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"La lógica del mundo es mimética. Todo funciona por imitación. La originalidad de nuestra personalidad no es más que una combinación compleja de opciones que hemos ido tomando prestadas de diversos modelos. En mi biblioteca, que supongo que es la respuesta al vacío con que conviví en casa de mis padres, hay rastros de todas las bibliotecas públicas que he frecuentado desde niño. [...] Amigos, conocidos, futuros. Esas son las tres etiquetas que van a organizar mi biblioteca, decido ahora, mientras termino de escribir este ensayo, a partir del próximo mes, cuando reestructuremos la casa por motivos felices, familiares. La voy a desarticular para reinventarla. Voy a poner cerca de mí sólo a los autores y los libros con quien mantengo una relación de amistad más o menos íntima. Se quedarán (o ingresarán) en el estudio. Me rodearán, como ya lo hace su recuerdo o el de sus autores. En el comedor tendré a los conocidos, esos con quienes mantengo una relación de simpatía y de respeto. La mayoría de los libros que no he leído y que no sé si leeré serán donados, regalados, sacrificados; los que queden, en el pasillo, esperarán su turno, pacientes, lejanos, como personas a quienes no conoces y quienes nada ni nadie puede saber si algún día frecuentarás. [...] Convivir con una biblioteca personal significa saber que no te rindes, que siempre tendrás ante ti menos lecturas realizadas que lecturas por venir, que los libros en compañía son cadenas de significados, contextos mutantes, preguntas que cambian de entonación y de respuestas. Una biblioteca tiene que ser heterodoxa: sólo la combinatoria de elementos diversos, de relaciones problemáticas, puede conducir a un pensamiento propio." ("Desarticulo mi biblioteca")
Teniendo en cuenta esta disposición sentimental de su biblioteca personal, le pregunté a Jorge Carrión dónde colocaba sus propios libros, y me dijo que guardaba tres ejemplares de cada uno y que los tenía escondidos. ¿Para que no te los pidan?, le pregunté. Eso por un lado, me dijo, pero sobre todo por pudor, por no verme obligado a hablar de mis libros.