Gabriela Cabezón Cámara, Las niñas del naranjel, Barcelona, Literatura Random House (2023)
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Siempre es una fiesta leer a Gabriela Cabezón Cámara, pues hace del lenguaje fiesta misma. Hace aquello de construir una lengua para cada novela, un lenguaje propio y apropiado. En este caso, una extraña mezcla entre lo castizo y lo guaraní: un lenguaje entre secano y selva. Además, el personaje del que nos habla es real y fascinante: la conocida como Monja Alférez, siglo XVII, una mujer que se escapó de un convento y se vistió de hombre y se transformó en varón para poder viajar y recorrer mundo, pues no sabía estarse quieto y ser varón era la única forma de ser libre. Anduvo por mil lugares de España y luego viajó a América.
Esa es la historia de Antonio que se nos cuenta en tres momentos: sabemos que está en la selva en una especie de familia interespecie (personas y animales) desde donde escribe una carta a su tía, la priora del convento del que se escapó, y sabemos también que está preso. Luego entenderemos qué viene antes y qué después en la cronología verdadera.
Las niñas del naranjel es llamada de la selva y descripción de la fuerza de la naturaleza; es entrar en la naturaleza, darse cuenta de que naturaleza somos y no solo estamos en ella:
"Se va uno a dormir un día y se despierta al siguiente, y es por esta causa que los días aparecen cortados los unos de los otros. Pero no. Se suceden sin borde, empiezan y terminan por cualquier lado. O por ninguno. Salvo que se tome al sol como principio y fin. Aun así, no están separados. Debió haberse enterado en el bosque cercano al convento. En las batallas en la Araucanía. En las vísperas de patíbulo que ha sobrevivido. Se entera ahora. Cuando lo rigen los despertares intermitentes de las niñas, sus hambres caprichosas, los juegos de bolitas, los de orejas. Antonio se entrega. Se dedica a sentir que el tiempo pasa como un río al que se le pone y se le sale el sol. Una corriente. Como la que lo está atravesando ahora mismo, en el embeleso de caer en la carta que le escribe a la tía. Se deja llevar. Cómo podría hacer otra cosa. Cómo explicar con palabras de este mundo que parte de sí un barco llevándolo. Navega, Antonio, en esa escritura que es y no es él. Lo hamacan los cantos. Las respiraciones de las niñas y los monos. El latido cálido de la Roja pegada a él. Los cascos cada vez más lejanos de los caballos. La música de la selva."
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