Queremos una prosa veloz. Una prosa moderna. Una prosa que salte el postironismo y vaya hacia el futuro. Que caiga de lleno en el futuro, donde la estructura signifique, donde leamos como haciendo zapping, pero no me refiero a eso tan usado desde el romanticismo de lo fragmentario, sino a escenas diferentes, con distintos tonos y registros. Deconstruyendo una novela desde la estructura y el tono. Una novela saltada, como la quería Macedonio, por ejemplo. Una novela que da saltos, una novela que se monta como un mueble de ikea, con instrucciones que no se entienden. Con instrucciones que dependen del sentido común y de toda la buena voluntad del lector, igual que un mueble de ikea. Sin la voluntad del lector, una novela no tiene sentido en la época que vendrá después del postironismo.
No sabemos cuál es ese futuro para la literatura, pero si seguimos con el rollo del postironismo y el rollo del colonialismo y el feminismo (y lo dice una mujer rotundamente feminista) y sobre todo con lo políticamente correcto, leyendo y escribiendo desde lo políticamente correcto, la cosa va a ponerse aburridísima y el estilo se irá perdiendo como se pierde la paciencia con los anuncios de Spotify. Y la prosa cada vez más contenida. Sin ironía, todos hablando en serio sin ambigüedades, sin sentido del humor y siempre con la verdad como bandera, la verdad única de lo políticamente correcto.
La ironía es el comentario a la historia principal, y
normalmente el comentario ofrece otros puntos de vista, otras verdades. A mí me
interesa usar de ese modo los fragmentos, no como los usan los que practican eso
que alguna vez estuvo de moda y que era la novela por fragmentos, porque esos
fragmentos son como fotografías de una misma verdad que no se contradice.
Fragmentos de una sola conciencia. A mí me gustan los fragmentos de una
conciencia multitudinaria, colectiva, con enormes contradicciones o diferencias, con
matices completamente diferentes en cuanto al tono y el registro de la prosa.
Con fraseos diferentes.
Tal vez no me había dado cuenta de que mi interés por la estructura comienza en la práctica de la escritura. No es algo que comienza como una idea, del tipo: ahora voy a empezar a escribir novelas donde la estructura signifique. Donde los fragmentos sean como hacer zapping. Vale, al lector no le gusta porque es difícil. Cierto, es difícil, y si no le gusta no es un libro para él. Para mí no tiene sentido la literatura como entretenimiento. A mí me interesa la literatura como dificultad, porque para mí es sin duda lo más entretenido. Es divertidísimo. De leer y de escribir.
Toda esta perorata que acabo de soltar no sé a qué viene. Tal vez a que me obligué a escribir, y cuando pienso en escribir pienso en cosas sobre mi comprensión de la literatura. Me parece que si alguien no tiene nada nuevo que ofrecer, si alguien no arriesga un poco, no tiene sentido escribir nada. No me quiero hacer ahora la Juana Goytisola ni mucho menos, sobre todo porque no soy una escritora de la altura de Goytisolo. Pero sí comprendo su convicción en cuanto a la literatura.
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