Juan Bautista Durán, Tantas cosas dicen, Barcelona, Comba-Exodus (2020)
https://www.editorialcomba.com/catalogo/libros/narrativa/tantas-cosas-dicen/
Un joven casado cuyos suegros van a cenar por primera vez a casa, tiene una relación peculiar con su perra Fabia; una chica francesa que hace una tesina sobre Francisco Umbral viaja a Madrid a entrevistarlo; Hugo, un hombre que se encuentra con su yo pasado y su yo futuro, se dice cosas a sí mismo; la voz de un niño enfermo que cuenta cómo su padre está editando a Rosa Chacel, editor que hace tiempo tuvo una perra llamada Fabia; cuatro parejas que van a pasar un fin de semana en una casa de campo donde una de ellas espera el clic del fotógrafo; un muchacho va a pasar unos días al campo y cuenta sus peripecias alternando la primera y la tercera persona; un estudiante sube a leer a la azotea de su edificio y a espiar a los vecinos; un niño entra de lleno en la pubertad en una visita a unos tíos que tienen piscina; un amante, quiosquero, que se marea en el momento menos indicado, descubre la llegada de un escritor del boom latinoamericano; un hombre solitario, cuyos amigos con pareja se van a pasar fines de semana a casas de campo, se obsesiona con una gotera.
El hilo conductor de todos los cuentos es la lectura. A veces el fútbol, pero sobre todo los libros. Aquí los personajes leen siempre. Todos leen. Además, Tantas cosas dicen puede entenderse como una novela por cuentos, o un libro de fotografías del mismo imaginario, porque hay personajes que reaparecen, hay animales que reaparecen y que "son como un espejo que refleja emociones o comportamientos subterráneos que no nos atrevemos a ver" ("A vista de pájaro"). Un libro muy bien pensado y, nada que nos sorprenda a estas alturas de Durán, un libro muy bien escrito.
"Porque en la ciudad la tercera persona se pega al cuerpo, el muchacho es más yo y vuelve sin cesar al mí, al pronombre que mejor nos identifica entre tanta gente que va y viene, busca calles o inventa gallos que los llamen a sus obligaciones. Por ahí ando yo todos los días, y cada vez estaba más en la ciudad, salvo que entre árboles y maleza, cuando la bretona se echó contra una lagartija que cruzaba rauda el camino. Ni me había dado cuenta de que venía detrás, por lo que su salto veloz contra la lagartija me sorprendió tanto o más que la aparición del reptil. Fue un ataque súbito que tuvo la gracia de devolverme en seguida a la tercera persona." ("Asueto")