Breve es la vida del escritor, nos dice Onetti, breve pero múltiple. El hacedor gusta de vivir tantas vidas como le permita la imaginación, y de eso trata esta novela, de pequeñas vidas alternas. De alternativas, las que se puedan.
También será breve mi lectura.
(Lectura: otra forma de vida breve.)
Porque qué más agregar a esas superpuestas vidas breves con sus respectivas mujeres en escenarios paralelos y ya no sabemos cuál es la historia principal y cuál la de ficción:
"Sobre el escritorio, la fotografía estaba entre el tintero y el calendario, las cabezas de los tres representantes sobrinos de la Queca esforzaban sus sonrisas a la espera del momento en que el hombre que me había alquilado la mitad de la oficina -se llamaba Onetti, no sonreía, usaba anteojos, dejaba adivinar que solo podía ser simpático a mujeres fantasiosas o amigos íntimos- se abandonara alguna vez, en el hambre del mediodía o de la tarde, a la estupidez que yo le imaginaba y aceptara el deber de interesarse por ellos."
Onetti viene a explicarnos cómo funciona la cabeza de un escritor y fondo y forma reproducen la idea.
"Un argumento, vamos -había dicho Julio Stein-; algo que se pueda usar, que interese a los idiotas y a los inteligentes, pero no a los demasiado inteligentes."
Por lo demás, su prosa suena a tango y a todo el imaginario rioplatense del tango: garúa, mujer, adulterio, rechazo, asesinato.
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