rumiar la biblioteca: Eduardo Jordá
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lunes, 8 de julio de 2013

El prestamista y sus pesadillas

Edward Lewis Wallant, El prestamista (1961), traducción de Eduardo Jordá, Barcelona, Libros del Asteroide (2013)
http://www.librosdelasteroide.com/-el-prestamista

Un recorrido por la violencia-desolación que empezara en los estados del sur de Estados Unidos y volviera a Europa para arrasar ese continente salvaje y luego retornar otra vez, cruzar el océano hacia las tierras que alguna vez fueron jóvenes y nuevas y prometedoras, las tierras del continente del Gran Genocidio y de las que ahora se dice que rebosan de oportunidades en las que todos son iguales, todos tienen las mismas oportunidades, y búscate la vida cuando llegues porque serás ese inmigrante con número tatuado, ese centroeuropeo cobaya de laboratorio y cuerpo destrozado, que lo ha perdido todo y no comprende la testarudez de la muerte esquivándolo, y que también ha visto demasiado, que ha visto y ha hecho lo innombrable de tal modo que no queda más remedio que apagar los sensores y apegarse al insomnio, desenchufarse de emociones para sobrevivir, para malvivir pero al menos vivir aunque las pesadillas ataquen bombardeándolo y de día siga obedeciendo órdenes, y ahora la mafia y los negocios en páginas en las que absolutamente todo tiene un precio, porque también es una novela sobre el dinero y el poder del dinero: "todo el mundo se aprovecha de los pobres, y nadie podría hacer negocios en nuestra sociedad si no fuera así"; porque sigues siendo esclavo, y no importa que allá fueras un profesor universitario, no importa que esta sea la tierra de las oportunidades porque aquí te seguirás codeando con el racismo de unos a otros, con el racismo que incluso practican los tuyos hacia los otros, porque los tuyos llaman a los negros shwartsas con desprecio y ellos desprecian a los tuyos y los buenos hombres-gentilhombres de provecho ni siquiera tienen trato con vosotros y ni siquiera te llaman como siempre te han llamado a ti, hombre para sobrevivir en la tierra de las oportunidades, el siempre-errante-caminante entre todos esos desposeídos o desclasados o desencajados y terriblemente desconfiados del hombre todo: "Yo no soy sectario ni discrimino a nadie. Negros, blancos, amarillos... para mí todos son abominables".

Aunque todo eso salpicado con buenas dosis del mejor sentido del humor, del irónico-refinado, e incluso de gotas-esperanza del amor, para que continuemos, para que soportemos y nos atrevamos a seguir internándonos en ese ambiente tan cargado y tenebroso y peligroso y tan, mal que nos pese, humano.