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El señor Watanabe, superviviente de Hiroshima, viaja al epicentro del terremoto de Fukushima, es decir, se dirige hacia el mar. ¿Qué encuentra en el centro? Un pueblo fantasma a lo Pedro Páramo, donde solo quedan viejecitos que no han querido marcharse de allí. No le temen a la muerte estos ancianos, tal vez ya habitan la muerte. La muerte es el vacío y en el vacío no hay nada. El centro está vacío; el sentido carece de sentido.
"Descubrió que tenía miedo al vacío. Y se quedó de lo más decepcionado, porque en su familia le habían enseñado que el vacío era el verdadero sentido de la vida. [...] el vacío debería ser una actividad en sí misma."Pero también es un viaje en dirección a todo aquello que se fractura: la identidad, el lenguaje, la memoria, la destrucción del siglo XX, la catástrofe nuclear. Fractura es un recorrido por la memoria de la catástrofe en cinco países: Japón, Francia, Estados Unidos, Argentina y España. También una exposición de voces de esos cuatro países y sus respectivas traducciones. Las mujeres de Watanabe se prestan a ser entrevistadas por un periodista argentino, Pinedo, a propósito de Watanabe, ese superviviente. Los lectores conocemos a Watanabe a partir de esas cuatro voces (muy bien logradas, por cierto). Pero también conocemos a Watanabe por ese narrador poético que lleva a Watanabe hacia el vacío, el no-sentido, el delirio afantasmado. Watanabe, que es un puzle o "de varias partes en parte", funciona como la excusa para desplegar ese "deseo narrativo que nunca descansa".
"Tenía la ilusión de la mezcla, que quizá te lleva a la soledad por caminos distintos al exilio."
Pero todo esto se despliega en una estructura que avanza como ondas expansivas: el centro de la novela, la escena en que Watanabe está mirando un documental de Chernóbil y emborrachándose, va cubriéndose de capas, pero eso solo lo sabemos al final. Fractura es una de esas novelas que también "narran" con su estructura, es decir: la trama se refleja en la manera en que ha sido construida.
"Eso explicaría, especula Watanabe, la relativa fluidez —muy relativa— que él ha alcanzado para narrar su experiencia. Las ondas expansivas del silencio, los mapas de los caídos por las bombas, las zonas de evacuación: un problema de círculos concéntricos."