rumiar la biblioteca

lunes, 12 de junio de 2023

Conversación con Fernanda García Lao a propósito de "Autobiografía con objetos"

 

Fernanda García Lao, Autobiografía con objetos, Barcelona, Kriller71 (2022)

https://kriller71ediciones.com/coleccion-poesia/autobiografia-con-objetos/

[Publicado en Quimera 469 en enero de 2023]

Narradora, dramaturga y poeta, Fernanda García Lao (Mendoza, Argentina, 1966) nos tiene acostumbrados a la sorpresa. Frases cortas y precisas que elevan nuestra percepción del mundo y nos sitúan en la azotea de las cosas. Autora de Nación vacuna (Candaya, 2020) y Sulfuro (Candaya, 2021), entre otros, publica en España el poemario Autobiografía con objetos (Kriller71, 2022). Dice aquí García Lao que «las ideas deben pronunciarse para que existan». Es así como la fuerza poética (en el sentido de hacedora de cosas) pone en pie este museo de la memoria de sus años del asombro. 

En Autobiografía con objetos me encontré con una especie de álbum de fotos y a la vez un diccionario personalísimo o un catálogo de algún museo que fue construyéndose en tu memoria. ¿A qué responde este ánimo de hacer repaso de la vida? ¿Qué fue lo que te llevó a esa voluntad de archivar? He practicado el ejercicio de la pérdida desde muy temprano. El primer exilio, obligatorio, significó distancia, anulación. Nací en tierra temblorosa, adicta a los sismos: las cosas que quedaron en Mendoza aparecieron bajo los escombros en la casa de mi abuela, producto de un terremoto que acabó con esa habitación en particular. La que guardaba lo nuestro. No hubo metáfora sino literalidad. La vida no se distrae con eufemismos. Este libro es un modo de rescatar lo perdido. En general, los inventarios se confeccionan antes. Yo lo hice después, apelando a la memoria. Pero soy bastante amnésica, es decir, quizás el olvido sea un método de supervivencia y escribir sea trabajar en contra. Sentí la tentación de recuperar. La escritura se parece a la arqueología: escarba, encuentra restos que ha de conectar, traza líneas temporales y parentescos. Asume un universo ausente. Hice auto arqueología íntima. Digo, no había tesoros que descubrir sino objetos simples que hablaron con discreción de mí. 

Al comienzo del libro, leemos una especie de advertencia donde explicas que «una biografía podría ser un repertorio de materia». Y los poemas nos presentan objetos y experiencias que parecieran inaugurales, fruto del asombro, la curiosidad o el accidente. ¿Cómo elegiste los objetos de tu autobiografía? ¿Las palabras también son objetos? ¿El lenguaje tiene cuerpo, ocupa espacio? El lenguaje es un cuerpo precioso. Y los objetos también. Ambos conversan con quien los toca, son reveladores. Decir es una elección de contacto. No da igual cualquier palabra, hacemos sintaxis de conexión. Me he pasado años buscando objetos y palabras. En el teatro, el vínculo entre persona/voz, objeto/cuerpo, y espacio/trayectoria crea un organismo único de poesía y significación. Vengo de ese vicio. De asociar cuerpos de distinta temperatura, es decir, de apelar a la discordancia. Estos objetos míos podrían ser considerados mi arquitectura efímera. Las piezas a partir de las cuales reconstruyo lo que perdí. Fueron apareciendo solos, unos trajeron a otros. Hay gente que paga trasteros porque no puede deshacerse de lo que ya no tiene lugar. Este libro es mi desván mental. Entro y salgo cuando quiero.

Tu escritura parece utilizar el lenguaje como semillas. Y la conciencia se expande en la mente del lector. Tu fuerza poética germina y consigue crear mundo. Podemos decir que ese es el misterio de la literatura. Hay en el libro muchas referencias al lenguaje de la literatura que no es el mismo que usamos como herramienta de comunicación. El lenguaje es «una bestia lúcida que mira de frente» o «el miedo escribe sin idioma». ¿Cómo trabajas con el lenguaje? ¿Hasta qué punto el lenguaje literario es capaz de describir las cosas o de crear otros mundos posibles? Oh, gracias por semejante lectura. Trabajo muy a oscuras, la verdad. Voy iluminando áreas a medida que avanzo. Como si prendiera luces de un espacio del que desconozco su dimensión. A veces encuentro sectores de tamaño generoso y otras, apenas habitaciones, un músculo o un cajón. Bachelard indagaba en la forma y, en su biología poética, habilitó un modo de escribir el mundo, donde la poesía era pariente pobre de la ciencia. O como diría María Zambrano, loca por demasiada razón, lúcida en su deliro, la poesía hace del lenguaje su lugar. Me gusta vivir ahí. Hago y deshago para perturbar al tiempo. Me seduce ocupar el mundo, probar sus instalaciones, pero la libertad de pensamiento es la única libertad. 

Eres una escritora anfibia, pareciera que trabajaras muy cerca de las fronteras de los géneros hasta conseguir desdibujarlas. También tienes la experiencia de la identidad extranjera o nómada. ¿Crees que esta borradura de fronteras en la vida repercutió en la construcción de tu poética? Creo que la escritura es una zona en sí. Y no quiero ponerle vallas ni puertas. La cabeza no las tiene. La vida me puso en marcha y la extranjería, estar fuera de lugar, duele al principio, pero es indispensable. Caminar y distanciarse, desplazar y contaminar el lenguaje, incluso quedar sin palabra, cuestiona y amplía la percepción de lo que fui. El mundo ha ido perdiendo su tamaño, es más fácil de abarcar. Antes irse era un verbo definitivo. Cuando no viajo, leo o imagino. Leer es un modo económico de mutar.

¿Te consideras una escritora argentina, inserta en esa tradición, o en una más general? ¿Qué piensas de clasificar la literatura por nacionalidades? Por momentos me considero argentina, por momentos marciana. Mi tradición existe en su impureza, como la de todos. Qué hacer con lo heredado es lo inquietante. Pero mis referentes no pertenecen sólo a mi tiempo ni a mi lugar de origen. Son mi familia espectral y, como tales, no respetan las leyes del cuerpo ni de la franja horaria. 

¿Cuál es tu familia poética o tus influencias a la hora de escribir poesía? ¿Y qué buscas como lectora de poesía? Mi familia es enorme y contradictoria. Hay decadentistas, médicos, inadaptadas, filósofas, desterradas. Algunas poetas muertas: Emily Dickinson, Mina Loy, Joyce Mansour, Olga Orozco, Anne Sexton, Marosa Di Giorgio, Susana Thénon, Juana Bignozzi. Algunas vivas: Anne Carson, Mary Ruefle, María Negroni, Robin Myers. Como lectora de poesía sólo espero dos cosas: el milagro o la gracia.

lunes, 29 de mayo de 2023

Laia López Manrique o sobrevivir en el lenguaje (citas)

 

Laia López Manrique, La mujer cíclica. Speculum, Barcelona, La Garúa (2022)

https://lagaruapoesia.com/project/104-la-mujer-ciclica-%c2%b7-speculum/

"Se pregunta cómo lee ella los libros y se responde entonces: primero con miedo, después con prisa, y hay un tercer paso. El tercer paso es volver sobre el miedo y la prisa para descomponerlos. El tercer paso es siempre volverlos a leer muy lentamente, tratando de ver a través de sus agujeros, sus trampillas. Ahí me puedo esconder, piensa. Y desde allí, desde ese otro lado, armar un discurso. Aunque desde luego no necesita armar un discurso de cada libro que lee. A menudo deja que los libros, simplemente, sucedan en ella, a través de ella. Ahora se da cuenta de que esa ha sido una manera, tal vez la única, de aprender." 

"En cierto modo sucede que uno nunca habla su propia lengua. Uno habla siempre moradas provisorias. Eso es lo que me digo cuando hablo mi lengua dura, pedregosa. Que es, por lo demás, la única lengua 'mía' que conozco. ¿Y por qué, si es así, entonces, la siento ajena? Porque con ella no alcanzo. Cuando digo 'no alcanzo' me refiero a algo similar a lo que les dicen a los niños que aprenden a nadar en la piscina: a esos niños les preguntan si 'hacen pie'. Con la lengua no hago pie. Solo sé hacer pie con el tacto, pero la lengua no toca. La manquedad de la lengua es su mismo movimiento, su necesidad."

martes, 23 de mayo de 2023

Carlos Robles Lucena o la literatura es un parque de atracciones

 

Carlos Robles Lucena, Cerbantes Park, Barcelona, Navona (2022)

https://www.navonaed.com/libro/cerbantes-park_142820/

Arranca Expósito contándonos que el Cerbantes Park (sí, con b, porque Cervantes firmaba Cerbantes), un parque de atracciones con un laberinto de la Angustia de las Influencias, un burgo de la Literatura Experimental o un archivo de la Ficción, acaba de ser abandonado, está a punto de ser derribado. Esto nos lo va contando con frases cortas como audios de wasap, pues Expósito está creando una especie de archivo sonoro del parque para que no caiga en el olvido. Pero ¿cómo nació la idea, a quién se le ocurrió? Todo es fruto del Comandante y de su chica, Almudena. Decidieron crear un parque donde la literatura fuera la principal atracción: las atracciones son "lecturas" y los visitantes, "lectores". Uno ingresa allí y puede tener la experiencia de la lectura en tres dimensiones y en tiempo real. Como si leer, algo que normalmente se hace en solitario, en silencio y de manera virtual, se encarnara. Para salir del parque, hay que pasar por la Sala de la Desficcionalización y uno puede allí compartir su experiencia lectora.

La idea es excelente. Además, Robles Lucena la narra derrochando sentido del humor. Con abundantes guiños para connoisseur, mezclando a veces catalán y castellano (un verdadero acierto), leemos la historia de la construcción del parque y luego la historia de su destrucción. Y entre medio, entendemos que el parque no es más que el reflejo del estado actual de la literatura.

"Poco después descubrí que no solo era casi imposible hacer desaparecer aquellos senderos, sino que a los nuevos caminantes dijera lo que dijera Machado, escribiera Keats lo que escribiera les encantaba prescindir de su libre albedrío y preferían siempre tomar el camino más transitado. / No sé por qué no me di cuenta antes. / Es de Perogrullo. / ¿Cómo si no entender el fenómeno de los best sellers?"

Cerbantes Park no solo es una novela simpática, notablemente bien escrita (agilidad, ironía), sino que es un manifiesto a favor de la ficción. 

"'La diferencia crucial entre los parques temáticos y los centros históricos es que los parques no mienten respecto a su origen', decía el Comisario. Y precisaba: 'estos aceptan su ficción intrínseca sin aspavientos ni jaleos de conciencia, como esos actores de Brecht que gesticulan más de lo habitual para hacer ver al espectador que lo que está viendo es mentira'." 

lunes, 22 de mayo de 2023

Pilar Romera o nada es lo que parece

 

Pilar Romera, Los impostores, Barcelona, Destino (2019)

https://www.planetadelibros.com/libro-los-impostores/302248

Novela de intriga y triángulos amorosos ambientada en la posguerra en Barcelona, Los impostores narra la vida de varios personajes entrelazados por Dora, cuyo hermano Albert acaba de ser arrestado por la policía. Corre el año 1949 y la ciudad se prepara para una visita del Generalísimo. Las calles han de estar limpias, hay que encerrar a los sospechosos habituales. Dora está casada con un tal Buenaventura, pero antes de eso lo estuvo con Joan. Luego está Miquel, amor adolescente de Dora que vuelve a aparecer. Y el policía Fuentes, que tiene a Paco (amigo de Dora y Joan) de confidente. 

Está claro que todos los personajes fingen ser otros, aunque de distintas maneras. Bien es sabido que aquellos años no daban para mucha sinceridad, porque ser auténtico costaba demasiado caro. Ya se lo dice la madre de Dora a su hija en uno de los capítulos más emotivos:

"Siempre te ha pasado lo mismo. No sé por qué esta vez tenía que ser diferente. Tu problema ha sido que nunca has querido hacer las cosas como es debido. Y eso, a la larga, pasa factura."

Novela entretenida y notablemente bien documentada, que juega con la tensión y las no siempre fáciles relaciones entre las personas, Los impostores nos viene a decir que, a veces, las decisiones que se toman se hacen con las manos atadas.

lunes, 15 de mayo de 2023

Rosa Ribas o la urbanización inquietante

 

Rosa Ribas, Lejos, Barcelona, Tusquets (2022)

https://www.planetadelibros.com/libro-lejos/348807

Una urbanización alejada de la capital, una que quedó a medio hacer una vez derrumbado el boom del ladrillo. Está habitada apenas, hay zonas que se vienen abajo, casas okupadas. Apenas un café, un badulaque y una gasolinera. Los pobladores decentes se ven a cada rato: reuniones de vecinos, fiestas. Dicen que se tienen que cuidar entre ellos, que los okupas son cada vez más. El ambiente es opresivo, a pesar de que están en medio del campo. 

"Cada vez que llega alguien aquí, le echo un vistazo, para ver quién es. Y qué tal es. Cuando llegaste ya había aquí una pareja que lleva unos meses ocupando un piso de la fase dos. Unos rumanos andan metidos en uno de los primeros bloques de esta parte. Por ahí [...] viven también dos familias que hasta tienen huerto y animales. Y por allá, tres chicos, me imagino que fugados... Ahora no somos tantos, pero han llegado a vivir por aquí hasta treinta personas. Y la mayoría son como tú y yo, discretos y precavidos, porque si no lo saben, se imaginan que los de la urbanización no nos quieren aquí."

Eso le dice el viejo Matías al protagonista masculino, un hombre que está fugado y no sabemos muy bien por qué. Ambos son okupas. Pero también está la mujer recién separada que trabaja todo lo que puede para cansarse lo antes posible e irse a dormir, una que vive con la gente decente, con la que poco a poco se va enemistando.

Apenas hay acción en esta novela de ambiente, un ambiente inquietante y electrizado con aires a Dogville. La prosa es neutra, de frase corta, con ciertos retazos irónicos cada tanto. Lo que viene a contarnos es la historia de una comunidad asfixiante y pretendidamente perfecta que se ve infestada por outsiders. Claro que la cosa se va complicando: hay muertos, una historia de amor, gente que se vuelve loca, niños perdidos. Rosa Ribas consigue mantener la tensión hasta la última página incluso cuando nada pareciera a su favor: personajes aparentemente rutinarios en un escenario semiderruido en medio de un páramo. 

lunes, 8 de mayo de 2023

Cristina Rivera Garza: amor, revolución, lenguaje, locura

 

Cristina Rivera Garza, Nadie me verá llorar, Barcelona, Tusquets (1999)

https://www.planetadelibros.com/libro-nadie-me-vera-llorar/88601

Joaquín es fotógrafo. Se especializó en fotografiar a locos, un trabajo rutinario como cualquier otro, como los que hacía antes: fotos de prostitutas, fotos de muertos. Estamos en México a principios del siglo XX. Joaquín es morfinómano y está obsesionado con una interna, Matilda, pues sospecha que ya la conoce del pasado, de un burdel. Intenta desentrañar su identidad, saberlo todo, tanto, que hasta se confiesa con el jefe del manicomio, Eduardo. Le cuenta sus cuitas de amor, hablan de mujeres, de sus obsesiones. Y escucha las historias de Matilda, que se ven mezcladas con los cambios políticos.

Al poco nos vamos dando cuenta de que el verdadero protagonista es el lenguaje. No solo porque Rivera Garza lo trabaja con precisión, con verdad rara, con extrañamiento de la percepción, sino porque la locura y el lenguaje siempre van juntos, porque el lenguaje es síntoma. 

"Hay ciertos términos que, en cambio, lo hacen sonreír con una arrogancia difícil de ocultar: los diagnósticos de 'imbecilidad', 'psicosis masturbatoria', 'susto', 'locura razonada', entre otros. Cada vez que los encuentra al final de los interrogatorios coloca signos de interrogación entre ellos, y luego de descartarlos, añade una nueva terminología con su pluma fuente. 'Toxicomanía', 'histeria', 'esquizofrenia'. Esos son los nuevos nombres para quienes han perdido el deseo por la vida."

Sumemos a esto la estructura de la novela: entretejida con informes reales sobre los locos, en tipología distinta, con fragmentos y voces y puntos de vista que van alternándose, Nadie me verá llorar se va armando como un puzle que primero parece psicótico, desmembrado (¿y acaso no se nos presenta así la realidad, acaso no aprendemos desde niños a colocar las cosas según un orden compartido?) y a medida que leemos se va montando, va construyendo sentido.