rumiar la biblioteca: trenza cosida
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lunes, 13 de julio de 2015

Hojaldre, rizoma, trenza cosida (un homenaje a Roland Barthes)

R. Barthes, El susurro del lenguaje (1984)
(trad. de C. Fenández Medrano),
Barcelona, Paidós (2009)
Decía Roland Barthes a propósito del estilo en 1961: 
El problema del estilo solo puede tratarse en relación a lo que yo llamaría el hojaldre del discurso; y, para seguir con las metáforas alimenticias, resumiré estas opiniones diciendo que, si bien hasta el presente se ha visto el texto con la apariencia de un fruto con hueso (un albaricoque, por ejemplo) cuya pulpa sería la forma y la almendra sería el fondo, hoy conviene verlo más bien con la apariencia de una cebolla, organización a base de pieles (niveles, sistemas), cuyo volumen no conlleva finalmente ningún corazón, ningún hueso, ningún secreto, ningún principio irreductible, sino la misma infinitud de sus envolturas, que no envuelven otra cosa que el mismo conjunto de sus superficies.

G. Deleuze y F. Guattari, Rizoma (1976)
(trad. J. Vázquez Pérez y U. Larraceleta),
Valencia, Pre-textos (2003)
Acaso un desarrollo fractal del hojaldre sería el rizoma, a decir de Felix Guattari y Giles Deleuze (1976). Dicen del rizoma que es como una madriguera: puedes entrar a ella por diferentes partes; dicen del rizoma que es un continuum de mesetas:
¿Qué ocurre, por el contrario, cuando un libro está compuesto de mesetas que comunican unas con otras a través de microfisuras, como ocurre en el cerebro? Nosotros llamamos "meseta" a toda multiplicidad conectable con otras por tallos subterráneos superficiales, a fin de formar y extender un rizoma.

Propongo aliñar estos conceptos de lectura y de escritura con la "acción de construir", el trenzar. La trenza cosida como modelo de estilo/estructura/lectura. Una trenza cosida se construye por mechones y capas, repite la acción como un loop aunque siempre un poco diferente, crece fractal, a veces tampoco puede adivinarse dónde ha nacido, no existe sino en el conjunto mismo de sus mechones, en la meseta de cada uno de los finísimos cabellos.

Y animo a la crítica a leer en capas/madrigueras/trenzas y olvidarse un poco de albaricoques, aunque estemos en verano y apetezcan.