Rodrigo Fresán, El estilo de los elementos, Barcelona, Literatura Random House (2024)
Movimiento segundo
(Leo esta segunda parte con muchas interrupciones y aun así no tengo ningún problema para seguir la trama, cosa llamativa en una novela de estas características.)
Land viaja a Ciudad II, ciudad tropical, donde vive ahora, es decir, Caracas. Un apartamento con piscina compartida en la que pasa la mayor parte del tiempo y donde conoce a adolescentes de todo el mundo (hasta hay cameo de un escritor que siempre quiso ser escritor y que fue secuestrado de niño, un escritor, en definitiva, tremendamente parecido a Fresán mismo, aunque Fresán no es ni Land ni este escritor). La felicidad de la adolescencia. La felicidad de relacionarse por primera vez con niñas y por fin enamorarse de Ella. Leer a Jane Austen y a las Brontë. Escuchar música de otra manera. Lo cierto es que el comienzo de la adolescencia coincide con el cambio de escenario como si fuera un pasar página. O cambiar de libro. Y esto no es del todo metafórico porque, como rito de paso, como abandono de la infancia, sus padres le obligan a destruir su biblioteca primera.
De golpe aquí abundan los centros comerciales y aunque hay pocas librerías, Land las frecuenta y se hace experto en robar libros. Uno que ha robado, que lo acompañará durante toda esta etapa: el Tractactus logico philosophicus de Wittgenstein. Y llega el momento de ir al colegio y lo apuntan a uno católico y Land odia las matemáticas y no hace un examen y entonces lo expulsan. Esto es la Big Vaina: se pasa dos años simulando ir al colegio pero en realidad se interna en un centro comercial y lee. Roba libros y lee y sigue leyendo. Comienza a mirar la realidad como si fuera un libro, porque para entonces, adicto a la lectura, Land es El Lector:
"[...] sí, para él ya todo es literatura, ya no puede sino leer la realidad como si releyera ficciones, ya está perdido [...]."
Pero los padres se enteran y entonces llega la segunda destrucción de su biblioteca como castigo. Y lo obligan a quedarse en casa. Y quieren que escriba, que deje de leer y escriba. Pero Land no. Él solo quiere ser lector. Y sueña con su futuro, donde trabaja de asistente en la banda Supertramp y como librero y vuelve a Ciudad I y se convierte en periodista. Pero el sueño premonitorio termina y vuelve a la realidad, es decir, al presente. Menos mal que el Tractatus se salvó de la destrucción, y lo lee con fervor. Pero la realidad golpea: Drill ha muerto, Ella se ha enamorado de otro, sus padres ahora toman cocaína. En una de las fiestas de sus padres, Land prueba la cocaína y debuta sexualmente con una amiga de sus padres, la escritora femme fatale. Y Land se siente vacío y ya nada tiene sentido porque sabe que la juventud se terminó definitivamente.
Oh, Land.
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