[Artículo publicado en Quimera. Revista de Literatura, n.º 387, febrero de 2016: http://www.revistaquimera.com/2016/01/20/no-387-febrero-de-2016/]
La reflexión y la
autoficción
Alejandro Zambra (Mis
documentos, Anagrama): De frase sencilla y por momentos casi aniñada, de
respiración pausada, Zambra trabaja una autoficción llamémosla histórica o
político-histórica, con reflexiones intimistas y atentas a las problemáticas de
los chilenos de su generación: la revalorización del pasado de la dictadura y
el análisis de las reacciones de los padres que vivieron como adultos durante
esa dictadura. También aborda las relaciones de pareja y las relaciones
personales en general.
Carlos Labbé (Caracteres
blancos, Periférica): Labbé destila una prosa poética a ratos,
filosófica-meditativa, confesional-reflexiva a la manera de Piglia (si eso
quiere decir algo). Abundan los sueños, las máquinas, la metaficción, la
autoficción encubierta y sobre todo el imaginario borgiano.
Rodrigo Hasbún (Cuatro,
El Cuervo): El estilo de Hasbún es de períodos de inmersión lenta, de frases
largas pero transparentes. Quizá lo emparentaría con una prosa filosófica
aunque realista-costumbrista al tiempo, es decir, más relacionada con el
realismo o sus variantes. A juzgar por estos cuatro cuentos, podríamos decir
que a Hasbún le interesan los problemas de familia, las relaciones personales y
sus consecuencias. También trabaja la autoficción y la metaficción.
Eduardo Halfon (Signor
Hoffman, Libros del Asteroide): Si de autoficción hablamos, Halfon es el
exponente más aventajado. Signor Hoffman
puede leerse como una novela de viajes, donde la problemática de la identidad
judía y a la vez latinoamericana es quizá uno de sus intereses más claros. La
prosa de Halfon es directa, sencilla y reflexiva, pues constantemente pone de
manifiesto la relatividad de nuestras verdades.
Juan Carlos Méndez Guédez (Ideogramas, Páginas de Espuma): La voz de Méndez Guédez es
susurrante, sencilla pero directa y persistente. Hipnotiza sin aspavientos. Los
cuentos de este volumen trabajan la autoficción en relación con la condición
del inmigrante, algo no demasiado ficcionalizado en la tradición de la
literatura escrita en español. Digamos que su prosa oscila entre el realismo
norteamericano y el monólogo caribeño.
Raros
Guadalupe Nettel (El
matrimonio de los peces rojos, Páginas de Espuma): Con una prosa
contundente y aparentemente sencilla, Nettel va adentrándonos en situaciones
que se van tornando inquietantes a pesar de tratarse de asuntos de lo más
cotidianos. Un agradable aire de Alice Munro va soplando. Podríamos aventurar
que sus intereses se centran en las relaciones de pareja, las relaciones
familiares y la psicología propia de las mujeres y su relación con el cuerpo.
En este caso, los animales funcionan como contrapunto y reflejo de las situaciones
narradas.
Patricio Pron (Trayéndolo
todo de regreso a casa, El Cuervo): Digamos que su prosa, de períodos
largos, de ironía soterrada, se acerca mucho más a lo vilamatiano-borgiano y a
la literatura centroeuropea. Pron es un raro, un raro feliz. Trabaja la
metaficción con maestría y notamos
guiños, homenajes y conversaciones con diferentes escritores todo el tiempo,
pues nunca menosprecia al lector, de quien espera un cómplice. Pareciera que su
trabajo narrativo está bastante lejos del fantasma del realismo.
Carlos Yushimito (Los
bosques tienen sus propias puertas, Demipage): De prosa exuberante y
elegante a un tiempo, Yushimito prefiere lo fantástico, lo onírico, lo
metaliterario y los insertos. Resulta sumamente interesante que en algunos de
sus cuentos, sobre todo aquellos que se acercan más a nouvelles, se perciba cierta hibridación de géneros y a la vez un
elaborado reflejo del fondo en la forma, lo que realza un tratamiento de la
estructura notable y original.
La serie completa:
Mapa del cuento latinoamericano I
Mapa del cuento latinoamericano II
Mapa del cuento latinoamericano III
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