable haber acabado así. ¿Mi vida se ha terminado? ¿Alguna vez comenzó?"
Pues tiene buena pinta.
ResponderEliminarDiversión asegurada, jordim. Un saludo
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