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Si la Segunda Guerra Mundial es el mito del siglo XX o el definitivo signo para el nuevo orden mundial sobre el que se construye el paradigma de la realidad desde entonces, Pynchon construye un texto enorme y monstruoso con diversos mitos, incluidos los conspiranoicos, hechos rigurosamente históricos, otros tantos tópicos y multitud de canciones, a la manera de la ópera americana por excelencia, el musical (o la película-musical), donde todo termina por banalizarse con el arranque de esas melodías que parecen no venir a cuento. Musical, cómic, escenas noires: ¿Qué es la Segunda Guerra Mundial a poco que se planee sobre ella con una mirada cínica?
"Ello significa que esta guerra no fue política en abosluto, la política no fue más que una comedia, solo destinada a mantener a la gente distraída... Fue dictada, en cambio, por las necesidades tecnológicas, por una conspiración entre los seres humanos y la técnica, por algo que necesitaba el estallido de la energía de la guerra y gritaba: '¡A la porra el dinero, la vida misma de [insértese aquí el nombre de la nación que sea] está en peligro!', pero que quería decir, sin duda alguna: 'Casi está amaneciendo, y yo necesito mi ración nocturna de sangre, mi financiación...'. Las verdaderas crisis solo fueron crisis de distribución y prioridad; no entre las firmas industriales -aunque la representación teatral lo hicicera creer así-, sino entre las diferentes Tecnologías: Plásticos, Electrónica, Aviación, de acuerdo con sus necesidades, comprendidas solamente por la elite dirigente..."
Si de cinismo hablamos, leed esto:
"Estoy deseando que termine la guerra en el Pacífico para poder volver a casa, si te interesa saberlo. Ahora es allí el tiempo de las lluvias de la ciruela, el Bai-u, cuando maduran las ciruelas. Solo quiero estar con Michiko y mis pequeños y, cuando lo consiga, no volver a salir una sola vez de Hiroshima."
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Una novela desbordante que comienza en Londres, en concreto dentro del hospital psiquiátrico Santa Verónica, cede de un organismo encargado de predecir los bombardeos en la ciudad compuesto por personajes de lo más variopintos: un plavoviano que experimenta con locos que dicen presentir dónde van a caer las bombas, un experto en datos, espiritistas y médiums de todo tipo, y Slothrop, nuestro protagonista, quien tiene erecciones en los lugares de los bombardeos... ¿Por qué? Pues porque de pequeño fue vendido por su propio padre a un científico que hacía experimentos con cierto material plástico con el que están recubiertos los cohetes... Una vez finalizada la contienda, y después de una breve estancia en la Costa Azul donde copia y memoriza cierta información sobre los cohetes, Slothrop acude a la Zona, Alemania ocupada y repartida, donde abundan espías y donde todos quieren robarse científicos y planos de armamentos. Esto definitivamente no es ficción (piénsese en la Nasa, por ejemplo), salvo por la manera en que está narrado. Su aventura no es más que una huida perpetua, ya que por sus conocimientos es perseguido por todos; Slothrop conoce a muchas chicas, consume y trafica con drogas, se sube a un barco, que parece el trasunto de aquel barco a la deriva donde antiguamente se encerraba a los locos, un barco lleno de viejos europeos austrohúngaros y sus orgías; se insmiscuye en las mismas entrañas de la tierra, donde los enanos (piénsese en Wagner o mitos nórdicos) estaban construyendo el Cohete junto con el comando negro o secreto, ¡tampoco se deja la obsolescencia programada de las bombillas de luz!, y un montón de disparates y alucinaciones y chascarrillos de difícil lectura, recurrentes referencias literarias y evidentemente miles de novelas diversas que se derraman incontenibles dependiendo de su lector.
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Novela desafiante, autor demasiado influyente. Un poco tarde le hinco el diente.
Aunque si uno sigue pensando en la biblioteca como autobiografía, en la secuencia personal de lecturas, en baldas que se reacomodan, diré que leí a Pynchon y releí a Bolaño y Fresán y Laiseca y Filloy; Copi y sus secuaces o Ferré y sus precursores, por ejemplo.
Más arco iris: Thomas Pynchon: El arco iris de la gravedad o cómo se documenta un escritor