rumiar la biblioteca: Javier Calzada
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lunes, 13 de agosto de 2018

Chistes de Vladimir Nabokov (Risa en la oscuridad)

Vladimir Nabokov, Risa en la oscuridad (1932), traducción de Javier Calzada, Barcelona, Anagrama (2000)
https://www.anagrama-ed.es/libro/compactos/risa-en-la-oscuridad/9788433960191/CM_244

Pobre Albinus, personaje loco de pasión, que deja a su mujer por Margot, una chiquilla que terminará arruinándole la vida ayudada por Rex, su amante. Y a pesar de la simpleza del argumento, pues no es más que una novela de enredos, el humor cínico de este narrador sin compasión nos hace matar de risa. 
Nabokov es ese tipo de narrador que no para de burlarse de sus personajes. Uno tiene la sensación de que escribió la novela al lado de la piscina acompañado de unas copas entre chapuzón y chapuzón. Una novela de verano escrita en verano. 

Copio acá un par de chistes de esta lindísima novela veraniega:


"El tío estaba solo en la casa con los niños y les dijo que iba a disfrazarse para divertirlos. Al cabo de un buen rato, puesto que no aparecía, los chiquillos bajaron a buscarlo y se encontraron con un hombre enmascarado que estaba metiendo en un saco la cubertería de plata. '¡Oh, tío!', exclamaron encantados. 'Sí, ¿verdad que es un buen disfraz?', dijo el hombre quitándose la máscara. Esta historia puede servirnos para exponer el silogismo hegeliano del humor. Tesis: el tío se disfrazó de ladrón (ríen los niños); antítesis: era un ladrón de verdad (se ríe el lector); síntesis: el tío era un ladrón (y el lector, que se las daba de listo, sale chasqueado). Este era el superhumor que a Rex le gustaba poner en sus obras; algo que, según él, era completamente nuevo."


"Le diré un secreto: una auténtica actriz jamás puede sentirse satisfecha.
Tampoco puede el público, a veces replicó tranquilamente Rex. Y, a propósito, querida..., dígame una cosa: ¿cómo se le ocurrió adoptar ese nombre artístico suyo? Me pica la curiosidad.
¡Oh, es una larga historia! respondió ella con una nota de melacolía en la voz. Venga a tomar el té conmigo algún día y quizá se lo cuente. El muchacho que me sugirió este nombre se suicidó.
¡Ah...! No me extraña. pero lo que yo quería saber... Dígame... ¿Ha leído a Tolstói?
¿Tostón? preguntó Dorianna Karenina. No, me temo que no. ¿Por qué?"