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Algo desquiciante la polisemia de este artefacto o novela del porvenir tejida con motivos entrópicos y deconstruida al ritmo trepidante de una prosa sugestiva y profética y apabullante también, nadie va a negar la desmesura de Ferré.
Móntatelo tú mismo, como leí por ahí que dice José Luis Amores: Providence es novela que se juega.
"No busque a Providence en Providence. No se moleste, no está ahí. Durante decenios hemos buscado a Providence por todo Providence. Y ahora hemos descubierto que estábamos engañados al actuar así, confundiendo la apariencia de las cosas con las cosas en sí, como nos enseñara el maestro racionalista Immanuel Kant. Hemos confundido fenómenos con esencias, acciones con sustancias, accidentes con seres."
Ejecuto Providence según las sugeridas instrucciones de uso: un videojuego, un guión de cine, un pacto fáustico, un sueño erótico con harén feliniano a lo Ocho y medio, el mito popular del origen de América, una historia de terror lovecraftiana, un remake de Tiburón, un documental macabro sobre la vida de un profesor de cine español, un remake constante de todas las películas a modo de reescritura de la historia del cine, la diseminación de diferentes realidades porque eso es realismo bien entendido, la broma de un adicto-compulsivo o la carcajada de un pícaro demasiado culto que derrocha cinismo y erudición por igual en todos los niveles de lectura que pude adivinar, aunque no ejecutar.
Desbordada he quedado, fascinada.
Quiero más.