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¿Patricio Pron es aquí
"[...] se debería condenar un sistema literario que otorga un valor específicamente literario a algo que no lo es en absoluto, la vida privada de un autor o su pertenecia a un género o a una minoría específicos o a su país de origen, un tipo de visión literaria particularmente presente en estos momentos en el ámbito de la enseñanza de la literatura, en especial en Estados Unidos."
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Roland Barthes mató al autor, nos recuerda, pero el autor lejos de desaparecer se transformó en un producto sin duda más valorado que ese otro producto subsidiario del mismo que denominamos obra. Se venden autores y no sus libros.
(Nótese que en el párrafo precedente no se menciona la lectura, y casi me asombra. Porque no deberíamos olvidar que todo este asunto de la desaparición del autor nace como una problemática de la exégesis literaria: los formalistas rusos abogaron por un texto que hable por sí mismo y promulgaron el olvido de la biografía del autor a la hora de interpretar, tan caro al romanticismo, cosa que pocas veces se ha llevado verdaderamente a la práctica, ni entonces ni menos ahora. La exageración y a la vez simplificación de este criterio, nos recuerda Pron, ha dado como resultado una bifurcación opuesta y bien clara: profusión de lo autobiográfico / negación de la voluntad del autor (automatismos, OuLiPo, etc.).)
Si el autor parece hoy una marioneta al servicio de la mercadotecnia, nos queda reflexionar, pues, sobre el papel que juega el lector, quien recibió entonces la responsabilidad de dar sentido al texto y que tantos señalan en peligro.
"Ahí sí, 'la muerte del autor es el nacimiento del lector', pero este no debe olvidar nunca que lo que se le ha dado también le puede ser sustraído."
¿Un lector-consumidor o un lector-cotilla, o mejor: un consumidor-cotilla y poco importa si lector? Por otra parte habría que preguntarse si el autor quiere lectores o prefiere o se contenta al menos con compradores de sus libros.
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No digamos ya la persistencia en manfiestarse de ese espectro contemporáneo: esa lenta pero persistente borradura y confusión de ebrios autores-estilo en esta babel que es la red (pero no solo la red sino también el mercado), donde todo puede ser banalmente confundido, encontrado y a la vez extraviado, siempre y cuando exista la voluntad de encontrar y de extraviar, es decir, la voluntad de leer y detectar y pronunciarse.