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Franz Ritter, musicólogo vienés, no puede dormir. Está enfermo y ha recibido una carta de la mujer de la que lleva toda la vida enamorado, Sarah. ¿Por qué en ese momento? Franz solo duerme durante un breve instante, un sueño inquietante que vuelve a despertarlo. Se levanta. Se prepara una infusión, se acerca a la biblioteca, hojea algún ejemplar, le escribe un correo a Sarah, se queda esperando su respuesta. Mientras espera, relee toda la correspondecia entre ellos, que guarda celosamente. He aquí toda la acción de esta novela, que transcurre en una luminosa noche de insomnio.
Pero convengamos que no es precisamente una novela de acción. Es una novela à la Proust, es decir, una novela de la memoria. Y no solo de la memoria, es una novela de la erudición, pues enseguida nos topamos con un impresionante despliegue enciclopédico: la historia completa del orientalismo, es decir, de la relación de amor-deseo de Oriente por parte de Occidente, un viaje humanístico y político notable, de lectura verdaderamente placentera, con esa prosa del placer de la que hablaba Roland Barthes. La erudición, la historia, las relaciones políticas entre Oriente y Occidente hace avanzar la novela, entreteje la trama. Ni siquiera olvida la guerra de Siria, o tal vez la novela es la respuesta melancólica a la postura de enfrentamiento que domina el presente.
"A veces tiendo a pensar que la noche ha caído, que las tinieblas occidentales se han cernido sobre el Oriente de las luces. Que el espíritu, el estudio, los placeres del espíritu y del estudio, del vino de Jayam o de Pessoa no han sobrevivido al siglo XX, que la construcción cosmopolita del mundo ya no se produce en el intercambio del amor y del pensamiento sino en el de la violencia y los objetos manufacturados. Los islamistas en lucha contra el islam. Estados Unidos, Europa, en guerra contra el otro yo."