Sara Gallardo, Eisejuaz (1971), Madrid, Malas Tierras (2019)
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Eisejuaz es uno de esos personajes fascinantes que están a medio camino entre dos culturas diferentes; la indígena y la colonizadora. Al principio uno cree que el tipo está chapita, es decir, loco de remate, porque escucha voces que le dictan qué tiene que hacer, porque habla con la naturaleza. De hecho, leía esta novela y recordaba El entenado de Saer y Memorias de un pigmeo de Uhart, dos novelas posteriores pero que yo leí primero y que también cuentan la historia de hombres que tienen que transformar su manera de concebir el mundo por el cambio cultural, como una especie de esquizofrenia. Está escrita, además, con ese lenguaje extraño, o mejor, con esa sintaxis extraña. El punto de vista es de Eisejuaz y esa sintaxis es suya. Una mezcolanza. Uno de los personajes la define así: "tu idioma parece la tos de los enfermos".
Le pasan un montón de cosas a Eisejuaz mientras escucha la voz del corazón, de los espíritus. Y las cuenta con la urgencia de la verdad.
"Vi la voz del Señor pintada y saltando en todos los lugares, brillando y siempre tapada, cantando y siempre callada, en todas partes esa misma voz de ese que es solo, no nació nunca ni nunca morirá. Y vi los mensajeros de esa voz por todas partes, como los pescados en la red y las arañas en la tela, saltando y apretándose en su orden por todo el mundo, sosteniéndolo. Y vi a ese de quien soy el cuerpo, Agua Que Corre, esperando mi cumplimiento para quedar libre y para brillar. Y vi a Eisejuaz, Este También, el comprado por el Señor, que empezaba el último tramo de su camino. Levanté los brazos pero no canté, nada dije, solo respiré para que el primer mensajero trajera y llevara a los mensajeros del Señor con libertad por adentro de mí."