rumiar la biblioteca: Jaime Zulaika
Mostrando entradas con la etiqueta Jaime Zulaika. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jaime Zulaika. Mostrar todas las entradas

lunes, 25 de abril de 2022

La novela deejay XIV


Si imaginamos un destino de la literatura similar al destino de la música, en el sentido en el que hoy aplaudimos y celebramos y adoramos al deejay como si de una estrella de rock o de un concertista virtuoso o de un afamado compositor se tratara, y celebramos su trabajo, es decir, el de poner discos, como arte, o mejor dicho, celebramos su collage y su mixtura y su capacidad de navegar por el tiempo y la tradición, de hacer tremolar el tiempo sobre diferentes bases, y extrapolamos el fenómeno al libro, o mejor, al libro electrónico, y pensamos que el escritor dejará de ser ese juntapalabras o el que busca estilo y construye una escritura, y que su función se habrá desplazado hacia un diseñador-maquetador con talento, con conocimientos de programador, que fabrique collages y corta-pegas y links de navegación por las grandes obras de todos los tiempos y aplaudamos su trabajo, lo celebremos como gran hacedor de los tiempos por venir, y colaboremos para que pueda ganarse la vida con mucha mayor soltura que un escritor, porque tal y como dicen algunos, y no sin razón, con semejante tradición para qué escribir o reescribir, o contestar y dialogar con esa tradición, quizá sea suficiente con manipularla y fragmentarla y servirnos de ella para contar la historia que queramos, para seguir ejecutando el hecho literario.


Por ejemplo, yo podría continuar con el montaje de una autobiografía in progress, que ya comenzara con los posts La novela deejayLa novela deejay II, III, IVVVI, VIIVIII, IX, XXIXII y XIII utilizando un fragmento de Cómo estar solo de Jonathan Franzen para explicar qué tipo de lectora soy o cómo un escritor empieza a escribir:



lunes, 24 de agosto de 2015

A. M. Homes o Kafka se despierta en América

A. M. Homes, Ojalá nos perdonen (2012), trad. de Jaime Zulaika, Barcelona, Anagrama (2014)
http://www.anagrama-ed.es/titulo/PN_869

Aunque disfrutada más la primera mitad de la novela que el resto (lo que me lleva a pensar en que no sé hasta qué punto nos dejamos atrapar hoy -lectores perezosos o tal vez ansiosos- más allá de las trescientas páginas), pues es entonces cuando abunda un poco la blandengue emocionalidad de lo familiar y de lo que podría ser aunque todo sea un verdadero desastre, no hay más que sacarse el sombrero ante la precisión y el humor (sobre todo el irónico, cínico, elegante e inteligente sentido del humor) de una historia que no sabemos (eso al principio y eso es lo que me gustaba) si se trata de una pesadilla aterradoramente nítida, el sueño americano convertido en película de terror:
"¿Mejora, desaparece esta sensación de vivir un sueño debajo del agua?"
Una pincelada sobre la peripecia: hay aquí dos hermanos y una mujer, un adulterio y un asesinato. Hay aquí una crítica a la sociedad consumista, a la obsesión por la comida sana y la automedicación, a la mercantilización de la salud, los geriátricos y hospitales psiquiátricos, a la violencia y las cárceles, a la comunidad judía, a la publicidad en general. Alguien diría que la novela empieza por el final o que se trata de una segunda parte cuya primera está eludida. Pues apenas se nos informa de las acciones y se detiene en sus consecuencias, lo que ocurre después. Cómo se construye esta nueva familia donde los niños son más adultos que los adultos, y no hablemos de los ancianos, los más vulnerables.
"'Me pasa algo', escribo con grandes letras temblorosas. Sucumbo al esfuerzo, me desplomo en el suelo, cuan largo soy. Oigo que alguien dice: 'Podemos echarle agua', y me pregunto si me he convertido en una planta."
¿Una novela kafkiana en América? Eso quise y eso presentí durante la primera mitad: el aire de lo rancio y la lógica onírica, las desternillantes conversaciones absurdas (aunque la realidad, nuestra sociedad, a poco que se la mire de costado es tan absurda como una pesadilla), la facilidad de los encuentros sexuales, las percepciones paranoicas, la presencia constante del Doppelgänger y el persistente murmullo de la televisión, los paparazzi y el espectáculo, me indujeron a leer con esos parámetros. 
"No quiero que piense que George y yo somos Doppelgängers lunáticos, no quiero darle pistas sobre lo que se me pasa por la cabeza."
Pericia la de Homes, sin duda, y la de su traductor, que nos lleva a leer como impelidos por la curiosidad y la ansiedad y la velocidad de una prosa sencilla y afilada y sarcástica que construye una divertidísima parodia de la sociedad americana que cada vez es más la de todos nosotros.
"Es como si hubiera estado esperando a que mi vida cobrase aceleración y que tuviera cuerda para años. A veces pensaba que hacía progresos, que me acercaba más; otras veces me limitaba a esperar a que me descubrieran: ¿quién? Al mirarme a mí mismo, mi vida consumida a medias, me resulta insoportable haber acabado así. ¿Mi vida se ha terminado? ¿Alguna vez comenzó?"


lunes, 27 de julio de 2015

Chistes: Homes, Vonnegut, Piglia

A. M. Homes,
Este libro te salvará la vida
(2006),
trad. Jaime Zulaika, Barcelona,
Anagrama (2007)

"—¿Algún trauma o abusos deshonestos de niño?

—Solo que mis padres... son judíos —dice. He hablado con mi madre esta mañana y cree que soy un fracaso porque me he jubilado.

—Mentalidad de la Depresión.

—¿Cree que es eso, depresión? ¿La depresión es físicamente dolorosa?

—Quiero decir que sus padres fueron hijos de la Depresión. Voy a extraerle sangre. Quiero comprobarlo todo."



Kurt Vonnegut, Galápagos (1985),
trad. de R. Mansera y F. Abelenda,
Barcelona, Minotauro (2009)
"Esta crisis financiera, que nunca podría haber ocurrido hoy, era simplemente la última de la serie de catástrofes criminales del siglo XX que tuvieron como único origen los cerebros humanos. A juzgar por la violencia que la gente ejercía contra sí misma y contra los demás, y en verdad contra todos los otros seres vivientes, un visitante de otro planeta habría supuesto que el medio ambiente había enloquecido y que la gente estaba tan frenética porque la Naturaleza estaba a punto de matarlos a todos."






Ricardo Piglia, Blanco nocturno,
Barcelona, Anagrama (2010)

"Ya debía saber que los antropólogos, luego de largas investigaciones destinadas a definir al gaucho de nuestra pampa, han decretado que no han podido identificar ningún rasgo particular salvo, naturalmente, el egoísmo y las enfermedades imaginarias."