"Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla", nos dice Zambra en esta novela taller, donde la ficción y la realidad se abastardan, donde la historia privada, la de padres e hijos, se enfrenta al tribunal. Parece novela de la dictadura, de héroes y cobardes, cierto, pero sobre todo es novela del proceso de rememorar y de la vacilación al elegir los momentos. Es vaivén entre escribir la ficción y mostrar cómo hacerlo.
"Recordamos más bien los ruidos de las imágenes. Y a veces, al escribir, limpiamos todo, como si de ese modo avanzáramos hacia algún lado. Deberíamos simplemente describir esos ruidos, esas manchas en la memoria."
Formas de volver a casa se parece bastante a un laboratorio, un ensayo de prueba-error en el que los recuerdos son traidos a tirones o aparecidos de improviso en el mismo instante de juntar palabras, a pesar de que la operación se lleve a cabo dubitando.
También reflexiona sobre cómo la escritura es experiencia de conocimiento, o para ser más preciso: es transitar algo parecido a una revelación, aunque siempre tropezando. Pero sobre todo escribir es responder a la necesidad de leer por fin aquello deseado, o como dijo Walter Benjamin en algún sitio: escribimos aquello que nos gustaría haber leído.
"Abandonamos un libro cuando comprendemos que no estaba para nosotros. De tanto querer leerlo creímos que nos correspondía escribirlo. Estábamos cansados de esperar que alguien escribiera el libro que queríamos leer."
Por lo demás, su estilo es minimalista y al tiempo autorrumiante, y como la obra, al igual que las mascotas, suele parecerse al autor (o al menos a alguna de sus formas), dejo aquí para el curioso una entrevista, gentileza de Canal-L:
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