rumiar la biblioteca: La destrucción de la torre de Pisa
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lunes, 21 de diciembre de 2020

Miquel Bauçà: poesía, surrealismo, encierro

Miquel Bauçà, La destrucción de la torre de Pisa, prólogo de Nora Catelli, Barcelona, Kriller (2020)

http://kriller71ediciones.com/libros/kokoro-libros/la-destruccion-de-la-torre-de-pisa-miquel-bauca/

La destrucción de la torre de Pisa incluye tres novelas cortas de Miquel Bauçà, poeta catalán de culto según leo por todos lados: Calle Marsala, El viejo y La carcelera. Lo que escribe Bauçà es raruno a la manera artaudiana, a la manera surrealista, con un humor extraño y mucha corporalidad. Las frases arrancan y deliran enseguida, con cierto extrañamiento conseguido más por el irse por las ramas del concepto que por otra cosa. Porque el lenguaje es sencillo y de todo se ocupa el ritmo, y en esto se nota que es novela de poeta. No se trata de novelas con peripecia o argumento elaborado (o desarrollado), o al menos no con un argumento que uno pueda contar como se cuenta una historia o una anécdota. Se trata de una de esas lecturas-experiencia.

Calle Marsala cuenta la historia de un vendendor de jabón y de las cosas que siente, de su cuerpo. Se masturba todo el tiempo y está obsesionado con la guerra. El viejo cuenta la historia de un anciano que está encerrado y sale al patio solo para cantar. La carcelera cuenta la historia de un tipo que está encerrado y describe a esa mujer que es dueña de su libertad. Si uno fuerza el sentido de este libro, puede encontrar un hilo conductor entre estas tres historias: todos están encerrados, en un cuerpo, en una jaula, en una mujer. ¿O tal vez el personaje siempre es el mismo?

"También a mí me convendría avanzar. Podría adquirir una casa baja, con alcoba y mesilla de noche, totalmente en penumbras. Un santo cristo encima del secreter. Las sábanas, todas de lino, como quiere mi amada. Pasarme los dedos por el cuello y la sotabarba, satisfecho. Esperar a tener sueño. Consultar primero a Ausiàs March y a continuación a Jordi de Sant Jordi. Con su permiso, introducirme a tientas dentro de la cámara prohibida y profanarla. Entro. Un gato que se estira en la barandilla hace que la polla me tironee. Se me pone dura dentro de la penumbra. No sigo. No ha pasado nada. La lluvia empieza a caer. Un niño llora. Una mujer chilla: 'Carles'. Una vez más compruebo mi indefensión. El dolor me asalta. Debo prepararme para la guerra. La saliva empieza a caerme por la hendidura de la boca. Me voy. Me sacudo un insecto que me ha visto. Al llegar, ya tocaré, lívido, la armónica. Es lo mejor que puedo hacer." (Calle Marsala)